De pequeño me hacía esa misma pregunta, topándome con un profundo vacío en donde no le hallaba ningún sentido a mi vida... Y eso pensaba también de todos los demás. Nadie parecía nacer con un motivo genuino, todos éramos personas sin ningún propósito en realidad, aquellos quienes vinieron al mundo casi por azar cuando pudo haber venido cualquier otro. Supongo que por eso no creo en ninguna divinidad ni tampoco en el destino. Eso sería dar por sentado la existencia del predeterminismo arraigado a la vida, y si fuera así, todo esfuerzo que hubiera hecho no serviría de nada si ese no era mi camino.
Pero sentí que, de alguna manera, todos los que me rodeaban me influían hacia una forma de vivir en concreto, que todas las personas que conocía me decían que sendero debía tomar para ser lo más adecuado a lo que ellos quisieran que fuera, aunque quizás ni siquiera se daban cuenta de que lo hacían. Tal vez, pensé, eso era a lo que se referían con destino. Entonces, ¿no tenía libertad? ¿Todo estaba marcado y solo tendría que aceptarlo?
Creo que ese es un buen punto de partida para definir quién soy. Nací el quince de agosto del 2001, mi madre se separó de mi padre para alejarme de la vida alcohólica y despreocupada que llevaba. Me crie con cinco primos al lado y, siendo el menor de todos ellos, siempre sentí que era el que sobraba. Mi madre, como madre soltera que era, estudió en un CEO, dejándome a cargo de mi tía; consiguió abrir un pequeño salón de belleza con una silla y un espejo. Los comienzos siempre son difíciles, esa frase venía a mi mente como un pequeño susurro mientras la veía limpiar sus cosas de vez en cuando. No éramos pobres, nunca lo hemos sido, tal vez todo lo que sucedía era cuestión de malas decisiones o circunstancias de las vida. No sabría decir exactamente qué era, pero así sucedieron las cosas.
Recuerdo a mi madre con cierta delicadeza en sus facciones, propias de una juventud que se desvanecía, sus ojos mostraban cansancio o tristeza, casi nunca felicidad, pero cuando me dirigía la mirada me esforzaba por sonreírle. Decirle, sin decir palabra alguna, que estaba bien. Creía que todo lo que podía hacer era eso, entonces ella me lo devolvía, pero nunca podía creerle.
Aún estaba en sus treinta, trabajaba y atendía a mi abuelo a la vez. En esos tiempos, solo podía estar en el pequeño cuarto que compartía con ella. No había mucho qué hacer, teníamos una televisión pequeña que compró mi padre antes de irse y que, al final, nos lo quedamos. Una cama que le regaló su hermana mayor y un ropero que le regaló su otra hermana. Casi nada era realmente nuestro, pero nunca me quejé de todo ello, no quise hacerlo.
A esa edad, siempre me sentí como un expectante, como un observador fuera de la escena. Y la protagonista de la obra, era mi madre. Sin ella, no se podría hablar de quién soy, aunque sé que no fue la mejor madre del mundo, se esforzó por darme todo lo que merecía. Es gracias a ella que ahora puedo abrirme a nuevas maneras de pensar más allá de lo cotidiano.
Siempre fui alguien curioso, siempre encontraba preguntas que no tenían una aparente respuesta. De esa manera entendí que no todas las respuestas se podían encontrar solo preguntando. Por ello, comencé a buscarlas por mí mismo, a través de mis observaciones y deducciones mentales que me llevaron a estados muy catastróficos para mi estabilidad mental, casi perdiéndome en el proceso. Pero antes de llegar a eso, vivía en el estigma de seguir las órdenes que me mandaban. ¿Por qué tengo que ir al colegio? Dame una buena razón y lo hago. ¿Para qué tengo que hacer la tarea? Pero yo ya entendí la clase, ¿enserio me comprarás unas papitas? Está bien. ¿Por qué las personas suelen mirar al frente cuando caminan? ¿Por qué una rueda avanza en círculos? ¿Por qué todo el mundo intenta conseguir dinero? ¿Para qué quieren cosas? ¿Qué es la felicidad? ¿Para qué sirve terminar el colegio? ¿Por qué las personas se toman tantas horas trabajando? ¿Por qué tenemos que seguir reglas que no nos sirven? ¿Cómo es posible que un auto se mueva? ¿Qué hace mujer a una mujer? ¿Qué hace hombre a un hombre? ¿Qué soy yo? ¿Sólo por eso? ¿Para qué nacen las personas? ¿Por qué hay nubes en el cielo?...
A veces respondían alguna pregunta.
Poco a poco, después de pensarlo por algunas horas, llegaba a conclusiones desalentadoras, como que el colegio era la institución que nos enseñaba materias y diferentes valores para aprender a convivir con los demás, pero que también era un sistema oxidado que servía para volverte dependiente de una sociedad que te necesitaba como un peón, para después desecharte y mandarte a algún asilo en el momento en el que ya no le sirvieras; que la tarea era la manera de “reforzar” el aprendizaje, pero que también servía como un molde para crear en ti un complejo de repetición y la falsa sensación de que estás aprendiendo. Nos estaban adoctrinando, pero nadie parecía darse cuenta o lo aceptaban simplemente, porque eso era lo que hacía la mayoría. Nadie parecía buscar otras maneras, quizás ni les importaba o quizás pensaban que era la única manera de aprender. Yo sentía que habían más formas de hacer las cosas, mejores o peores, pero existían. Todos tomaban las que se nos presentaban como únicas y yo no quería aceptar eso.
Tuve mucho tiempo para pensar, y de entre todos mis pensamientos, el más importante para mí era encontrar una buena razón para vivir. No la encontré, pero ya entendía a los suicidas de cierta manera. En ese tiempo, también comenzaba a crecer ese vacío en mi pecho que me acompañó por tantos años.
Aun así, no me quería desalentar, siempre intentaba encontrar el lado bueno de las cosas. Pensar que tal vez mañana sería mejor, que habría una salida que aparecería algún día. Jamás llegó ninguna salida, las cosas cambiaban, pero me sentía absolutamente igual. Entonces comencé a cuestionar mi realidad. ¿Por qué tenemos que vivir en un solo cuarto? ¿Por qué tengo que ayudar a mi abuelo? ¿Por qué mis primos no ayudan también? ¿Por qué tenemos que pagar más que ellos? ¿Por qué no puedo tener a mi padre conmigo como mis primos? ¿Por qué no podemos ir al cine? ¿Por qué siempre tienes que trabajar? ¿Por qué no puedo tener mi propio cuarto? ¿Por qué tuvo que morir mi perro? ¿Por qué siempre tengo que quedarme atrás? ¿Por qué no podemos comer todos en la mesa?... ¿Por qué no me siento feliz con nada?... ¿Por qué siento tanta soledad?...