¿quién es él Culpable?

Capitulo 22

DEREK

—¿Cómo me vas a presentar? —su pregunta me toma desprevenido. La miro de reojo mientras avanzamos por el pasillo, aún unidos por la mano como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Qué quieres decir? —pregunto, aunque su cara lo dice todo: curiosidad, nervios, un poquito de pánico… y otra cosa que no quiero analizar.

—Cuando llegaste al consultorio dijiste que te escapaste de una reunión —continúa—. Supongo que vamos hacia ese lugar, ¿no?

Sé exactamente a dónde quiere llegar.
Y estoy tentado a soltar una carcajada solo por verla hacerse un nudo sola.
Es adorable cuando se enreda así.

—Sí —respondo con calma—. Vamos a mi despacho. Ahí mismo está la sala de juntas.

Desde que salimos del consultorio no he soltado su mano.
Ni pienso hacerlo.
Un impulso estúpido, o tal vez necesario, me hace entrelazar nuestros dedos con más fuerza.

—Y debe de haber mucha gente malhumorada dada mi ausencia —añado.

—¿Les habías dicho que ibas a ver a tus hijos? —pregunta, casi como quien tantea el terreno.

—Cosa que no me han creído —respondo con un dejo de molestia—.
Y sinceramente, es insultante.

Lo digo porque es verdad.
Porque nadie me toma en serio cuando digo “mis hijos”.
Porque todos creen que es imposible.

Cuando nadie en esa sala parecía necesitar un respiro, yo me estaba ahogando. Llevaba tres días escuchando a Nina repetir una y otra vez lo emocionada que estaba por ver a los bebés en su quinto mes. Tres días donde cada palabra suya me golpeaba más fuerte que cualquier cifra o contrato.

La promesa que me había hecho en silencio era simple: no fallarle.
No a ella.
No a ellos.

Y aunque nunca lo dije en voz alta, sabía que su insistencia era una invitación. Una manera torpe y tierna de decir: quiero que estés ahí.

Cuando la reunión se volvió un torbellino de voces ignorantes, solté la bomba:
“Voy a ver a mis hijos en su ecografía.”

Nadie me creyó.
Literalmente nadie.
Como si fuera un mal chiste, como si mi vida no estuviera cambiando a cada minuto.

—Por eso… —Nina tose un poco, con esa mezcla de nervios y picardía suya— al vernos… más bien al verme —se señala la barriga— se darán cuenta de que sí hay bebés. Bueno… habrá bebés.

—Pues sabrán quién eres tú —le digo, seguro.

—¿Y quién soy? —pregunta, con una vulnerabilidad que me rasga el pecho.

Tomo nuestra mano entrelazada, la acerco a mi boca y beso sus dedos.

—Nina. Eres Nina.

Y aunque mis palabras son simples, llevan dentro todo lo que todavía no me atrevo a nombrar.

Seguimos el camino hasta mi oficina.
Pero apenas cruzamos el umbral, mi secretaria sale a interceptarme como un misil humano.

—¡Derek! —me suelta el regaño. Cuando usa mi nombre, es porque estoy muerto para ella—. Están todos locos buscándolo, y por ende, me están volviendo loca. He llamado varias veces al joven Octavio sin respuesta.

Perfecto.
Justo lo que necesitaba: más caos encima de mi caos.

Siento a Nina tensarse a mi lado.
Aprieto su mano.

—Ya estoy aquí —le digo, anunciando lo obvio—. Tenía un asunto demasiado importante que atender, querida Jenner.

Su mirada cambia al instante; la curiosidad se le enciende en los ojos. Su atención pasa directamente a la mujer que llevo al lado.

—¿Es cierto? ¿De verdad vas a ser padre? No lo puedo creer —se ríe con una mezcla de incredulidad y satisfacción—. Pensé que jamás te vería en estas. Tu madre estaría extasiada de felicidad, te abrazaría, hijo… pero hay gente esperando. Y sabes algo: debí jubilarme cuando me diste la oportunidad. He estado aguantando a la señorita Smith demasiadas horas.

Cierro los ojos un segundo.
Había olvidado a la señorita Smith.
Y su presencia.
Y su temperamento.
Solo espero que no haga sentir incómoda a Nina.

—Preséntame a esta preciosura y arriesgada mujer —continúa Jenner—. Hija, ¿en qué estabas pensando cuando te metiste con este niño?

—En realidad no estaba pensando —responde Nina con suavidad, regalándole una sonrisa—. Soy Nina, y como se ha dado cuenta, tendré a los bebés de Derek.

—¿Bebés? —Jenner gira hacia mí como si acabara de descubrir una nueva galaxia.

—Larga historia —respondo, dejando claro que no pienso resumirla ahí—. Cuídala, por favor. Llévala a la oficina. Yo me encargo de la junta.

Respiro hondo.
Profundo.
Porque si no lo hago, no retomo la compostura.

Me alejo de ellas, sintiendo cómo el mundo que conozco se queda atrás mientras camino hacia los inversionistas que sigo dejando plantados.

NINA

Si alguna vez me hubiera detenido a imaginar cómo sería la secretaria de Derek, te juro que me la habría imaginado distinta.
Cualquier cosa… menos alguien tan adorable.

Pero claro, jamás pensé demasiado en Derek trabajando.
Sabía que ganaba dinero, que vivía bien, que respiraba contratos… pero nunca me lo imaginé en un ambiente tan serio.
Él, que a veces parece una mezcla humana entre caos y soberbia.
Y sin embargo aquí estaba: un mundo ordenado, elegante, en donde cada detalle gritaba Derek vive aquí.

Jenner —ese nombre me lo dio ella, porque Derek ni siquiera tuvo la decencia mínima de presentarme como a una persona real— me observaba con una mezcla de ternura y emoción.
Había sido mano derecha de la madre de los hermanos maravilla cuando era apenas una joven, y desde entonces conocía a esos dos como si los hubiera parido ella misma.

—¿Cuánto tiempo tienes, linda? —me pregunta con una dulzura que me desarma.

—Acabo de cumplir cinco meses —respondo—. Estábamos en revisión con Octavio.

—¡Oh! Ninguno de esos muchachos me ha dicho nada —exclama, llevándose una mano dramáticamente al pecho—. No tienen consideración con mi edad. A esta edad la información es un aliciente para seguir viviendo. Aunque… —me mira con ojo clínico— pareciera de más tiempo.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 05.12.2025

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