No esperes a que otros te protejan o que te ayuden en el momento que más lo necesitas. Ser independiente te puede ayudar en el desarrollo personal y a validar tus propias ideas.
Cuando estaba en un momento de mi vida en el cual era muy vulnerable, llegué a depender de la persona que llegó a causarme mucho dolor en ese entonces. Empezó a tener un poder sobre mí, el cual me hacía sentir que no era lo suficientemente buena para hacer las cosas por mi propia cuenta. Me hizo creer que no era alguien sin él y, en los pocos momentos donde estaba sola, podía reflexionar y decirme a mí misma el por qué estaba permitiendo todo ese trato. Echaba de menos que una familia no estuviera presente, estaba alejada de muchas personas cercanas y aun así no quería decir que era insuficiente. Al contrario, valía mucho y todo lo que he aprendido lo empecé a poner en práctica.
Me di cuenta de que en realidad no estaba sola, porque una familia no es un conjunto de personas en el cual hay una madre, un padre, un hermano, una tía, etc. Una familia puede ser aquellos que te apoyan y te cogen de la mano entendiendo quién eres. Cuando salí de ese mundo del que no me imaginaba salir, quise mejorar más de lo que ya había hecho y no volví a depender de alguien ni de algo. Esas personas que se quedaron conmigo sin importar qué, me ayudaron a valorarme y respetarme, y a darme mi lugar. Entender que no necesitaba a nadie para cumplir mis objetivos. No quiere decir que en su momento no podamos llegar a necesitar ayuda porque no lo sabemos todo y a veces requerimos una guía. Pero una cosa es aceptar que podemos necesitarla para así aprender algo nuevo, pero otra muy diferente es tener dependencia emocional en alguien.