¿quién mató al cuento de hadas?

Habia una vez...

Cuando el atardecer estaba en su máxima expresión acompañado con unos colores que teñian el cielo de amarillo y azul, cuando las nubes se tornaban de color rosa. En el imperio de Athena se encontraba un campo con hermosos paisajes y pastisales tan espléndidos, era una vista inolvidable, pero pese a su encanto, en el se encontraba una mujer tirada en aquel pasto llorando sin parar, sus ropas sin duda eran ostentosas y ni hablar de su belleza; sus cabellos eran tan oscuros que parecían una densa pero bella oscuridad, su tez blanca como la porcelana y las facciones de su rostro eran la perfección encarnada. Y lloraba tan amargamente que no tardó en comenzar a tiritar y soltar pequeños sollozos. Restregó su mano por su rostro e intento parar de llorar, pero involuntariamente lloraba y después recordaba el por qué de su lamento y soltaba más gritos.

Antes de que lo notara ya contaba con un espectador, el cual solo se limito a observar a distancia y en silencio, preguntandose así mismo si acaso la conocía, pues él era el mismísimo príncipe y al ver sus ropas intuyo que se trataba de una noble.

La mujer al percatarse de él  se abalanzó hacia tras del susto, pasaron solo unos minutos para reincorporarse y ponerse de pie, pensando que tal vez en otra situación no podría pensar en otra cosa que no fuera su belleza, pues el hombre era extremadamente guapo con cabellos rubios y ojos verdes cristalinos, pero no tardó en apabullarse ya que se trataba de un noble le fue tan obvio, sus ropas no eran las de un ciudadano normal, incluso dudaba de que un noble de rango elevado pudiera costearse los accesorios de su ropa y zapatos 

  - ¿Quién es usted? 

Pregunto la joven con desesperación, no tenía la intención de recordar si lo conocía, se sentía cansada y bastante atormentada cómo para lidiar con un problema más llamado reputación.

  - Me encantaría preguntarle lo mismo joven dama

  -yo pregunté primero así que, ¿Qué hace aquí? Y ¿Por qué no se fue si vio que yo estaba ocupada aquí

  - ¿Ocupada?, Ya veo así se le dice hoy en día -. Soltó con sarcasmo - Bueno si es así me gustaría excusarme

  - Y ¿Cómo lo hará? 

  - Pues vera este lugar es mío 

  - Ja! Sabe que este lugar es de su majestad así que es imposible salvó que usted... -. Su voz se apagaba mientras se escuchaba así misma, se maldijo así misma por su estupidez pues era más que obvio, la ropa, su rostro e incluso su maldito tono altanero - Entonces así son las cosas, siento que es un poco tarde para hablar formalmente 

   - Veo que no es tan estúpida como demostró serlo hace un momento, aún así veo que es usted de una familia noble acaso no me recordó 

  - ¿Reconocerlo? Ni siquiera lo conozco, no me han presentado en sociedad, pero que más da me casare no importa 

Esto último lo dijo para si misma y con un dejo de amargura

  - Casada... Y bueno puedo preguntar por su edad 

  - Tengo dieciséis, sabe el lema de mi madre es si el matrimonio el la única meta en tu vida entre más joven mejor 

Soltó tratando de sonar graciosa, pero se sintió tan patética que solo se limito a darle la espalda y observar el paisaje respiro y se tranquilizó así misma, la situación aún le era muy dolorosa

  - Así que no te fascina eso del matrimonio  

- ¿Fascinarme?... Tal vez si este matrimonio arreglado me beneficia se a mi, pero no, me venden como la segunda esposa de un asqueroso duque, solo para abrir líneas de comercio a mi familia, así que no me fascina

- ¿Duque? Hablas de el duque Müller, escuché que hizo una petición para tener concubinas

 - Así 

Soltó en tono desinteresado, pero su rostro no demostraba ese desinterés, pues sus ojos se abrieron más de lo normal y su rostro se torno aterrado, cuando él la observó se estremeció, no había pensado que sus pocas y despreocupadas palabras la asustarían en tales magnitudes intento cambiar de tema y hablar de algo diferente 

  - Y que tal-

  - Entonces me retiro su majestad, y bueno le   agradezco

  - ¿Qué me agradeces? no entiendo

  - Bueno sin usted, hubiera llorado hasta el amanecer 

Soltó con una refrescante sonrisa o el intento de una, pues si rostro aún se encontraba un tanto rojo por llorar y sin más camino hacia un camino en el cuál la esperaba un carruaje subio en el y concluyó ente pequeño y desconcertante encuentro 

 

 

 

 

 

 

 



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En el texto hay: fantasia, misterio, gore

Editado: 09.08.2022

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