¿quién es él Culpable?

Capitulo 24

NINA

—¿Lo puedo noquear? Solo tienes que pedirlo —Lilian tira un puño al aire, y el gesto es tan cómico que me arranca una sonrisa; con esas uñas rojas larguísimas ni siquiera logra cerrar bien la mano—. Sabes que soy capaz.

Sonrío mientras me recojo el cabello en una cola alta. Lilian me defendería hasta de ella misma si pudiera… aunque al final, quien más ha necesitado mis abrazos casi siempre ha sido ella.

—Eres capaz de todo, Lili —le digo con suavidad—. Pero aunque se lo merezca por idiota, no estoy segura de querer verlo con un ojo morado. No combinaría con esos “ojotes” verdes que se gasta. Es desgraciadamente guapo.

Lo último lo suelto como una queja atorada en la garganta. Lilian asiente, confirmando lo evidente.

—Además —suspiro, cansándome de mí misma— me gusta demasiado que sonría… y si lo golpeas ya no lo hará.

—Estás muy amorosa con él —se queja—, aunque tampoco sería bueno dar un espectáculo de esos en la casa de tu madre. Ahí sí nos interroga y nos saca las tripas.

Mi madre ha afilado más su genio en las últimas cuarenta y ocho horas; está más seria, irritable y nada receptiva a una conversación conmigo. Me tiene incómoda, casi fuera de lugar en la casa donde he vivido toda mi vida.

—Mi madre se convertiría en agente del FBI inmediatamente. ¿La has visto?
—¿Que si la he visto? Ahorita, cuando pasé por la sala, creo que solo se conformó con verme. Me imagino que cree que soy tu alcahueta en todo este asunto revuelto con el tonto de Derek.

—Pensé que Derek solo era mi problema…
—Tu mamá está hecha un águila expectante —Lilian se queda en silencio, como quien recuerda algo que no quiere pronunciar—. Nina… ¿estás segura, segura, segurísima de que sí va a venir OCTAVIO?

—Estoy segurísima —le doy la última capa de rímel a mis pestañas mientras contengo la respiración.

—No es buen momento para que alguien distinto a ustedes nos vea compartiendo espacio. Tu mamá puede pensar cosas… y yo no estoy preparada para hablar de Octavio en voz alta con alguien más que no seas tú.

—Ni yo sé bien qué es lo que pasa entre ustedes.

Lilian ignora el comentario, se dramatiza con elegancia y elige un instante de tragedia:

—¿Qué voy a hacer? —la miro a través del espejo mientras su mente se enciende—. Lo ignoraré, haré como que apenas lo conozco. Eso haré.

Mi amiga logra lo que no he conseguido en todo el día: sacarme una risa natural, limpia, de esas que alivian el pecho.

—Lili, te amo, pero lo que acabas de decir es tan tonto…

Ella hace un mohín dramático, digno de ella misma.

—Es un buen plan —protesta y se cruza de brazos como niña ofendida.

—Parece un plan lógico… si te refieres a esos planes que solo funcionan en la cabeza. En la vida real es casi imposible de ejecutar —me río—. Dudo muchísimo que él te ignore. Mírate en el espejo, pareces sacada de una portada recién impresa. Créeme, se le van a chorrear las babas.

—He venido directo de las fotos —dice con falsa modestia. Hoy tuvo sesión en locación, así que está en modo modelo total: vestido, tacones, extensiones, un maquillaje infartante—. Lo importante es que yo controle las ganas de desmayarme. Él podrá hacer lo que quiera. ¿Lista?

—No, pero ni modos —digo con resignación. Ella me extiende los brazos y salimos de mi habitación.

No lo había visto desde ayer en la noche, después de que nos besáramos. Nunca había sentido tantos sentimientos juntos: nervios, ganas, angustia, incertidumbre, pasión… fue demasiado para un solo cuerpo, para un solo corazón.
Después de reconocer los labios de Derek me quedé unos segundos con los ojos cerrados, y luego le supliqué que me trajera a casa.
Él no llamó en todo el día. No sé si se arrepintió o decidió darme espacio, y no tengo claro qué es peor.

—Llegaron —anunció mi madre cuando estábamos bajando las escaleras. Fue directo a la puerta a recibirlos.

Al abrir, parece que hasta el clima les hace reverencia a los hermanos maravilla.
Mi madre tiene enfrente a Octavio y Derek: tan iguales y tan distintos que es casi hipnótico verlos.

Miro a Derek… y, como idiota, hago un gesto de fastidio con la boca.
¿Para qué lo hago?
Porque estoy harta de que me quite el aire.
Antes de él yo respiraba normal, ¡normal! Nada me afectaba. Pero desde que entró en mi vida, el aire se evapora apenas lo veo.

Agarro más fuerte la mano de Lilian mientras terminamos de bajar las escaleras.

Los dos hombres entran. El primero en hablar, por supuesto, es Derek:

—Buenas noches, señora —su voz retumba, resonante, insoportable—. Mi hermano Octavio.

Siempre lo presenta igual: con ese tono de orgullo y respeto hacia Octavio que casi me ablanda.

—Mucho gusto… Myriam.

—Un gusto volver a verla, señora —dice Octavio, amable, perfecto, con esa sonrisa a medio lado que me hace querer sacar un cartel gigante que diga SOY TU FAN NÚMERO UNO.

Pero mi madre ignora la mano extendida de mi bello Octavio.

La vergüenza me atraviesa como una lanza.
Si hay alguien en este mundo que no merece ser tratado así es él.
Mi doctor. El hombre que siempre me ha tratado con tanta delicadeza.

Aparto la mirada.
El gesto de desagrado de mi madre me estresa, me cala, me incomoda.
No sé qué le pasa.

Mi madre intenta fingir una cordialidad que no siente, los hace pasar y, después de saludarla, ambos se dirigen hacia nosotras.

Y ahí están frente a mí.
Puedo ver la guapura que se gasta tan de cerca que casi duele.

—Señoritas… —Octavio, haciendo gala de su galantería, es el primero en acercarse. Nos toma la mano a cada una y la saluda con un beso. Por supuesto, su boca se queda cinco segundos más en la mano de Lilian—. ¿Y mis muchachos? —ríe mientras toca mi barriga.

—Muy bien…

Luego es el turno de Derek. Su cara viene adornada con una de sus sonrisas encantadoras, esas que parecen hechas para perjudicarme.
Primero va con Lilian; me sorprende que la abrace y deje un beso en su mejilla. Después hace lo mismo conmigo.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 05.12.2025

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