Quien No Arriesga No Gana

CAPITULO 3

Nick

Me llamo Nicholas Walker, Nick para los amigos, cumplí los 18 hace dos meses, me quedé huérfano a los 15 años. Mis padres murieron en una explosión en unos de los vuelos hacia Nueva York. Cuando llegué al internado, Jake era la única persona a la que tenía conmigo.

***

11-11-2023:

Me desperté con un dolor de espalda horrible y, claro, de la muñeca ya ni hablábamos. La tenía hinchada y de un color morado que tenía muy mala pinta. Nadie se había levantado todavía, así que sería pronto. De hecho, odiaba madrugar, pero el dolor de mi muñeca era tal, que se extendía por todo el brazo. Me levanté con cuidado, intentando no hacer mucho ruido. El silencio de la cueva solo se veía interrumpido por la respiración de mis amigos.

Me dirigí a fuera, tratando de no darle demasiada importancia al dolor, aunque cada paso me recordaba lo mal que me encontraba. Al recordar lo que había pasado, me quedé unos segundos observando mi muñeca. Estaba tan hinchada que ni siquiera podía moverla, y el color del morado y rojo alrededor me asustó un poco. ¿Sería más grave de lo que pensaba?

Al entrar de nuevo, me encontré con Brooke despierta frotándose la cara. Me miró sin decir nada, como si notara que algo no estaba bien, y me preguntó con voz suave:

—¿Te encuentras bien?

No pude mentir, pero tampoco tenía ganas de contarle todo, que me estaba muriendo de dolor, eso sería peor.

—Sí, solo… me duele un poco.

Brooke me miró con una expresión entre preocupada y desconfiada, pero antes de que pudiera decir algo más, me interrumpió.

—Déjame echarle un vistazo. Estás palidísimo.

Al principio traté de evitarla, pero sabía que no iba a poder salir con excusas. Me senté a su lado, mientras ella tomaba mi muñeca con suavidad, en cuanto noté el roce de su piel un pinchazo de dolor me recorrió todo el brazo.

—Esto no tiene buena pinta —comentó, frunciendo el ceño.

Brooke continuó observando mi muñeca con una expresión tan seria que, por un momento, me sentí peor por no haberle dicho la verdad desde el principio. Pero algo en su expresión me extrañó. Tal vez era la forma en que se acercó sin dudar, y, sin pensarlo, empezó a manipularla con una delicadeza que me sorprendió.

—Voy a buscar agua fría al arroyo, necesitas calmar la hinchazón —dijo de repente, levantándose rápidamente.

Me quedé allí, mirando su espalda mientras se alejaba. Había algo en su forma de moverse, en su rapidez por ayudar, que me hizo sentir algo raro en el pecho. Sentí un nudo. La cueva estaba fría y silenciosa, los otros dos no se despertaban ni a tiros.

Brooke regresó en unos minutos con un trapo mojado. Cuando se agachó junto a mí, la cercanía hizo que me costara respirar un poco más. Ella se inclinó hacia mí, concentrada en lo que estaba haciendo, y al momento en que empezó a aplicar el trapo frío sobre mi muñeca, el dolor disminuyó ligeramente, aunque no tanto como esperaba.

—Esto debería ayudarte, pero creo que lo mejor sería que no la movieras, de hecho… —rasgó un trozo de sus pantalones y me vendó la muñeca— ya está.

—Sí, supongo que sí —respondí sin saber realmente qué decir. Algo en ella me hacía sentir incómodo, pero no por el dolor, sino por algo más difícil de identificar.

Brooke terminó de ajustar el trapo y me miró por fin. Me sentí un poco avergonzado por haberme dejado llevar por el dolor y no haberle dicho lo mucho que me estaba afectando.

—Gracias —dije, buscando sus ojos para darme cuenta de que ya no estábamos hablando solo de mi muñeca. Ella me observaba con atención, y una expresión extraña, como si estuviera buscando algo en mí, apareció en su rostro.

—por ti lo que sea —respondió.

Fue en ese momento cuando lo supe. Cuando comprendí lo que estaba sucediendo sin quererlo. Sentí un cosquilleo en el pecho y un calor que subía por mi cuello hasta mi rostro. Brooke estaba empezando a gustarme, aunque ni siquiera tenía claro en qué momento había sucedido.

Ella sacudió la cabeza levemente, como si intentara despejarse de un pensamiento, y me dedicó una sonrisa pequeña.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó con un tono calmado, se retorcía compulsivamente un mechón de pelo que tenía tras la oreja, ¿estaría nerviosa?

Me costó un segundo responderle. No solo por el dolor, sino por todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Mi corazón latía un poco más rápido, y la forma en que la miraba me hacía querer decir algo más, algo profundo, pero no sabía cómo. Mi muñeca dolía, sí, pero mis pensamientos parecían estar dando vueltas en un lugar mucho más confuso.

—Mejor, gracias, otra vez —respondí finalmente, con una sonrisa torpe, mientras trataba de desviar la mirada hacia cualquier sitio que no fuera ella.

Sin embargo, no parecía dispuesta a dejar el tema tan fácilmente. Me miraba con algo más que preocupación, con algo que no supe cómo leer en su cara. Sentí que había una especie de tensión entre nosotros

—Nick —dijo, y su voz sonó más baja, como si no quisiera que nadie más la oyera—. Si necesitas hablar, sabes que estoy aquí, ¿verdad?

Asentí, pero la verdad es que no sabía si quería hablar de mi muñeca o de algo más. Algo dentro de mí me decía que ella era más que una amiga para mí, mucho más. Y lo peor es que no tenía ni idea de si eso que sentía era algo que ella también sentía.

—Gracias, de verdad —respondí, ahora con más sinceridad que antes. No solo por la muñeca, sino por todo lo que estaba comenzando a entender. Mi mirada se encontró con la suya, y aunque no dijimos nada, ambos sabíamos que había algo más.

Un sonido detrás de mi hizo que me girara, Jake se acababa de despertar, valla tío, duerme como una marmota, yo no había pegado ojo, solo al principio.

Jake se estiró, frotándose los ojos como si intentara despejarse de un sueño profundo. —¿Qué me he perdido? —preguntó con una sonrisa perezosa, mientras se acomodaba en el suelo.
—Nada, solo estábamos hablando—respondí, tratando de sonar casual, aunque mi corazón latía con fuerza. Ella sonrió, como si entendiera mi intento de desviar la conversación. Pero mucho más calmada.
—¿de qué hablabais?
—sobre su muñeca, se la he tenido que curar—dijo ella, riendo nerviosamente. Pero en el fondo, yo sabía que no era solo eso. La atmósfera seguía cargada, y aunque Jake estaba aquí, mi mente seguía volviendo a la mirada que había compartido con ella.
—Bueno, yo tengo hambre —anunció Jake, levantándose y estirando los brazos:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.