¿quién es él Culpable?

Capitulo 20

NINA

Jamás recordé haber dormido entre unas sábanas tan deliciosas. Se sentían suaves, frías, como si guardaran un encanto secreto que nadie te advierte pero que agradeces en cuanto roza tu piel. ¿A quién no le gustan las sábanas frías? Seguramente a la mitad del planeta, pero hoy yo pertenezco a la mitad privilegiada.

El olor que desprendían era embriagador, tan rico que mis pobres sábanas quedaron humilladas en comparación. No es que antes olieran mal, pero esto… esto era otra categoría. Si no estuviera medio dormida, me reiría de las palabras tan rebuscadas que últimamente mi cabeza decide usar.

Abro los ojos poco a poco. Me cuesta acostumbrarme a la penumbra. Un ronquido suave me llama la atención. Me incorporo apenas, buscando el origen del sonido. Esta no es mi cama, obviamente. Si hubiera sido la mía, ya me habría caído al suelo con tanto movimiento.

Hay un bulto en el piso. La oscuridad no ayuda, pero sé que es Derek.

Dudo muchísimo que en esta casa enorme no exista una sola habitación libre donde él pudiera dormir cómodo. Aun así, está ahí, tirado en el piso… como si hubiera decidido quedarse cerca de mí. Y esa idea, por ridícula que sea, hace que mi pecho se infle un poco. No pienso analizar ese sentimiento, no pienso darle forma ni nombre. Ya tengo suficiente caos hormonal encima.

Me enredo otra vez entre sus sábanas, que huelen peligrosamente a él, y dejo que el sueño me vuelva a arrastrar. No sé qué hora es. Mi cuerpo solo sabe que necesita descansar un poco más.

—¿Un trago más? —ya había tomado los suficientes como para saber que mi sentido común estaba estropeado, al menos esta noche. Uno más no iba a marcar la diferencia. No tenía idea de dónde había salido este hombre ni cómo terminé sentada con él durante más de dos horas. Y lo peor, o lo mejor, era que no quería irme de su lado.

—Está bueno, ¿verdad? Mi amigo dijo que lo había traído quién sabe de dónde.

Supongo que tiene razón. El sabor del alcohol siempre está marcado por su origen.

—Fabuloso —no sé de dónde salió esa palabra ni por qué la pronuncié como si fuera una experta catadora de tequila.

—¿Bailas? —preguntó. Aunque estábamos en una especie de oficina en el segundo piso, la música retumbaba como si estuviéramos al lado de las bocinas. Me extendió la mano, y su sonrisa dejó ver sus hoyuelos. No quería rechazarlo. Sonreí y acepté. Bailamos. Bailé con él lo que no había bailado en toda mi vida.

Con él todo era fácil. Hablar era fácil. Sonreír era fácil. Disfrutar… era inevitable.

Los segundos, los minutos, las horas, todo se mezcló. Mi noción del tiempo se deshizo igual que mi razón. Primero lo abracé, me colgué de su cuello sin pudor, luego en algún momento él buscó mi boca… o tal vez fui yo. Qué importa. A esas alturas, solo sentía. Mi razón estaba mucho más borracha que yo.

—Dios… eres hermosa —su sinceridad me incendió el pecho—. Solo Dios sabe lo que quiero hacer contigo —sus besos eran suaves y apasionados al mismo tiempo—. Pero estamos hechos un embrollo, no sé qué tan buena idea sea sucumbir a nuestros deseos en estas condiciones.

Claro que tenía razón. Yo llevaba horas sin pensar. Pero tampoco quería despegarme de él.

Y él… aunque intentara ser razonable, su boca y sus manos lo desmentían.

—De hecho, es la primera vez que me detengo a pensar —su voz se volvió ronca, y sus ojos parecían llamaradas.

—No quiero que reflexiones… yo no soy capaz de coordinar dos ideas —murmuré, sintiendo un huracán en el vientre y otro más abajo.

—Que Dios me ampare, mujer…

Se puso de pie llevándome con él, sujetándome con una facilidad que me desarmó. Me guió de una puerta a otra hasta que entramos a una habitación. No me importaba dónde estábamos; solo existía él. Si el mundo quería acabarse después, era libre de hacerlo.

Había una seguridad en sus movimientos que me hizo sentir algo nuevo: necesidad. Una necesidad ahogada, urgente.

—Me ahogo —susurré—. No encuentro aire.

—No más que yo…

Nos abrazamos y el beso volvió, más voraz. Me puso de espaldas y bajó la cremallera de mi vestido. La tela cayó al suelo sin resistencia. Un suspiro escapó de mi boca. Me giré para verlo y para que él me viera. Por alguna razón, me sentí poderosa.

Él no mostraba ninguna expresión, pero en sus ojos… había una tormenta. Extendió un brazo, rodeó mi cintura y me atrajo con firmeza. Su otra mano recorrió mi costado hasta apoderarse de uno de mis senos. Bajó la cabeza y ahí, juro, morí. Mi perdición sería él.

Cuando caímos sobre la cama, lo que imaginé que podía pasar… pasó. Y yo solo quería gritar. Y grité.

—¡Ah! ¡Derek! —

Una luz fuerte me golpeó los ojos. Desperté sobresaltada. El corazón me retumbaba en el pecho.

—¡Nina! —la voz de Derek—. ¿Estás bien?

Pestañeo varias veces, buscando anclarme, buscando un poco de paz. Lo encuentro ahí, parado al lado de la cama, con una cara de espanto que solo empeora mi vergüenza.

—Estoy bien —murmuro, aunque no sé si me alcanza a escuchar.

Quería que la cama se abriera y me tragara viva. Eso no había sido un grito cualquiera… había sido un gemido. Un gemido por él. Cierro los ojos con fuerza. Padre santo. Así fue como lo hicimos. ¿Hicimos? Sacudo la cabeza. Así fue como pasó todo. Así llegamos aquí.

Alzo la vista. Él sigue ahí, silencioso. Y lo peor… es que ese hombre fue maravilloso aquella noche.

—Es… estoy bien —balbuceo—. Tuve una pesadilla… que me caía, y tú sabes lo que puede provocar una caída en mi estado.

Hablo demasiado. No puedo parar.

Si piensa algo, se lo guarda.
—Okay… ¿estás tranquila?

Avanza con pasos medidos y se sienta a mi lado. Pone una mano en mi hombro y el calor atraviesa mi blusa, directo a mi piel. Doy un pequeño salto. No por él… sino por mí. Por lo que recordé. Por lo que todavía siento en alguna parte escondida de mi cuerpo.



#325 en Novela romántica
#138 en Chick lit

En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 05.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.