¿quién es él Culpable?

Capitulo 13

Esto sí es un verdadero drama. ¿Qué clase de chiste es este?
Miro al techo con angustia: es Derek. El padre de mis hijos es Derek.

—Ya le tengo un regalo de cumpleaños… doble —balbuceo.

Tengo ganas de llorar, de salir corriendo, de esconderme de él.
Aunque mi cabeza me suplica que huya, mi alma hace lo contrario: suelto una carcajada tan escandalosa que los dos hombres me miran espantados.

—¿Estás bien? —escucho que pregunta Christian, pero sigo riendo como una loca.

Claro que era él. Desde que apareció como uno de los sospechosos, debí haberlo sabido. ¿Quién más podría ser?
Solo Derek. Solo él podría ser el padre de mis hijos.

Lo conocí de la manera más absurda: resultó ser el hermano de mi médico. Siempre me pareció conocido, y ahora entiendo por qué.
Me lo encontraba en cualquier momento y en cualquier lugar. Nunca fue casualidad. Todo ha sido obra del maldito destino.

—No… no estoy bien —respondo, cambiando de la risa al llanto con la misma intensidad—.
Miro a Christian como si él fuera la única solución al caos que llevo encima.
—¿Derek?

Octavio… sí, es el tío —responde él, como si esa frase bastara para arreglar mi vida. Sé que está bromeando, pero ya ni la idea de que el bombón sea el tío de mis hijos me alegra. Ni un poquito.

—El doctor bombón es el tío de mis hijos… —digo entre lágrimas, deshaciéndome por completo.

—¿Por qué le dice así a Octavio?

—Es muy guapo, lo admiro en secreto —confieso—, pero su hermano es un idiota.

—Ese idiota, como lo llamas, es el padre de tus hijos. ¡Dios mío, Nina, Derek!

—Derek… —no termino de asimilarlo.

—Sí, es Derek —me abraza Christian—. Tranquila, es buen tipo.

Lo miro a los ojos y, en vez de tranquilizarme, siento cómo un ronquido profundo, casi animal, se me escapa de la garganta.

—Es un grosero.

—Mi vida, al menos ya sabes quién es el papá de tus hijos. Ese Derek es un pillo: dos de una sola estocada.

—No te burles —le ruego—. No sé qué hacer ahora. Ya tengo la información que tanto deseaba… pero no sé qué hacer con ella —cierro los ojos—. Me da miedo decirle, hablarle, mirarlo… mejor dicho, estoy en pánico.

—Él tiene que saberlo —interviene Josué—. Hay dos vidas de por medio, y son su responsabilidad.

—Es que me aterra pararme enfrente de él y decirle: “Hola… ¿recuerdas que estoy embarazada y que me has preguntado varias veces por el padre de los mellizos? Pues te tengo noticias: son tuyos. No me acuerdo de haberme acostado contigo, pero tampoco tengo dudas”. —Me tapo la cara con las manos—. Sería ridículo.

Mi realidad es un maldito chiste.

*******************

DEREK

Veo a lo lejos cómo la pelirroja se acerca a mí con una cara terrible, mientras mi hermano se queda atrás sonriendo como si disfrutara del espectáculo.

—¿Dónde está Nina?

—Se fue con Christian. Están arriba, en las oficinas.

—¿Y cómo llego? —la chica parece una chimenea de humo.

—Te llevo. No te van a dejar pasar sola.

Ella me sigue, aunque no del todo convencida. Camino entre el mar de gente hasta la puerta; el vigilante nos deja pasar sin problemas y avanzo directo hacia la oficina.

Apenas entro, algo me golpea: un silencio extraño, espeso.
Siento un nudo frío en la espalda. Todas las miradas se clavan en mí.
Levanto la mano para saludar, pero los tres pares de ojos siguen fijos en mí con expresiones de espanto.

—¿Qué les pasa? —pregunto con una sonrisa, porque honestamente me parece chistoso—. Sé que es mi cumpleaños y debo ser el centro de atención, pero esto parece… ¿una exhibición?

Nadie me responde.
Me ignoran por completo, lo cual me causa todavía más gracia. Pasan los segundos y siguen callados, así que ya doy por sentado que algo raro pasa. Y que tiene que ver conmigo.

Abro la boca para hablar otra vez cuando una imagen en el televisor de la oficina me detiene.
Me acerco.
Parpadeo.
No lo creo.

Soy yo.
Yo… y Nina.
Y esa grabación no es de hoy.

Mis ojos corren de un lado a otro en la pantalla hasta encontrar la fecha.
Y allí lo entiendo todo.
El ácido se me sube a la garganta. La chica con la que estuve… era ella.

Me volteo hacia Nina.
Pero ella no me mira. Tiene la cara enterrada entre las manos.
Y mis ojos, sin permiso, van directo a su barriga.

Mi cuerpo tambalea.
La idea se instala como un golpe seco en el pecho: está embarazada.

El aire abandona mis pulmones.
Dios…
La realidad me cae encima como un alud de tierra.

—Necesito un trago —digo, dejándome caer en una silla y abriendo dos botones de mi camisa—. La botella completa.

Lilian habla, con la voz temblando:

—¿Es él, Nina?

—Las cámaras lo confirmaron —responde ella con un tono suave que me remata.

__________

Acribillo a Lilian con la mirada para que se quede quieta. Al final, la culpa es de ambos.
Alzo la vista y veo al padre de mis bebés: Derek está tan pálido como un papel. Su amigo le acerca un trago y él lo bebe como si fuera evaporarse junto con la realidad. Cristian, en cambio, decide alejarse un poco de mí.

—Creo que deben hablar —dice.

Lo miro como si acabara de decir la estupidez más grande del siglo.

Sin que nadie más se atreva a decir algo, todos salen de la oficina y nos dejan solos. Lo miro de reojo: sigue atónito, petrificado.
Suelto aire, trato de recomponerme. Me levanto y camino hacia la misteriosa puerta del fondo. La abro con cuidado.

Es un miniapartamento: una pequeña cocina, una sala diminuta y, al fondo, una cama cubierta con sábanas grises. Cierro los ojos.

“Me gusta tu tatuaje…”
La frase golpea mi mente como un flash.

Regreso hacia Derek. Si él es realmente el padre, tiene que tener el tatuaje. Mi cabeza todavía busca un motivo para negar lo evidente.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 05.12.2025

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