¿ Quién es la Otra?

Prefacio

Margareth

Estoy parada en medio del salón, rodeada de rostros que se vuelven hacia mí, sus ojos cargados de juicio y desprecio. La música suave que llenaba el aire hace un momento ha cesado, dejando un silencio que se siente como un golpe en el estómago. Adelheid Müller, con su impecable vestido de diseñador y su mirada gélida, se adelanta un paso, su voz resonando con una calma cortante que destila veneno.

—Así que esta es la mujer que ha decidido acostarse con mi marido —dice, cada palabra un látigo que me marca frente a todos.

Las risas sofocadas y los murmullos crecen a mi alrededor. Mi corazón late con fuerza, y por un momento, deseo que el suelo se abra bajo mis pies y me trague entera. Pero no ocurre. Estoy aquí, atrapada en este infierno que jamás imaginé vivir.

—Una simple empleada que pensó que podría ascender en la vida por la vía rápida —continúa Adelheid, dando una vuelta lenta a mi alrededor, como un depredador acechando a su presa—. Y encima, tienes la desfachatez de quedar embarazada. Qué típico.

Mis manos tiemblan y me aferro a los pliegues de mi falda, buscando en vano un ancla en esta tempestad. Quiero hablar, defenderme, decir que todo esto no es como ella lo pinta, que terminé embarazada de Conrad sin quererlo, sin saber lo que esto implicaría. Pero mi voz está atrapada en mi garganta, sofocada por el peso de su desprecio y el de todos los presentes.

Adelheid se detiene frente a mí, su mirada perforando la mía. Siento el calor de las lágrimas amenazando con brotar, pero me niego a ceder, me niego a darle esa satisfacción.

—Querida, tú no eres más que un error. Un capricho pasajero de un hombre que, al final, siempre vuelve a casa. —Sus palabras caen como una sentencia final, sellando mi destino en este círculo de crueles miradas.

El salón estalla en risas, algunas discretas, otras descaradamente burlonas. Miro a Conrad, buscando en sus ojos algo, cualquier cosa que me salve de esta humillación. Pero él está allí, inmóvil, con los labios apretados y la mirada perdida en el suelo. No se mueve, no dice nada. El hombre que parecía perfecto, ahora es solo una sombra de lo que creí que era.

Y yo… yo estoy sola.




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