¿quién es él Culpable?

Capitulo 9

Capítulo 9

Derek

Verla aquí, en este restaurante, acompañada por uno de mis mejores amigos… no me sorprende. Creo que ya estoy entrenado para encontrarla en cualquier esquina del planeta. Al menos hoy no está desmayándose, llorando, vomitando o a punto de ser atropellada. Qué descanso, porque honestamente caballero andante no soy.

Pero verla aquí me pareció oportuno. Una oportunidad caída del cielo. Si ella está aquí, puedo acercarme a ella y, por ende, a Lilian… y así ayudar a Octavio. Si el destino insiste en ponernos uno frente al otro, pues habrá que aprovecharle la terquedad.

Nunca me había detenido a mirarla bien. Todos nuestros encuentros siempre han sido extraños, acelerados, como si estuviera a una desgracia de protagonizar una telenovela.
Pero hoy… hoy la veo de verdad.
Y no como la pobre muchacha que vive metiéndose en problemas, sino como la mujer.

Es hermosa.
Y no esa hermosura obvia que cansa, sino una que vibra sin esfuerzo. Su sonrisa es tan genuina que se nota cuando miente… y eso me gusta. Me gusta demasiado.

Cuando me dio la mano y sus ojos chocaron con los míos, algo se movió dentro de mí. No sé qué fue… pero tembló.

—Ya te traigo a Josué —le murmuro a Christian. Él asiente, nervioso, como siempre que su tormento sentimental está cerca.

Camino hasta mis amigos. A Josué y Esteban los conocí en la universidad; son mis hermanos escogidos. Parte vital de mis caos nocturnos y mis resacas. Los aparto del grupo de conocidos que siempre nos siguen como moscas a cualquier fiesta.

Yo no quiero relaciones serias —mi vida me encanta tal como está—, pero creer en el amor… sí creo. Al menos en el ajeno. Por eso hago mi mayor esfuerzo en ver felices a los demás, ya que yo no tengo intención de complicarme la existencia.

—Miren ahí —les digo, inclinando la cabeza hacia la mesa del fondo.
Los dos siguen la dirección de mi mirada.

Christian está sentado con ella… con Nina… completamente entretenido como si el mundo no existiera.

Josué arquea una ceja.
Esteban suelta una carcajada.

—Y está bien entretenido con esa muchacha, ¿quién es? —dice Esteban mientras afina la vista—. Me parece haberla visto antes… —frunce el ceño y se queda pensativo—. Estoy seguro de que la conozco de algún lado, y tuvo que haber sido con Christian. Está muy guapa.

Un gruñido sale de Josué. No me aguanto la sonrisa; bien hecho, por cobarde.

—Pues sí —respondo con aire casual—, Christian siempre ha estado rodeado de mujeres bellas.
Otro gruñido de Josué.
—Y ella lo es.

Los llevo hasta la mesa donde los dejé hace unos minutos. Esteban es el primero en saludar a Christian; siempre se han llevado bien, aunque no sean tan cercanos. Josué, en cambio, tiene esa mirada de “o me voy o hago un escándalo” grabada en la frente.

—¿Cómo has estado, Christian? —pregunta Josué con esa voz suave que solo usa con él.

—Muy bien —responde Christian sin entusiasmo alguno. De hecho, suena como si lo hubieran obligado a decirlo a punta de pistola.

Y justo entonces escuchamos un suspiro profundo.
Uno de esos que hace que todos giren la cabeza al mismo tiempo.

Ella.
Nina.

Parece que entró en trance: se toma el cuello con una mano y con la otra se aferra a la mesa. La observo… lleva días así, frágil y fuerte a la vez. Una combinación explosiva.

Cierra los ojos, bebe agua como si fuera a ahogarse.
Obviamente algo le iba a pasar. Siempre le pasa algo.

—¿Estás bien? —decimos todos al unísono.

Yo los miro indignado.

—Esa pregunta la hago yo —gruño.

Me agacho a su altura. Le quito el vaso de entre las manos; están heladas.
Me mira, pero no me ve. Esa expresión… como si la realidad se le deshiciera entre los dedos.

—Una vez más, Nina… ¿estás bien? —susurro, tratando de llevarla de vuelta.
No responde.
—Tranquila, nena… respiremos juntos. Inhala… exhala —marco el ritmo despacio, exagerado.

Ella, por fin, me sigue.
Poco a poco vuelve a este mundo.

Cuando recupera el color, me pongo de pie. Vuelvo con mis amigos, que me miran como si acabaran de presenciar un milagro digno de documentarse.

—¿Qué? —les digo encogiéndome de hombros—. La conozco. Es paciente de mi hermano. Y siempre le está pasando algo. No es la primera vez que la ayudo.

Josué levanta una ceja.
Esteban sonríe con diversión.

*********************************

Nina

Al tener esas caras frente a mí, todas inclinadas con la misma pregunta—“¿estás bien?”—mi cabeza hace lo de siempre: escapar. Me voy a otro mundo. Un mundo donde el aire desaparece y el pánico aparece como dueño y señor.
Y Derek… ese hombre insoportable, arrogante, bello y útil… hace lo suyo, como siempre. Me agarra, respira conmigo, y me arrastra de vuelta a este planeta.

Tardo unos segundos más de lo normal, pero por fin logro tragar aire sin parecer un pez fuera del agua.

—Sí… solo se me fue un poco el aire —miento torpemente mientras me pongo de pie—. Soy Nina Cranston, mucho gusto. Me encanta conocer a las amistades de Christian.

Christian se acerca y pone su mano en mi cintura con elegancia falsa de telenovela.
—Ellos son Josué y Esteban —dice señalándolos.

Y ahí es donde el universo me pateó las neuronas.

Porque uno de esos hombres—el del ceño fruncido, el que parece estar odiando la existencia, el que no me quita la mirada rara—es él.
El dueño del bar.
El amigo del culpable.
El que podría saber exactamente quién… diablos… es el padre de mis hijos.

Mi corazón da un salto y mi estómago… bueno, hace lo que siempre hace: un espectáculo.
Me arde la garganta.
Me tiemblan las manos.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 05.12.2025

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