Camille había sacado la mejor de sus sonrisas y continuó con su presentación sin importar lo que acababa de pasar.
Explicó la manera en que había elaborado sus diseños, su fuente de inspiración y cuáles eran sus planes con ellos con la mayor pasión que un diseñador podría tener. Todo sin titubear y muy segura de sí misma, quizá la presencia de un rostro familiar la había ayudado pero eso no significaba que lo había dejado pasar por alto, quería y necesitaba muchas explicaciones pero también lo que quería en ese momento era no verlo. Las mentiras seguían siendo mentiras sean leves o grandes y si mal ella no recuerda, ya habían pasado casi cinco meses desde que se habían conocido y él nunca le había dicho nada.
¿Acaso nunca confió en ella? ¿Cada palabra que le decía eran puras falsedades y oraciones vacías? Camille ya no quería pensar, estaba cansada. Ahora entendía de donde había venido el vestido y de donde conocía a Dylan y muchas otras cosas más.
Cuando finalizó su presentación pudo presenciar caras satisfechas aunque otras sin expresión alguna pero ni siquiera se inmutó en dar una última mirada a su ya no tan conocido amigo.
Con un agradecimiento se despidió de todos y salió de la habitación. Sidney le dio algunas indicaciones acerca de lo que venía a continuación pero su concentración ya no estaba con ella misma. Era como si había salido de un hechizo y volvía a la plena realidad con una verdad mucho más impactante.
Finalmente con un asentimiento se fue y empezó a buscar su camino al tocador de mujeres. Caminaba lento y mirando el suelo, quien diría que el lugar donde había soñado estar tantas veces perdería algo de su encanto. Empezó a acelerar el paso cuando sintió cómo las pequeñas lágrimas retenidas buscaban su paso hacia la salida.
Al menos lo había hecho bien, ¿no? Camille quería enfocarse en eso, de verdad quería, pero sus pensamientos iban de vuelta al castaño que creía conocer.
Para llegar al baño tuvo que pasar por una pequeña fuente de agua cuyos alrededores sorprendentemente se encontraban vacíos a comparación de todas las personas apresuradas en la parte principal. Camille supuso que probablemente era así ya que era la parte pacífica del edifico, donde podías alejarte un momento de todo y al salir no te encontrarías con todo el desastre andante, una buena estrategia.
Estaba a la mitad de su objetivo pero pasos atrás de ella hicieron que se apresurara incluso más.
— ¡Camille! —Ella se dio la vuelta ante el llamado. —Déjame que te explique por favor.
— ¿Explicarme qué? —Camille estaba muy molesta. — ¿¡Cómo me mentiste!? Hubiera aceptado y comprendido esto si me lo hubieras dicho mucho antes, pero ¿después de casi medio año? —Ahora Camille lo miraba incrédulamente. — ¿En serio? Creo que ya no sé quién eres. Todo lo que pasamos juntos y ¿no fuiste capa de confiar en mí? ¿Aún piensas que me quiero colgar de tu dinero? Vete al diablo y déjame en paz ¿quieres?
—Por favor, no me digas eso. —Edmund se acercó unos pasos más. —Sigo siendo el mismo yo, la misma persona que ayudaste y conociste hace cinco meses.
—Mira Edward, —Camille cerró los ojos ante su error. —perdón, Edmund. Solo déjame sola ¿si? Déjame sola y todo estará bien.
Edmund siguió intentando, no la quería perder, no por esto ni por nada.
—Camille, yo te quería decir todo pero luego vino lo del concurso y-
Camille lo interrumpió.
—No me digas que tú me hiciste entrar a esto porque te juro-
Edmund inmediatamente la corrigió, jamás se perdonaría si ella pensara eso de él.
—No, jamás haría algo así. El talento lo tienes tú, no hace falta que yo me involucre. Este mérito te lo ganaste tú y solo tú. —Camille al escuchar eso se dispuso a continuar nuevamente su camino. —Espera, por favor, no me hagas esto. Yo tenía miedo y esto se me fue de las manos.
Ahora las lágrimas de Camille no se molestaban en ocultarse.
— ¡Ed! —Le resultaba de alguna manera difícil pronunciar un nuevo nombre. —Por favor, para. —Se limpió las lágrimas que recorrían su cara, el hecho de que estaba enamorada de él lo hacía más difícil. —No quiero hablar de esto ahora. Déjame sola. Si jamás confiaste en mí, no esperes que yo confíe en ti ahora.
Y con eso Camille se fue dejando a Edmund solo y devastado en medio de la nada. Él no podía imaginarse el no tenerla a su lado, aunque sea como amiga, lo destrozaba. Nada de esto se supone que iba a pasar. De alguna manera había traicionado su confianza. Todo lo que temía se había vuelto realidad.