Brooke
Era un día sombrío cuando nos encontramos con el extraño en el camino. La atmósfera era tensa y, a pesar de que la figura parecía apenas un hombre cansado viajando por un camino solitario, sentíamos que había más en él de lo que mostraba.
—No deberíamos acercarnos —susurré, sintiéndome pequeña. Pero no sabíamos si la figura representaba un peligro o una oportunidad.
El hombre nos miró con desconfianza. Cuando finalmente lo hizo, su voz resonó como un trueno en la calma del bosque.
—¿Quiénes sois? —preguntó de nuevo, esta vez con un tono más firme. —Contestad u os juro que os mato.
Sentí cómo la tensión se materializaba en el aire. La figura frente a nosotros era un hombre robusto, de cabello largo y desaliñado, con una barba descuidada y ojos que parecían escanear nuestra intención. No había nada acogedor en su presencia, pero tampoco parecía amenazante a primera vista.
—Hola, somos... viajeros. Nos perdimos en este bosque y estamos buscando un pueblo cercano, —dijo Jake, con una calma que obviamente no sentía.
El hombre frunció el ceño, como si sospechara de nuestras palabras. Me pregunté si era un habitante del pueblo que buscábamos, pero el aire sombrío y el ambiente pesado daban la impresión de que no era alguien que encajara en ese modelo.
—Viajeros, ¿eh? No parece que el bosque trate bien a los extraños —respondió, su voz grave resonaba con un eco que nos hizo dudar.
—Estamos buscando ayuda. Uno de nosotros está herido, —dijo Ruby, tratando de mantener la calma. —Solo queremos llegar al pueblo antes de que oscurezca.
No me pareció muy buena idea mostrar nuestra debilidad, que claramente era el hombro de Nick, pero ya era tarde para esa decisión.
El hombre permaneció en silencio durante un momento, como si sopesara nuestras palabras.
El hombre nos observó en silencio durante unos segundos que parecieron interminables. El viento seguía soplando suavemente, pero el aire estaba cargado de una tensión palpable, como si el mismo bosque estuviera esperando su decisión.
Finalmente, el hombre hizo un gesto con la mano, indicándonos que lo siguiéramos.
—Venid conmigo —dijo con voz profunda, casi como si no tuviera intención de discutir. Era una orden, no una invitación. —El pueblo está cerca, pero si buscan ayuda, necesitareis la protección de sus muros. Aquí, fuera, el bosque es peligroso.
Nos miramos entre nosotros, sin saber si debíamos confiar en él. Sin embargo, no teníamos muchas opciones. La herida de Nick seguía siendo una amenaza y la noche se acercaba rápidamente. No podíamos quedarnos allí.
—Gracias —respondí, intentando sonar confiada. Aunque las palabras se me atascaban en la garganta, sabía que no teníamos otra opción.
El hombre asintió, pero no parecía complacido por nuestra presencia. Se dio la vuelta y comenzó a caminar por el sendero que se desvanecía en la niebla. Sin decir una palabra más, nos guio en silencio.
Finalmente hablo: —me llamo Zakar—
Tras unos minutos de caminata, llegamos a una pequeña explanada que parecía abrirse abruptamente en medio de la espesura del bosque. En el centro de la explanada se alzaba una estructura de madera simple. Parecía una casa. La puerta estaba cerrada, pero no con candado. Sin embargo, el hombre no dudó en acercarse y golpearla con fuerza.
—¿Es aquí? —pregunté en voz baja, mirando al hombre con algo de cautela.
El hombre no respondió. Simplemente dio dos golpes rápidos en la puerta y esperó. El crujido de los maderos resonó en el aire, y en un instante, la puerta se abrió lentamente. Desde el interior, una figura apareció en el umbral. Un hombre alto, de complexión fuerte, que nos observaba con desconfianza.
—¿Qué traes aquí, Zakar? —preguntó el hombre en la puerta, su tono era grave y firme.
Zakar, asintió con la cabeza, y en su voz se percibía una seguridad que no dejaba espacio para la duda.
—son viajeros. Están heridos, pero son de los nuestros. Llévalos al refugio. —Su voz era tajante, como si no hubiera espacio para la contradicción.
El hombre de la puerta nos miró de nuevo, esta vez con menos desconfianza, pero aún sin mostrar ninguna señal de calidez. Finalmente, abrió completamente la puerta y nos hizo pasar. Al entrar, noté que el interior de la estructura era mucho más grande de lo que había imaginado. Había varias habitaciones, y en el centro, un fuego ardía en una gran chimenea, iluminando débilmente el lugar. A lo lejos, podía ver a varios habitantes de la aldea, que nos observaban con interés desde las sombras, algunos incluso murmurando entre ellos.
El hombre nos condujo hacia una habitación al fondo. La luz era tenue, pero suficiente para ver que el espacio estaba amueblado con sencillez, aunque con una comodidad que no habíamos encontrado en ningún otro lugar desde que llegamos a este bosque.
—Aquí estaréis a salvo por el momento —dijo el hombre antes de cerrar la puerta detrás de nosotros con un crujido.
Ruby fue la primera en hablar, su voz suave, casi temerosa:
—¿Quiénes son ellos? ¿Qué tipo de gente vive aquí?
Zakar, que nos había seguido hasta la habitación, se acercó al fuego y se detuvo, mirando las llamas con una expresión inexpresiva. Su voz se oyó baja, pero clara:
—Son los Guardianes de la Aldea. Nosotros protegemos este lugar de los peligros que acechan en el exterior. Aquí, bajo el manto de la protección del bosque, vivimos en equilibrio con la tierra. Nadie entra sin ser invitado. Y pocos logran sobrevivir al viaje, por lo que cuando alguien llega, es un gran acontecimiento.
—¿Pero por qué nos ayudáis? —preguntó Jake, sin ocultar su desconfianza. —¿No nos conocéis de nada?
Zakar lo miró con una intensidad que no dejó lugar a dudas.
—El mundo está en guerra, joven. No hay tiempo para desconfianzas innecesarias. Si buscáis respuestas, las encontrareis aquí. Si queréis sobrevivir, tendréis aprender a confiar en nosotros. Pero no os engañéis, este es un refugio, no un hotel. Aquí no hay espacio para la debilidad.