¿quién eres?

Capítulo VIII

Edward estaba a punto de dejar su apartamento un jueves temprano por la mañana. Tenía maletas listas, pasaporte, sus llaves y todo lo necesario para su estadía de pocos días en España. Y es en eso cuando escucha un 'mow' detrás de él, cuando voltea ve a Félix perfectamente sentado mirándolo con sus grandes ojos celestes y moviendo su cola de lado a lado.

Se había olvidado de Félix. Ahora, ¿qué haría con el pobre gato?

Tenía que dejarlo con alguien. Xana no figuraba en las opciones, pues siempre iba y venía y Félix se quedaría solo destrozando algo, ella daría el grito al cielo. A Edward ya le había destrozado tres cojines de su mueble en los días que no estuvo muy presente en su apartamento.

Luego pensó en su padre, pero Félix realmente nunca llegó a pasar tiempo con él y todavía no estaban en ese punto de su relación a pesar de que ya estaban yendo a terapias. Otro descartado.

Finalmente su última esperanza era Ian. Su gran y buen amigo Ian, quien probablemente lo odiaría luego de dejarle a su gato a último minuto.

Suspirando y asintiendo con la cabeza trajo la pequeña maleta de Félix y lo introdujo allí, después de un poco de forcejeo. Félix no era un gato fácil de controlar.

Finalmente dejó su apartamento al recibir un mensaje de Ian anunciando que ya estaba afuera. Él los recogería y llevaría al aeropuerto ya que Edward no podría dejar su auto en el aeropuerto por tres días, no había manera.

Edward salió y puso sus maletas en el maletero del auto, luego fue al asiento del copiloto, se sentó y puso a Félix en su regazo.

— ¿Vas a llevar a Félix? —Preguntó frunciendo el ceño Ian con una mano en el volante.

—En realidad esperaba que...

—Oh, no.

— ¿Por favor? —Dijo suplicante.

Ian lo miró por unos buenos segundos y finalmente negando con la cabeza dijo:

—Está bien.

— ¡Gracias! —Dijo Edward y luego dirigiéndose a Félix dijo: — ¿Escuchaste eso? El tío Ian te cuidará.

—Hermano, estás demente.

Y se pusieron en marcha a casa de Camille.

El trayecto se sintió más corto de lo normal entre la música y la charla de ambos mejores amigos. Cuando llegaron a su destino esperaron unos cuantos minutos y junto a Camille también salió Alessia y ahora los cuatro iban camino al aeropuerto.

Mientras todos conversaban, Camille robó al gato de Edward y ahora estaba en el regazo de ella ronroneando y muy acurrucado, Edward se indignó por la "traición" de Félix diciendo que solo ronroneaba para él, Camille clamaba que ahora era suyo también.

Cuando llegaron al aeropuerto Edward y Camille se despidieron de sus mejores amigos con un gran abrazo y con Félix en el medio. Alessia también le hizo recordar a Camille sobre sus saludos para sus padres. Y ahí fue donde el pensamiento golpeó a Edward, él conocería a los padres de Camille. De pronto empezó a hacer un poco más de calor en la habitación.

Camille notó su preocupación.

—No te preocupes. —Dijo mientras ponía un brazo en su espalda. —Ellos son muy dulces, aunque tan bien muy bromistas. —Finalizó frunciendo el ceño, luego se encogió de hombros y dijo: —Mhmm, estarás bien.

Eso no era muy aliviador.

Luego de eso esperaron al vuelo de las 10:00 a.m. mientras Camille le contaba a Edward un poco de su familia y de cómo eran.

Edward había aprendido que su madre se llamaba Cassandra, su padre Theo y su hermana de 14 años Abby. Según ella todos eran muy unidos y ayudaban en el negocio familiar que era la pastelería. Su madre es quién más se encargaba de la elaboración de los postres y la comida, su padre más se encargaba de la administración y su hermana seguía estudiando, aunque también ayudaba cuando podía.

Una encantadora familia.

Finalmente abordaron el avión con destino a Alicante, ciudad donde vivía antes Camille.

Edward ya había estado en España pero en ciudades sólo como Madrid, Barcelona, Valencia, Vitoria y otras pocas. Jamás en Alicante, así que estaba muy emocionado y nervioso, claro.

Durante el vuelo Edward se quedó dormido e igual que la última vez Camille no cerró los ojos para nada, veía todo a través de la ventanilla con sus audífonos puestos y por supuesto que sacó fotos con su celular de Edward durmiendo. Él no tenía que enterarse de la existencia de las fotos. Y es que se veía tan tranquilo durmiendo, unos cuantos mechones de cabello caían sobre su frente mientras respiraba tranquilamente con una mano apoyada sobre su polo blanco sin estampado alguno. Camille quería dejar de mirarlo, pero no podía. Luego el recuerdo de Sheila dándole un beso casto en los labios a Edward vino a su mente y fue lo que finalmente la hizo apartar su vista, pero antes de que consiguiera hacerlo Edward la sorprendió.



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En el texto hay: paris, romance, amor no confesado

Editado: 26.08.2018

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