Quien No Arriesga No Gana

CAPITULO 1

Brooke

Mi nombre es Brooklyn Anderson, aunque todos me llaman Brooke, he cumplido 18 años hace poco y llevo tres años viviendo en un internado.

La vida ha sido dura para mí desde que perdí a mis padres en un accidente de coche cuando yo apenas tenía diez años. Hasta hace tres años, había vivido con mis abuelos, a quienes amaba profundamente, pero, como dice el dicho, “nada es para siempre”.

Cuando llegué al internado un grupo de chicos me dio la bienvenida y desde entonces hemos sido inseparables, los apreciaba muchísimo y desde que me ayudaron a instalarme y a sentirme adaptada supe que iban a ser mis mejores amigos. Sobre todo Ruby, ella había sido la única chica del grupo hasta que yo llegué y la verdad es la que mejor me entiende.

Ahora, el internado es mi hogar, un lugar que una vez me pareció sombrío y extraño, pero que he llegado a conocer y, en cierto modo, a querer.

10-11-2023:

La historia que voy a contarte, sin embargo, no es común ni ordinaria. Comienza una de esas noches en las que crees que todo va a ser normal.

Mi habitación estaba en la tercera y última planta del internado Sol Naciente, compartía mi habitación con Ruby. Es una de las chicas más guapas que conozco, rubia de ojos marrones claros, y bastante alta.

Acabábamos de terminar de cenar y ya estábamos llegando a la habitación cuando un sonido muy extraño nos llamó la atención, como de un llanto. Provenía de una puerta en la que no me había fijado en todo este tiempo, pero que nada más verla me intrigó. Era una puerta rectangular de madera oscura que se alzaba frente a nosotras.

Ruby, que caminaba a mi lado, me miró con los ojos muy abiertos, y su expresión confusa:

― ¿Has oído eso no? ― la pregunta me pareció demasiado obvia así que no conteste, pero las dos ya lo habíamos entendido.

Acordamos no decir nada hasta el día siguiente y nos fuimos a dormir.

***

A la mañana siguiente nos sentamos en nuestra mesa donde ya nos esperaban nuestros amigos: Nick y Jake.

Os presento a mis dos mejores amigos. Jake es alto, de complexión fuerte y marcada, su pelo es castaño claro y sus ojos son marrones como su pelo. Es impulsivo y aparentemente no le tiene miedo a nada. Pufff, ya lo veremos.

Y Nick es un poco más alto que Jake y su complexión es fuerte y robusta, tiene el pelo de un marrón muy oscuro que siempre lleva desordenado y enmarañado, según dice no tiene tiempo para peinarse. Sus ojos son más negros que el carbón y su piel es algo bronceada por el sol. Puede ser borde con la gente, pero con nosotros se porta bien.

***

Estuvimos un buen rato desayunando, pues no teníamos clase hasta bien entrada la tarde. Ruby y yo les contamos lo del sonido que escuchamos anoche en aquella puerta y entre todos acordamos ir a investigar por la noche.

El resto del día transcurrió con total normalidad, pero era imposible concentrarse en clase de la señorita Roberts si algo tan emocionante estaba por suceder. M llamó la atención dos veces. Una por perderme en la lectura que estábamos haciendo y otra por no contestar a su pregunta, la cual ni había escuchado.

Todos teníamos los riesgos bien asumidos: incumpliríamos tes normas del colegio, 1- no salir de la habitación después del toque de queda (las 22:00), 2-no entrar en salas no señalizadas, y 3ª y más importante, si te pillan haciendo algo, cuenta toda la verdad.

A mí me parecían una verdadera tontería, pero todo esto me ponía muy nerviosa.

***

Por fin llegaron las once de la noche, la hora en la que habíamos acordado quedar. Llegamos nosotras antes porque ellos tenían que subir un piso, pues las habitaciones de chicos estaban en la segunda planta, así que llegaron diez minutos después:

― ¿Dónde estabais?

― La ama de llaves casi pilla a Nick que iba pensando en vete tú a saber que ― le echó en cara Jake.

Intentamos abrir la puerta, pero, como era de esperar estaba cerrada. De pronto Nick nos preguntó si alguna de nosotras llevaba una horquilla en el pelo, y claro Ruby que siempre iba muy arreglada la tenía. Se la tendió, y con un sorprendente y rápido movimiento consiguió abrir la cerradura de la puerta.

Con miedo, empujé la puerta y delante de mí quedó un extenso pasillo, oscuro y polvoriento, que no parecía tener fin. El aire en el pasillo era frío y húmedo, lo que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

A lo lejos, se escuchaba el eco de nuestras respiraciones, como si el lugar mismo estuviera vivo y observándonos. Mis amigos murmuraban entre ellos, intentando decidir qué camino tomar. Decidí fijar la vista en el viejo papel pintado que cubría las paredes; su diseño se había desvanecido con el tiempo y algunos despegados colgaban de la tapia.

Finalmente dije:

―Venga no podemos rajarnos ahora― el resto asintió sin muchas ganas, pero finalmente entramos.

Cuando todos estuvimos dentro la puerta se cerró de golpe con un sonido estrepitoso, yo solo rezaba para que nadie lo hubiera oído y pudiéramos continuar.

El pasillo se extendía hacia delante, sin un final aparente. A veces, creíamos ver una puerta al final, pero a medida que nos acercábamos, parecía desvanecerse, como un espejismo en el desierto. Al cabo de una media hora Jake, que iba delante gritó:

―¡¡Una puerta!! ― y efectivamente allí estaba, curiosamente estaba en una de las paredes del pasillo, no al final. No le di mucha importancia así que seguimos a delante.

Cuando empujamos la puerta y vimos el interior de la sala, no nos lo podíamos creer. Eran montañas y montañas de oro, esto no podía ser real era ilógico, pero si… ahí estaba frente a nuestros ojos:

― ¡Ay, mi madre! ― exclamó Jake, casi perdiendo el aliento mientras se acercaba. Tenía en sus manos un lingote de oro, pesado y resplandeciente, su rostro reflejaba tanto asombro como alegría. ―No puedo creerlo, esto es… ¡esto es increíble!




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