Las cosas al llegar a casa fueron un tanto distintas. Desde el momento en que tomaron el avión con dirección de vuelta a Paris la conversación no era tan animada como solía ser entre ambos. Camille quiso creer que era porque tanto ella como Edward estaban cansados por la fiesta y las pocas horas de sueño que tuvieron; sin embargo, los días siguientes no fueron muy diferentes a los del primer día después de su confesión. Camille no sabía qué hacer.
Cuando Ian y Alessia los recibieron en el aeropuerto también notaron sus extraños comportamientos, ambos se excusaron en el cansancio pero Camille le dijo absolutamente todo a Alessia una vez que llegaron al apartamento.
—Hey, sabes que tienes mi apoyo en las decisiones que tomes, pero, —Alessia se adentró en la habitación de Camille. — ¿no crees que sea mejor decirle todo de una vez? Digo, ha pasado mucho tiempo y sigues sintiendo lo mismo.
—Los sentimientos no desaparecen de la noche a la mañana. —Respondió Camille desde su cama.
—A veces no es cuestión de elegir. Uno no elige de quien enamorarse, probablemente él sienta lo mismo y no lo sabes.
—Alessia, no. Cuando se lo dije me dijo que nada tendría que cambiar y seguiríamos siendo amigos. Eso no me suena a que esté enamorado de mí.
—Bueno, —Ella sabía que era algo que tenían que resolver Camille y Edward. —eso lo veremos. —Dijo Alessia finalmente dejando la habitación.
Alessia se estaba impacientando con esta situación.
En todos esos días no se vieron mucho. Algo que podría considerase nuevo era el hecho de que a pesar de todo Camille y Dylan siguieron en contacto a través de mensajes de textos y de hecho, sí se convirtieron en amigos. Ella se alegraba de que algo bueno hubiese salido de su metida de pata.
Camille ya había regresado al trabajo así que la rutina no había cambiado mucho, al menos ahora tenía algo con lo que distraerse, tanto así, que cada vez terminaba más rápido y le pedía más cosas para realizar a Odette y cuando ya estaba todo lo del día completado se pondría a diseñar. Pero algo tenía que hacer.
Con Edward no era muy distinta la situación, el anuncio de los seleccionados del concurso saldría muy pronto y los últimos arreglos debían ser hechos, al menos servía como distracción. Él sabía que no había visitado a Camille desde lo ocurrido, no quería que pensara que su declaración lo había alejado pero sabía que con solo verla todo el dolor que sintió cuando supo que no tenía ninguna oportunidad lo invadiría de nuevo como una ola y no quería que su actitud lo delatara ni la afectara.
Todo se había complicado.
El único espacio en donde Camille y Edward se habían visto hasta ahora era en las noches durante la sesión de fotos en la boutique. El ambiente se sentía distinto, incluso Odette lo había notado pero no había dicho nada al respecto.
Después de algo tan bueno había sido duro volver a la realidad.
Y esas habían sido las dos últimas semanas después del viaje a Alicante, lo cual también significaba que los ganadores del concurso serían publicados el viernes, en esa semana.
Ahora los pensamientos de Camille estaban enfocados en eso también. ¿Qué pasaría si no clasificaba? Tenía miedo, pero sabía que no podía dejar que la controlase. Pase lo que pase no podía dejarse derrumbar. No era el fin del mundo.
No había podido dormir casi toda la noche. Definitivamente el café mezclado con la ansiedad no eran una buena combinación y recién lo venía a descubrir ahora.
Camille intentó ver una película pero sus pensamientos volaban hacia otra parte y terminaba merodeando en su apartamento, iba a su habitación, al balcón, a la cocina y nuevamente hacia su laptop para actualizar su correo electrónico, pero no servía de nada pues aún no era mediodía.
oOo
Edmund se encontraba en reunión con el jurado ahora mismo, quienes habían sido elegidos personalmente por su padre y que había conocido a lo largo de su carrera.
—Buenos días a todos. —Dijo Edmund con una encantadora sonrisa. —Es un honor para la empresa 'Leblanc' tenerlos aquí en apoyo a la selección de los diseñadores finalistas.
Antes de que pudiera continuar uno de ellos interrumpió.
—Oh, ¡Edmund! Que grande estás. Aún recuerdo cuando eras un bebé en pañales. —Dijo la diseñadora Adrienna Bianchi.