Capítulo 26
—Debemos de hablar — me temblaban las benditas manos — Estamos ignorando las cosas Derek —su mirada de terror claramente era lo que menos deseaba, sintiéndome derrotada, acomodo mi cuerpo en un sillón y cierro los ojos — Eres un idiota… — eso siempre lo hemos sabido, pero decirlo en voz alta es relajante.
Hoy en la mañana, cuando abrí los ojos una vez más, me encontraba sola en la cama como venía sucediendo desde que llegué a esa casa hace treinta días.
La verdad nunca hablamos el hecho de compartir habitación y dormir juntos simplemente pasó, los días desde que vivíamos en el mismo techo eran tan simples y rutinarios que apestaban, cuando abría mis ojos cada mañana él ya estaba despierto y totalmente listo para empezar su día.
Todas las mañanas me esperaba en la cocina para desayunar, luego me llevaba a la agencia, durante el día me escribía constantemente preguntándome por mi día y si todo iba bien.
Y al final de la jornada me pasaba a recoger, hablamos de todo menos de nosotros durante el transcurso hasta casa, cenábamos sin ningún tipo de alteración en la conversación, nada de temas personales ni siquiera mencionaba a los bebés.
Terminando de cenar subía a la habitación y él se iba algún lugar de la casa, cada noche me esforzaba para no dormirme y poder hablar con él, pero no lo conseguía. Subía a quien sabe a qué hora, si no fuera por las veces que me levanto a orinar en la madrugada y lo veo dormido a mi lado, creería que siempre pasaba las noches sola.
Así que había llegado a un punto donde estaba aburrida y muy angustiada, por ende decidí hacer una alteración en la rutina y ahora estoy en su despacho esperando algo de él.
—Está claro que nuestra situación es digámoslo peculiar, yo no estoy en condiciones para vivir en incertidumbre Derek.
Me quedo en silencio durante un par de segundos, no dice nada.
—Creí que habíamos construido un vínculo, que entre los dos había confianza —está mirando para todos lados —lo mejor va a hacer que me cambie de habitación, yo… hablaré con Octavio para buscar una adecuada en la casa, estoy entrando en la semana veintiséis, son seis meses que parecen nueve, no me apetece verme en un lugar nuevo, desconocido, sola y sin ayuda, cuando nazcan vemos que hacemos.
Me pongo lentamente en pie, cada vez manejo peor el peso, mi movilidad está lejos de ser como siempre.
—Voy con Octavio, necesito algo para el dolor de espalda —sigo de pie esperando que diga algo —¡Idiota! — le digo antes de girarme hacia la puerta.
—Cuando acordamos llevarnos mejor te dije que podía arruinarlo sin querer muchas veces — su inesperada voz hace que detenga mis pasos — y al parecer ya empecé — puedo sentir cómo avanza hasta sentirlo atrás de mí, casi tocando mi espalda —No quiero dormir solo Nina — mi corazón empieza a latir —Yo… — toma mis brazos alrededor tuyo —no sé cómo enfrentarme a ti…
—¿Cómo? —digo en un susurro ahogado.
—Supongo que sabes a través de Christian cosas mías.
No hago ningún gesto, no echaré a mi amigo al agua por nada en el mundo.
—He tenido amoríos, muchos en realidad.
—Como la señorita Smith — no pude aguantar la tentación de mencionarla.
—Como la señorita Smith y unas cuantas más… pero con ninguna sentí algún tipo de conexión, fueron relaciones que duraban lo que tenían que durar, ya que por mucho que lo intentara nunca iban a ningún lugar.
—Sin embargo, te ibas a casar — ese era otro temita que tenía atorado en mi garganta — No entiendo.
—¿Yo dije que le pedí matrimonio? — no respondí — ¡contesta!
—No, fue ella — le respondí — pero tampoco te tomaste el trabajo de corregirla o decirme nada —el muy idiota dejo que me ahogara en la incertidumbre.
—Nunca le dije que nos casáramos, ella lo asumió por el hecho que llevábamos mucho tiempo juntos, nunca tuve la menor intención de casarme con ella, ni con nadie — su explicación no me llenaba del todo.
—Okay… — no podría decirle otra cosa aunque lo quisiera.
—Sabes una cosa Nina — me acerca más a su espalda — la señorita Smith no me interesa — esa afirmación está mucho más interesante.
—¿Sí? ¿Desde cuándo?
—Veintiséis semanas… para ser exacto — estoy asombrada — primeramente pase un par de meses atormentado por un recuerdo confuso de una bella mujer sin rostro — se me secó la garganta —. Luego me pareció interesante una patosa muchacha embarazada, después supe que la mujer sin rostro y la embarazada eran la misma persona, ahí no supe qué hacer con los bebés y contigo y me comporte como un idiota.
—Siempre eres un idiota — le corrijo.
—Exactamente… no me malentiendas Nina, no soy un mal tipo, no tengo pasado turbio, ni traumas y mucho menos creo que el amor es debilidad y todas esas estupideces, solo me asusto el hecho de sentir algo diferente y no lo he sabido manejar por eso soy contigo a veces un…
—Imbécil… — termino la frase por él, una carcajada sale de su garganta mientras me voltea para estar enfrente de él.