Brooke
Nick ya me había abandonado hace un rato y ahora Ruby y yo bailábamos alegremente. Pero no podía más, estaba cansadísima y borrachísima y tenía mucha sed. A sí que me acerqué a la barra a pedir algo de beber.
Al llegar a la barra de la cocina, el ambiente era vibrante, con luces parpadeantes y música que resonaba en mis oídos. A medida que me acercaba a la barra, vi a Nick al otro lado, hablando con algunos chicos. Su sonrisa brillaba, y no pude evitar sentir un pequeño cosquilleo en el estómago.
—¿Qué vas a tomar? —preguntó Ruby, acercándose a mí con una sonrisa traviesa en su rostro.
—No sé, algo refrescante. —respondí, mirando la pizarra que mostraba los cócteles.
Mientras esperaba mi bebida, sentí una presencia familiar a mi lado. Era Nick, que se acercaba con una copa en la mano.
—¿Necesitas algo? —me preguntó, con una sonrisa que me hizo sentir un poco más ligera.
—Solo un trago —respondí, intentando sonar despreocupada. —¿Y tú?
—Lo mismo. —dijo, inclinándose hacia la barra para pedir otra bebida.
Emily, una amiga de Anna que se encargaba de las bebidas, le sirvió rápidamente, y antes de que pudiera darme cuenta, Nick estaba justo al lado de mí, mirándome con esos ojos que a veces me hacían sentir como si el resto del mundo no existiera.
—La fiesta está genial —dijo Nick, tomando un sorbo de su bebida. —Me alegra que hayamos decidido venir.
—Sí, ha sido divertido. —asentí, sintiendo que la tensión entre nosotros comenzaba a desvanecerse.
—¿Crees que lo lograremos? —preguntó, su mirada fija en la mía. —Volver al internado
Por un momento, me perdí en su mirada. Había una mezcla de vulnerabilidad y preocupación que me hizo dudar. —Quizás. Solo tenemos que ser fuertes y estar unidos.
Nick dio un paso más cerca, su aliento cálido me envolvió. —¿Y qué pasa contigo y Jake?
Su pregunta me hizo reflexionar. No quería que él se sintiera mal por la situación. —Jake y yo... lo dejamos. De hecho, yo lo dejé.
—¿Por qué? —lo sabía perfectamente, que cabrón.
—por el idiota que tengo delante y del que estoy enamorada—dije, solo ver su reacción mereció la pena.
Nick sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro. —Me alegra escuchar eso. Porque yo también te quiero aceitunita.
El corazón me dio un vuelco. ¿aceitunita? Pero que cojones se había tomado.
—¿acabas de llamarme aceitunita? —dije, entre indignada y preocupada por lo borracho que iba. Un Nick sobrio nunca diría eso.
Nick se echó a reír, una risa contagiosa que me hizo sentir un poco más ligera. —Sí —dijo, sin perder esa chispa en sus ojos— ¿Acaso no has visto los ojazos verdes que tienes?
—¿pero cuanto has bebido? —me detuve, buscando las palabras correctas. —Además no me llames así, de pequeña tuve un trauma con las aceitunas.
—¿a si?
—sí, casi me ahogo con el tito. —Nick empezó a reírse y yo también. Hay mi madre me iba a desmayar.
—Y, por cierto, estoy algo borracho, sí, pero eso no cambia el hecho de que te quiero.
La tensión aumentó entre nosotros mientras nuestras miradas se intensificaban. En ese instante, algo dentro de mí se sintió atraído a dar un paso más allá.
Nick se acercó un poco más, y en ese momento, el mundo a nuestro alrededor desapareció. Nuestro contacto fue suave pero lleno de electricidad. Era como si todo lo que había pasado se desvaneciera y solo quedáramos nosotros dos. La música se cambió a una más lenta. De pronto todos estaban con sus parejas bailando al ritmo lento de la música.
—¿bailas? —preguntó, su voz era susurro.
—solo contigo —respondí, sintiendo que mi corazón latía con fuerza.
Nos movimos hacia la pista de baile, donde otros se movían al ritmo de la música. Nick me colocó sus manos en la parte baja de mi cintura y yo pasé los brazos por su cuello, y mientras comenzábamos a bailar, la conexión entre nosotros se hizo aún más palpable.
—Eres lo mejor que me ha pasado nunca —dijo, inclinándose un poco más cerca para que pudiera escucharle.
—Tú también lo eres —respondí, sintiendo una chispa de alegría a pesar de las circunstancias complicadas.
Bailamos juntos, dejando que la música nos guiara. La tensión que había pesado en nuestros corazones se transformó en algo más ligero. En ese momento, todo lo que podía pensar era en lo que sentía.
—¿Sabes? —susurró Nick, con una sonrisa traviesa en su rostro— a veces me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí. Todo este lío, las peleas, los celos... Pero al mismo tiempo, me alegra que estemos aquí juntos.
Asentí, sintiendo que la música nos envolvía en una burbuja de intimidad. —Yo también lo siento. Es como si, a pesar de todo, siempre hay algo positivo.
Nick me miró con una intensidad que me hizo sentir como si el resto del mundo se desvaneciera.
Él sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y nerviosismo. — Me gustas, Brooke. Me gustas muchísimo. Por favor no me hagas daño.
—Nunca.
El aire entre nosotros se volvió denso y cargado de tensión. — tú también me encantas, Nick. Siempre lo has hecho, pero no sabía cómo afrontarlo.
Nick se acercó más, su aliento cálido acariciando mi piel. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Nick sonrió, su expresión llena de determinación.
Bailamos juntos al ritmo de la música lenta. Cada movimiento, cada mirada cómplice... Lo que compartíamos se hacía más fuerte con cada latido de mi corazón, el roce de nuestras manos, el calor de nuestros cuerpos y la promesa de un nuevo comienzo.
Cuando la canción terminó, Nick me miró a los ojos y, en un impulso, nos inclinamos hacia adelante, y cuando nuestros labios se unieron, sentí que no quería besar a nadie más en la vida, solo a él. El beso fue suave, lleno del deseo que habíamos reprimido durante tanto tiempo.
—Aun no me creo que te esté besando, es... —dijo Nick, apartándose un poco, mirándome con una mezcla de sorpresa y alegría.