Capítulo 3
Me siento como si fuera a confesar un asesinato, pero no cualquier asesinato, si no, uno bien grande de esos que son tachados de inhumado, que digo haber cometido un asesinato más bien una masacre, un holocausto.
Tengo los dos pares de ojos de las personas más importantes en mi vida puestos en mí, mi respiración no es regular, siento que muero lentamente, no alcanzó el aire, respiro profundo mientras trato de recuperar el aire, esto no le hace bien a los bebés.
Los miro discretamente, pero bajo la mirada, toman mi mano y me encuentro con Lilian sonriéndome dándome ánimos que no tengo, maldición dónde están mis agallas. Se las llevo el viento.
—¿Qué es lo que nos van a decir? Me tienen nerviosa — dice mi mamá.
—Sí, ¿qué es?, por qué están tan nerviosas – nos mira mi hermano – acaso ustedes se han vuelto… — nos señala con cara de horror, acaso mi hermano está pensando eso que estoy creyendo, es tan estúpido.
—Es eso hija.
—Como se le ocurre Mamá Myriam ni que tuviera tanta suerte Nina para fijarme en ella — intervienen mi amiga, mi mamá siempre ha sido una para ella – Claro que no, eso es algo que solo alguien como él se puede imaginar.
—Entonces dime…
Es hora no seas cobarde, por más que buscaba dentro de mí la valentía, no la encontraba. Nada de lo que pasa tiene algún sentido, tomando aire empiezo a hablar.
—Decir esto es muy difícil, pero tengo que hacerlo — cierro los ojos — estoy embarazada.
No escucho nada, estoy esperando los gritos, pero no hay nada con temor, abro los ojos y me encuentro con las caras de mi familia envueltas en incredulidad. Mi madre tiene sus dos manos tapando su boca y mi hermano por poco le llega la barbilla al suelo.
—Digan algo… —nada — por favor — salen mis lágrimas —Lo que sea, necesito escucharlos.
Sus expresiones siguen iguales y mi corazón se quiere desbordar, mi madre lentamente quita las manos de su boca y me mira fijamente, me duele ver un destello de disolución en ellos.
—Dime que es una broma Nina.
—No puedo decirte eso mamá — su rostro se convierte de incredulidad a decepción y mi corazón se vuelve pequeño, lo que nunca quise fue causarle sentir eso a mi madre — lo siento, madre —susurro bajando la cabeza.
—No lo puedo creer — deja caer su cabeza en sus manos — aún no es momento para eso y lo sabes.
—Lo siento mamá — repito.
En ese momento el huracán Bill hace presencia cuando mi hermano sale de su estado de shock.
— ¡¿Qué mierda estás diciendo Nina?! ¡¿Cómo que embrazada?!, ¿por qué?, dime quien fue el maldito, te juro que lo mató — se acerca a mí — ¡solo quiero saber eso, dime! — grita.
—No le grites o te pateo las bolas — dice Lilian —No ves que está nerviosa y asustada.
—¡No te metas! — ruge —Eso debió de pensarlo mucho antes, Nina alza la maldita cabeza, nada puedes hacer ya, la embarraste, por qué fuiste tan estúpida.
Alzo mi cabeza y lo miro a los ojos encontrándome sus ojos rojos, llenos de rabia y frustración. Yo amo a mi hermano, es el primer y único hombre que he admirado toda mi vida. Su rabia y dolor me parte el corazón.
—Bill… —no puedo decir nada más, las palabras se quedan atoradas en mi garganta, rápidamente limpio una lágrima de mi cara.
—Bill, nada Nina — se pone de pie y tira la silla al suelo — Acaso no conoces los condones o las anticonceptivas, cuando cumpliste los dieciocho años, te regale una maldita caja entera. El problema no es el sexo, es que no te cuides, no creí que fueras tan tonta.
—Lo siento… — repito mientras Lilian soba mi espalda.
— Dime quien es el papá — repite — que me lo digas — estrelló su puño con la mesa y me sobresaltó — ¡Con un demonio habla! ¡Maldición! — grita.
—¡Basta! — el grito de mi madre opaca por completo los de mi hermano — deja de gritar, eso no ayuda en nada, métetelo a la cabeza; tu hermana ya está embarazada por más que grites, eso no va a cambiar, solo que me dé jaqueca y tu hermana se altere y eso le hace daño al bebe.
Escucho cada palabra de mi madre con atención y es ahí cuando caigo en cuenta que no he otro detalle. Si enloquecieron con uno.
—bebes — me miran — son mellizos.
—Dos, ahora con más quiero matar al maldito, solo habla Nina, se me van a explotar las venas.
En esta ocasión Bill habla con una muy fingida calma. Lo hace por mi madre.
—Tu hermano tiene razón quién es el papa Nina.
Esa respuesta la pensé mil veces antes de venir y sentarme frente a ellos, y no llegue a una, ¿qué voy a decir? Que no tengo ni idea quién es. Eso le causaría un infarto a mi madre y tres a Bill.
—Él no está mamá, no sé nada de él, no lo he visto más— prefiero quedar como una idiota a quien enamoraron y dejaron — desapareció —continuo —se esfumó.
Después de haber dicho esas palabras el rostro de mi madre se convierte en total sombra, no puedo descifrar que hay en esa mente, cosa que me duele, después de un largo rato habla de nuevo.