Layla
Hay una pequeña cosa que detesto de Jared y es que cuando habla, no hay quien lo detenga. Hace tantas divagaciones que hasta el más inocente quiere arrancarle la lengua.
Si, tenía mucha carga en mis hombros.
Si, fui débil en el momento menos indicado.
Si, justo ahora que ya he dejado de llorar, Jared llega a miles de conclusiones por mi repentino ataque de ansiedad y justo ahora está frente a mí con los brazos cruzados esperando una respuesta mientras yo estoy sentada en el sofá mirándolo fijamente.
- Sigo esperando, Layla ¿Que fue lo que sucedió hace una hora?
Y si, lleva cuenta del momento en que pasó.
Jared está acabando con mi paciencia.
- Ya te lo dije, fueron los nervios por la llamada reciente de mis... Abuelos - dije con el mismo tono que siempre utilizo para mentir, el manipulador.
- Layla, hueles a cigarrillos y algo me dice que no es solo uno que te has fumado. - bufo, eso no tiene porqué importarle.- ¿Qué tan grave fue lo que ellos te dijeron para que te pusieras así?
- Ya te dije que mi vida no es tu problema.
- Es mi casa y la estás contaminando con olor a cigarros ¿Qué es lo que te sucedió?
- Estoy bien y tú casa ya huele a limpio. No seas paranoico - me quejo.
- No soy paranoico, te vi llorando, gritando y pataleando no hace mucho. Solo quiero ayudarte.
- No necesito ayuda, ni la tuya ni la de nadie. Yo me mando sola y ya soy lo suficientemente mayorcita como para hacerlo, así que déjame en paz.
- Siempre enseñas una fachada de niña buena... A Nick, a Nina, a los clientes y a mí me toca lo peor ¿No? Dime una cosa, Layla ¿Criss lo sabe?
- ¿Sabe qué?
- Que fumas.
- ¿Por qué le importaría eso? Es solo mi jefa. Aterriza, Jared. Es mi vida, mi jodida vida.- grité desesperada para que terminara con su cantaleta.
- Fumas marihuana - en vez de decirlo con reproche, suelta el comentario con preocupación y eso a mí no me gusta.
No me gusta nada.
- No es tu asunto, Jared.
- Lo es.
- El que viva bajo tu techo no te da derecho a manejar mi vida, mis costumbres o lo que ingiero.
- Tienes que parar.
- Vuelvo a repetirlo. No me conoces, nos pasamos ignorándonos o peleando, no tienes por qué exigirme que tengo y que no tengo que hacer. Ya te he dicho que me dejes en paz - susurro esta vez, dejando toda la calma atrás
- Por favor, Layla, sé que no debo meterme en tu vida, pero esto es algo delicado.
- ¿Desde cuándo fumar hierba es un delito?
- Desde siempre - responde. Bueno, esa no fue la mejor pregunta para hacer.
- Déjame en paz, Jared Fisher - espeto levantándome del sofá rojo de la sala y dirigiéndome al pasillo que lleva a mi habitación temporal.
- Layla - me llama, pero lo ignoro - Layla por favor, ven, habla conmigo.
- Apenas y te conozco - me quejo, dándome la vuelta - ¿No te cansas? No nos llevamos, Jared, tú tienes tu vida y yo tengo la mía. No me quejé cuando la primera vez que nos vimos fuiste un completo grosero, tampoco te insulté cuando me obligaste a limpiar tu departamento y no te he sacado el tema de que me robaste un beso hace unos pocos días cuando ni siquiera nos conocemos como deberíamos. - reparo en lo que he dicho y siento que se me cae la cara de la vergüenza que tengo - bueno, no lo había sacado... Hasta ahora.
Creí que se enojaría, pero ocurrió todo lo contrario, soltó una risita corta - ¿Qué pasaría si volviera a hacerlo? - me pregunta con una sonrisita lobuna dejando toda la discusión de hace un rato en el pasado. Entrecierro los ojos.
- ¿El qué?
Se acerca más y doy pequeños pasos hacia atrás, hasta casi estar pegada a la pared. Su mirada me eriza la piel, sigue siendo astuta y un tanto penetrante. Fascinante.- Que te robe otro beso.
Su proximidad hace que se me acelere el corazón, que mi respiración se ajite y que sienta unas ganas muy fuertes de abalanzarme sobre él.
- N-No... - tartamudeo y trato de respirar hondo - no lo sé, podrías comprobarlo - le reto, volviendo en mí misma y dejando un poco los nervios atrás. Me le acerco - ¿Tienes miedo?
Estamos tan cerca, tanto que nuestros cuerpos se rozan y en la que ya no sabemos cuál es la respiración del otro.
- Yo no tengo miedo, Layla. - alza una ceja con egocentrismo y se acerca aún más, pasa una mano por mi brazo de abajo hacia arriba hasta llegar a mi hombro derecho y poner su palma en mi nuca para acercar sus labios a los míos.
- Eres hermosa, pecas - susurra acercándose más.
Recuerdo entonces mis pecas esparcidas por mi nariz y pómulos, casi quiero sonreír pero entonces, me río - Eres un idiota, Jared. - lo empujo lejos de mí - Eres un iluso si crees que después de tus tonterías yo te voy a besar.
Aún aturdido, Jared frunce el ceño - La otra noche me seguiste el beso - me encojo de hombro y chasqueo la lengua.
- Pequeños detalles.
Abro la puerta de la habitación y me encierro en ella para que no vuelva a sacar el tema. Si Jared fuera mi caso, sería muy fácil manipularlo.
- Mujeres... - lo escucho murmurar detrás de la puerta, luego unos pasos alejarse y un portazo que proviene del otro lado del pasillo, en la habitación de Jared.
Es entonces cuando me desplomo, no sé lo que ocurre conmigo estos días que no puedo disimular las cosas con él.
Toda mi vida he sido la niña buena y hasta ahora nadie sabía mi actitud brusca, mi atracción hacia la nicotina o mis impulso de fumar marihuana. Hasta Jared.
¿Cómo sabe eso?
Entonces reparo en los días que no he estado en casa y en los que salgo de la cafetería a las dos de la tarde ahora que Criss contrató a dos chicos más, sobre todo porque ya es tiempo de que la universidad que está a un lado del negocio ya va a abrir en unos días. Quiere todo limpio.
Volviendo al tema, Jared ha revisado mis cosas. De eso estoy segura.
¿Se lo dirá a Criss?
¿Arruinará la fachada en la que tanto he trabajado por años?