Quien No Arriesga No Gana

CAPITULO 22

Brooke

—Nadie espera que lo hagas de inmediato —dijo Nick, sintiendo que el momento crucial estaba cerca—. Pero si decides dejar de luchar contra nosotros, hay espacio para ti.

Casi me reí cuando Nick soltó eso por su boca. Ese guerrero estaba muerto y Nick lo sabía. El me conocía demasiado bien como para tragarse todo el teatrillo.

El bajó ligeramente su arma, y al hacerlo, sentí que la tensión comenzaba a desvanecerse.

—Tienes una oportunidad —continuó Nick—. No te obligamos a nada, solo queremos que pienses en lo que realmente deseas. La lucha solo traerá más dolor, no solo a nosotros, sino también a ti y a tu gente.

El guerrero oscuro parecía estar lidiando con una tormenta interna. Su rostro, antes lleno de desdén, ahora mostraba una mezcla de confusión y duda.

—Decido quedarme en este camino —dijo y apretó el gatillo en el estómago de Nick. Sin pensarlo dos veces reaccione y le disparé un tiro en el corazón. Pero ya era demasiado tarde.

—¡NO! —grité, el horror llenando mi voz mientras veía cómo el cuerpo de Nick caía al suelo. El tiempo se detuvo, y el bullicio de la batalla a nuestro alrededor se desvaneció en un silencio ensordecedor. La visión de su cuerpo inerte hizo que el mundo se desmoronara a mi alrededor.

El guerrero oscuro se quedó tendido en el suelo tras mi disparo, con el rostro impasible, mientras el eco del disparo resonaba en la plaza. La multitud quedó paralizada, y los murmullos de incredulidad se transformaron en gritos de desesperación.

—¡NICK! —fui hacia él, sintiendo que mi corazón se paraba. Me dejé caer a su lado, los brazos me temblaban mientras lo sostenía. Su rostro estaba pálido, y la sangre se derramaba lentamente de la herida en su abdomen.

—Brooke... —susurró, su voz apenas audible.

—No, no, no... —balbuceé, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas. —No puedes dejarme. No puedes. Nick te necesito.

Sus ojos se encontraron con los míos, y en ese momento, comprendí la profundidad de su amor. A pesar del dolor, había una calma en su mirada, como si supiera que había hecho lo correcto al protegerme.

—Lo siento... —dijo, su aliento se volvía cada vez más entrecortado. —Prometí... luchar por nosotros.

Sentí que mi corazón se rompía aún más al escuchar sus palabras. La lucha, la guerra, todo lo que habíamos enfrentado había culminado en este momento desgarrador.

—No hables, Nick, por favor —imploré, sintiendo que el pánico comenzaba a apoderarse de mí. —Te salvaré, lo juro.

—No... —susurró Nick, y el dolor en su voz me atravesó como un cuchillo. —No llores por mí, Brooke. Siempre estaré contigo, en cada momento.

—¡No! —grité, sintiendo que la desesperación me invadía. —No puedes dejarme así. Necesito que estés aquí, que luches.

La mirada de Nick se oscureció, y su respiración se volvió más débil.

Sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos, y una ola de tristeza infinita me invadió. La batalla, la lucha, todo parecía insignificante en comparación con el dolor de perderlo.

—Nick, por favor... —imploré, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.

—Te amo, Brooke —dijo, y en sus ojos vi una luz que se desvanecía lentamente. —Siempre te amaré.

Con un último suspiro, Nick cerró los ojos, y el peso de su cuerpo se volvió pesado en mis brazos. El dolor y la tristeza se apoderaron de mí, y el mundo se tornó negro a mi alrededor. Un grito ahogado salió de mi interior.

La batalla término alrededor, pero todo parecía desvanecerse mientras sostenía el cuerpo sin vida de Nick. El eco de los gritos de las criaturas retirándose de nuevo al bosque, un ruido de fondo que apenas podía registrar. Todo lo que podía sentir era el frío de su piel, la pérdida que me atravesaba como un rayo. Hasta que todo se quedó en silencio.

—¡Nick! —grité, mi voz resonando en el aire, pero sabía que no había respuesta. La desesperación se apoderó de mí, y no pude evitar que las lágrimas fluyeran libremente por mis mejillas. Me incliné y besé sus labios fríos como la muerte.

—¡Brooke, tienes que levantarte! —me pidió Ruby, su voz llena de angustia. Intentó acercarse, pero el caos la mantenía alejada.

—No puedo, Ruby... —respondí, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. —No puedo...




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