¿quién eres? - Observación

Capítulo 13.

Muchas cosas él no previó cuando le planteó su idea a Facho la noche anterior, sobre todo relacionado a esa charla en particular.

 

―Ya escucharon todos ―dijo Pitu sin pensar―, el Emperador ha hablado.

―¡No me provoques, Campanita!

―¡Entonces, no me llames así! ―se lo quiso hacer ver―, molesta, ¿eh?

―¡Tú y yo, vamos a hablar! ―la sujetó de la mano para que lo siguiera.

 

Ella forcejeó para que dejara de estar arrastrándola como cavernícola, por lo que a la pasada tomó el papel donde aparecía escrito lo que había hablado en la charla.

 

―Te informo solo en caso de que no estés enterado que estas no son formas de tratar a las personas, además, ¡no es necesario que me lleves casi arrastrando! ―reclamó Pitu logrando soltar.

―¿Eh? ―la miró sorprendido―, tienes razón, perdón.

 

¿Qué estaba pasando?, ¿Santiago le acaba de encontrar la razón a Pitu?, ella se llegó a preguntar, ¿quién era él?

 

―¡Si quieres hablar, me lo pides como la gente!

―¿Hablemos, Campanita?

―Con usted no hay caso, Emperador.

―Bien, los acompañaré junto a Consu para asegurarnos que todo esté bien ―interrumpió Facho parándose entre ellos.

―¿Por qué no yo? ―preguntó Teo.

―A no ser que quieras repetirte sus reclamos, ahora aquí y después en tu casa, deja que vaya él―sugirió Consu.

―Que vaya, entonces ―dijo Teo llevándose a los demás.

―Quedas de dueño de casa tú ―advirtió Consu refiriéndose a Teo.

―Bien, ahora hablaremos los cuatro como personas civilizadas que somos todos ―y Facho se llevó a Santiago hacia el interior de la casa.

 

Entraron a una sala de estar con un ventanal que daba hacia el patio y el único que se sentó fue Facho, minutos después lo acompañó a su lado Consu quien se los quedó viendo en absoluto silencio.

 

Pasaban los minutos y nadie decía nada, Pitu comenzó a impacientarse. Supuso que ahora Santiago estaría dispuesto a no decir nada suponiendo que se acuerde de su defecto, por lo que se sintió con el deber de tener que hacer algo para que él hablara primero, así no le sacaría en cara que era impaciente, entonces, se dirigió a la puerta.

 

―¿Dónde crees que vas, Campanita?, estamos esperando tu comentario.

 

Cuando se giró ella sintiéndose que lo había logrado, se sorprendió verlo apoyado sobre la muralla observándola con sus manos en los bolsillos, tranquilo, sin cara de estar molesto, de hecho, tenía la quijada relajada, y no se debía exactamente a que él tuviera una sonrisa ganadora que de paso provocó en ella que se le llegara a apretar su estómago, sino algo que solo sus amigos sabían, pero que en más de dos oportunidades se lo había comentado Consu a Pitu: él era una persona diferente en el voluntariado.

 

―Te escuchamos, Campanita ―alzó una ceja y sonrió.

―Bien ―suspiró profundo aun sintiéndose algo confundida por la nueva actitud de él y se acercó a la mesa―, suponiendo que este es la escuela secundaria.

―¡Tus dibujos son un asco, Campanita! ―hizo el alcance casi ofendido.

―¿Quiere que le haga el comentario o no, Emperador? ―entrecerró los ojos mostrándose aburrida de sus reproches.

―¡Alto! ―alzó la voz Facho quien solo golpeó en la nuca a su amigo.

―¡Hey!, se supone que tú estás de mi parte.

―¡Solo deja que explique su punto, Santiago!

 

En el fondo, Pitu agradeció en silencio el gesto de Facho, y siguió dibujando primero para después explicar su comentario.

 

―Bien, suponiendo que la escuela secundaria representara un conejo…

―¿Un conejo, Campanita?, ¿en serio? ―la interrumpió al mismo tiempo que giraba la hoja como si quisiera identificarlo.

―¿Me deja terminar, Emperador? ―y le lanzó una mirada de pocos amigos.

―Bien, somos un conejo ―aceptó a regañadientes.

―Como iba diciendo, suponiendo que fuéramos un conejo y ocurriera una emergencia que la denominaremos zorro, yo sugiero tener más de dos variables como estrategias.

―¡Será un caos!, ¿quién eres?, ¿Sun Tzu?

―Al menos me ahorraste en explicarte el libro “El arte de la guerra”.

―¿No me dirás ahora que leen a Sun Tzu en tu universidad, Campanita?

―¿No me dirá que en la suya es lectura obligatoria, Emperador? ―ironizó lo mismo.

―Solo deja que termine su punto, Santiago ―reclamó Consu.

―Si tuvieran cuatro variables para empezar, las más comunes que podrían suceder, a las cuales denominaremos con las letras A, B, C y D, entonces, por cada variable deberían existir dos planes y así si falla una, ustedes estarán un paso más adelante porque tendrán otra de reserva…




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