¿ Quién es la Otra?

Capítulo tres

«Su amor era como amoxicilina, prometía eliminar las infecciones del alma, pero solo ocultaba los síntomas».

Basilea, Suiza

Margareth

—Te ves cansada, Maggie. —La voz de Joelle me hace levantar la vista del mostrador—. ¿Has estado durmiendo? —inquiere con preocupación.

—Lo que puedo, me he mudado y ha sido una locura. —explico.

—Debiste pedirme ayuda. —Se cruza de brazos para mostrar su molestia.

—Lo tenía cubierto, no te preocupes —Me agacho hasta el final de la vitrina y saco una bolsa para ella—. Tengo algo para ti.

—¿Uno de esos postres tuyos?

Puedo jurar que sus ojos se iluminan ante la idea de comer algo dulce. Ella no mentía con respecto a su adicción.

—Sí, una versión más saludable de una torta de chocolate. La amarás.

—Claro que lo haré, lo preparaste tú.

Sonrío ante su elogio y le entrego el empaque con el postre. Joelle no demora en abrirlo y comenzar a degustarlo; se queda en shock con la primera cucharada, espero con paciencia escuchar su opinión, pero ella sigue callada.

—¿Entonces? —pregunto al ver que no hablará.

—No puedo hablar, morí y fui al cielo —gime—. Mujer, creo que sabe mejor que la receta original. ¿Cómo lo haces?

—Uh, no estoy segura sobre lo que debería responder —musito.

—No importa, lo dejaré pasar —come otro bocado—. Sigue haciendo estas cosas para mí, ¿puedes?

—Con gusto.

—Te voy a secuestrar y llevarte a mi casa para que seas mi cocinera. ¿Cómo pude vivir sin ti tanto tiempo? Ahora que te he conocido, no te dejaré escapar, Maggie. Ay, es que me muero… —Joelle, tan loca como estoy aprendiendo a conocerla, se marcha mientras habla.

Lo único que me queda es suspirar, encogerme de hombros y seguir con el trabajo. La hora del desayuno ya ha pasado, sin embargo, hay cosas que todavía debo hacer: tener café listo, preparaciones dulces y saladas por si alguien se le antoja, y continuar elaborando recetas para no aburrir a mis comensales con lo mismo.

Mi celular suena anunciado un mensaje de texto, lo agarro y desbloqueo para ver que es uno de mi hermano, el tercero en el día, pero uno de los miles que ha mandado desde que me fui. Suspiro y lo abro, solo para sentir que mi corazón se encoge dentro de mi pecho.

Nathan: Vuelve a casa, Maggie, por favor. Papá y yo te amamos, te necesitamos.

Cierro el chat y pongo el celular bocabajo sobre el mostrador. Una lágrima solitaria desciende por mi ojo izquierdo, una pequeña muestra del dolor interno que experimento.

—¿A quién debo golpear? —La voz de un hombre me hace abrir los ojos, es él—. ¿Un exnovio?

—¿Qué? —inquiero como tonta.

—¿Debo golpear a tu exnovio por hacerte llorar? No me imagino qué clase de hombre haría sufrir a una mujer tan dulce y hermosa como tú.

Me sonrojo, mis mejillas compiten con el rojo de mi cabello. Desde que nos vimos el primer día, ha bajado unas cuantas veces por café, pero siempre en compañía de otras personas. Miro a su alrededor, está solo, estamos solos.

—¿Entonces? —pregunta de nuevo ante mi silencio.

—No es un exnovio, es mi hermano. Cosas familiares —respondo, me encojo de hombros para restarle importancia al asunto.

—También golpeo hermanos, tú solo da la orden y seré tus puños. —Levanta los brazos y da unos cuantos golpes al aire.

Y, por primera vez en días, me río. Es una carcajada limpia, de esas que salen desde lo profundo del alma y te iluminan por completo. Conrad sonríe como si se hubiera ganado la lotería.

—No puede pegar a mi hermano. —le digo cuando me calmo.

—Puedo intentarlo. —Se acerca más hasta agarrar mi mano que estaba sobre el mostrador—. Llevas días con una expresión apagada, ¿hay algo que esté mal? Sé que no nos conocemos, no obstante, soy bueno escuchando o eso dicen mis amigos.

Su mano en la mía se siente bien, mejor de lo que imaginé. Este hombre, que es el director ejecutivo de esta compañía y tiene miles de cosas por hacer, ha bajado para hablar conmigo y saber qué me tiene triste. ¿Por qué?, ¿acaso tengo algo especial? No importa, se siente bien.

—Es complejo, y usted es un hombre ocupado —contesto.

—No, nada de eso, tutéame —pide—. Con respecto a lo otro, tengo una reunión a la que debo asistir, pero termino a las cuatro. ¿Te parece bien si vamos por algo de beber y me cuentas?

—Yo… Sí, está bien. —acepto.

—Hasta la hora de salida, Margareth.

—Nos vemos.

Conrad le da un último apretón a mi mano antes de alejarse en dirección a los ascensores. La sonrisa bobalicona en mi rostro se apaga cuando mi celular suena, esta vez es un mensaje de papá. No lo abro, a pesar de que el impulso es fuerte, dado que si lo hago lo más probable es que me ponga a llorar aquí y eso sería inapropiado.

Retomo mis tareas, y aprovechando un instante de inspiración, ideo una nueva receta de torta de zanahoria para Conrad. Compraré los ingredientes antes de ir a casa para poder probarla, si me convence, puede que la prepare aquí para que él. Aunque sería un secreto, algo que solo él y yo compartamos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.