El viaje estuvo larguísimo. Llegaron muy cansadas pero con ganas de comenzar a recorrer lo que el dinero, el tiempo y las ganas les permitieran. ¡Tenían un mes completo para comerse al mundo! Bueno…… quizás no al mundo, pero una pequeña parte sí, una hermosa y fascinante.
Leo en cambio no podía hacerse a la idea de que Karina lo hubiese dejado. Había algo que no le cuadraba en toda aquella perorata que Lorena le había dicho. Por días estuvo tratando de llamarla pero el teléfono sonó y sonó y nunca contestó. Le envió cientos de mensajes que ella magistralmente ignoró una y otra vez. No podía creer que Kari, su Kari, hubiera cambiado de opinión así nada más. Algo había. ¿Por qué el repentino cambio de teléfono? ¿Por qué el viaje al campo?
Intentó una vez más, esta vez a su antiguo número, ese en el que siempre la encontraba sin importar la hora, cada vez que quería escuchar su voz. Una grabación se reprodujo nada más sonar un par de veces advirtiéndole que el destinatario estaba fuera del área de cobertura.
Sin ya poder aguantar más y no dispuesto a irse sin saber qué había sucedido con ella, decidió ir a casa de su familia para averiguar en dónde ubicarla allá a donde fuera que estuviese en el campo. Sin duda él iría a donde fuera por ella.
Grande fue la sorpresa cuando la madre de Karina casi le cierra la puerta en sus narices, visiblemente enfurecida vaya a saber él por qué razón. Todo era confuso. Seguía creyendo que algo extraño estaba sucediendo.
- Disculpe, Señora, pero necesito encontrar a Karina. – le dijo a la vez que colocaba su pie entre la puerta y el marco de ésta para evitar que ella la cerrara.
- ¿Y todavía tienes el descaro de venir por ella? ¿Acaso la otra mujer se arrepintió de acompañarte que ahora vienes por mi hija como si fuera un premio de consuelo? – la mujer estaba echa una furia. Si hubiera podido arrancarle los ojos lo hubiera hecho, estaba seguro.
- No entiendo lo que dice Señora, pero sea lo que sea que esté pensando de mí, créame que no es así. Yo nunca he amado a otra mujer que no sea su hija, usted lo sabe, me conoce, compartí con ustedes lo suficiente como para que me dé al menos el beneficio de la duda.
La mujer lo miraba con el ceño fruncido sin saber si debía escuchar su versión de los hechos, ni mucho menos si debía decirle acerca del paradero de su hija, pero el hecho de que haya plantado cara en su puerta quería decir que, o era muy estúpido o muy valiente a pesar de saber a qué se estaba enfrentando. O bien simplemente había algo que se estaba perdiendo, un detalle que quizás aclarase todo aquel entuerto que desde el principio le pareció sospechoso.
- Está bien, Leo. Te doy 5 minutos para qué me expliques por qué mi hija asegura que tú jugaste con ella y que tienes a otra mujer en tu vida con la cual decidiste compartir tu vida en vez de con ella.
- ¿Perdón? ¿Y se puede saber quién le dijo?
- No tengo idea de quien fue el que le contó…… eso, pero si es verdad, se lo agradeceré eternamente por haberle abierto los ojos.
- Señora, créame, no es cierto. ¿Por qué no mejor me dice qué fue lo que le dijeron a Karina?
- Bueno…… le dijeron que tu ya no la querías, que te habías olvidado de ella, que tenías a otra mujer con cual pensabas establecerte allá donde te ibas a ir, que para ti, ella simplemente fue un juego del que te cansaste de jugar.
Leo se agarraba la cabeza a dos manos y suspiraba con pesar pensando en lo destruida que debió de sentirse al escuchar todas esas mentiras.
- Señora, nada de eso es cierto. Sí discutimos por el hecho de que ella quería irse conmigo y yo no se lo permití, pero eso solo sería al principio. Yo planeaba establecerme y una vez todo estuviera en marcha, le pediría matrimonio y me la llevaría a vivir conmigo. Yo la amo como no he amado a nadie en toda mi vida.
- Entonces, ¿no es cierto que tienes otra mujer? – los ojos de la madre de Karina brillaban con esperanza. Había visto sufrir a su hija muchos días a raíz de ese malentendido. Ella conocía a Leo y lo encontraba un buen chico. Le fue difícil creer lo que le habían contado a Karina, pero no era su decisión creerle o no, sino de su hija y por el bien de los dos, esperaba que arreglaran cara a cara sus cosas. La felicidad de ambos estaba en juego y si era verdad lo mucho que Leo amaba a su hija, rogaba que su hija no fuera orgullosa y lo escuchara.
- ¡Por supuesto que no! ¡Nada de lo que le dijeron es cierto!
- Pues me alegro de que no lo sea. Tendrás que hablar con ella entonces y aclarar la situación. Aquí hay gato encerrado y alguien tendrá que dar muchas explicaciones por haber sembrado cizaña entre ustedes.
- No sé quién pudo cometer tamaña maldad, y aunque creo imaginármelo aún no logro comprender la razón.
La madre de Karina le contó en dónde realmente estaba su hija y con quiénes. Lamentaba que Leo tuviera que esperar aún muchos días hasta que su hija volviera de su viaje, pero Leo tenía otros planes en mente y uno de ellos implicaba comprar un pasaje directo al sudeste asiático.
Con el gentil auspicio de su futura suegra, seguiría los pasos de su amada hasta encontrarla y convertirla en su mujer.