¿quién eres, Layla?

Prólogo

Una vez más comenzó a maldecir su cumpleaños, porque de nuevo pasó; de nuevo él hizo de las suyas y ya nadie la salvó.

La joven chica tenía que poner manos a la obra si quería ayudar a la razón de su vida, aunque siempre estaba la misma duda: ¿Por qué ella? Si no había hecho nada malo, o no algo de lo que ella se hubiese enterado.

La puerta volvió a abrirse, enseñando al mismo hombre al que todos le temían, al que su madre y hermana odiaban y por ende, al que ella también despreciaba. Entró a paso decidido con su cuerpo bien trabajado, su silueta tan perfecta y macabra. La miró con ira, pensando seriamente que ella era su presa de todos lo días y le dijo en voz tan baja que a ella se le erizó el vello de la nuca - Te dije que no lloraras, niña tonta - se acercó a ella a paso decidido y al halarle el cabello, la abofeteó, girándole el rostro.

- Te odio - susurró ella. Con más fuerza la volvió a golpear, provocando que le saliera sangre por la nariz.

- Eso es para que aprendas una lección. Al líder no se le contesta cuando te está hablando ¿Eso es lo que esperas hacer con él? No soy el malo aquí, niña.

Ella se quedó callada, viendo al vacío, soltando más lágrimas al ver una figura femenina viéndola con dolor desde el pasillo, era baja, de ojos marrones y cabello castaño, igual que el de ella. Quería luchar, pero había soportado mucho. No quería seguir allí.- Algún día pagarás por esto.- lo provocó.

-Esperaré con ansias a qué eso ocurra.- se mofó.

- Ahora te ríes, pero créeme, después de esto, la que se va a reír toda la vida seré yo.

Él con una chispa de maldad en los ojos, giró en un puño su cabello y lo haló con más fuerza - Eso solo será si sobrevives - y la volvió a golpear. La chica sintió un ardor terrible en el estómago, sus piernas comenzaron a temblar, sus brazos estaban tensos, todo era dolor, llanto y sangre.

Hasta que ella dejó de respirar.




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