¿quién te dijo? (#1 Puertorriqueñas)

CAPÍTULO 4

Llegó pasado el medio día con un calor sofocante y un cansancio que estuvo a punto de arrojarlo a la cama del hotel por todo un día, pero no podía darse aquel lujo. Era un hombre con una misión y hasta que no encontrara a Karina no descansaría.

Gracias a los mensajes que Karina le enviaba a su madre y que ella le reenviaba a Leo, sabía dónde debía ir. Lamentablemente, al parecer, siempre llegaba tarde, cuando ella ya se había ido. Quizás el desfase horario entre Karina y su madre o el de su madre con él jugaban en contra, pero como fuese, él seguía buscando a su amada Karina. Preguntaba por ella, foto en mano, en los lugares que había visitado con la esperanza de encontrar alguna pista que lo llevara a encontrarla pronto. Pero los días seguían pasando y aún no daba con ella.

 

Karina se veía feliz. Caminaba por lugares turísticos, la gran mayoría sagrados para aquellos mortales que residían allí, tratando de mostrarse interesada, pero por dentro la herida seguía sangrando. A menudo ralentizaba su caminar y dejaba que Lorena y Roxana se adelantaran para así poder lamentarse en silencio y en privado de su desdicha.

Le era imposible sacarse de la cabeza a Leo. Aún le costaba creer cómo la había engañado. No se creía tan tonta, pero parece que así resultó ser. Si tan solo él hubiese sido sincero o le hubiera dado la cara y la hubiera enfrentado con la verdad quizás hubieran terminado como simples conocidos deseándose suerte en sus nuevas vidas sin la compañía del otro en ellas. Así hubiese sido más fácil…… al menos para ella.

¿Y si hablaba una última vez con él? Al menos para que supiera que ella estaba al tanto de toda su mentira. No parecía ser una mala idea. De hecho, con ese pensamiento en mente, descabellada, lo sabía, entró a una cabina telefónica decidida a llamarle. Lamentablemente o quizás no, sus amigas se percataron y no se lo permitieron.

- No, Kari, no lo hagas. Sal de ahí. No vale la pena. A estas alturas ya debe de estar disfrutando de su nueva vida en compañía de esa otra mujer. No te hagas más daño en un imposible, cielo. – Lorena debía impedir cualquier tipo de comunicación entre ellos. Sabía que apenas ella llamara el asunto se destaparía. Había estado recibiendo mensajes de Leo en el teléfono de prepago hasta hacía unos cuantos días y aunque habían cesado, estaba segura de que una sola llamada o un solo mensaje y todo se iba al carajo.

- Lo siento. La fuerza de la costumbre. Solo quería oír su voz. – se lamentó Karina.

Los siguientes lugares por visitar debían hacerlo por tren. Fueron varios trayectos, algunos largos, otros más cortos, pero en todos ellos la melancolía y la tristeza se colaban en la mente de Karina. Apoyaba su cabeza en la ventana y se perdía mirando el entorno sin disfrutar de aquel hermoso paraíso que se vislumbraba ante sus ojos. Lorena y Roxana hablaban y actuaban como si nada, como si no les importara su dolor. En cierto modo las entendía. Habían ideado ese viaje con el fin de hacerla olvidar, y para ello lo que menos debían hacer era hablarle de Leo, pero ella esperaba que cuando la viesen con tanta congoja, al menos le dieran un abrazo o le tomaran una mano y la acariciasen con ternura, pero nada de eso sucedía. A ratos creía ver que ellas disfrutaban de su rompimiento, pero luego ella misma se negaba a creer tamaña insensatez.

 

Leo corrió sin descanso. Debía subir a ese tren a como diera lugar. Tenía la firme esperanza de tener suerte esta vez. Había enseñado la fotografía de Karina a mucha gente del lugar pero nadie parecía haberla visto, hasta que un hombre la reconoció y le dijo que había subido al tren en compañía de dos mujeres más. De inmediato supo que se trataba de ella, Lorena y Roxana.

La fortuna estuvo de su parte y logró subirse casi de milagro en aquel tren. Recorrió todos y cada uno de los vagones mientras el corazón se le debocaba sin piedad. Ya en el último empeñaba toda su fe y rogaba encontrarla.

Abrió la puerta que conectaba los vagones, caminó por el estrecho pasillo observando cada una de las caras que se presentaban ante él con miradas de curiosidad hasta que por fin la vio. Ahí estaba. Más hermosa que nunca, con su cabello agarrado en un moño desprolijo, sin una gota de maquillaje en su rostro, evidenciando lo naturalmente precioso que era, y con una tristeza que sabía a ciencia cierta que era por él.

Se detuvo a un par de metros de ella esperando a que percibiera su presencia. Y como si un imán la atrajera, su mirada se posó en la suya y toda su tristeza cambió a felicidad en cuestión de segundos.

Karina no pensó en lo ocurrido, no razonó en lo que debía hacer, no recordó el dolor que sufrió, solo se paró ante la mirada incrédula de sus dos amigas, quienes al seguir la dirección de su mirada se dieron cuenta en el gran lío en el que estaban, y entonces llegó hasta él y lo abrazó y lo besó como si no existiera nadie más a su alrededor.

Fue un beso exigente, de añoranzas y anhelos contenidos. Cada poro de su piel exudaba amor y comprensión. Karina supo de inmediato que todo lo que había escuchado de él no era cierto. ¡Estaba ahí! Había ido por ella. Había cruzado medio mundo para encontrarla a riesgo de perder aquello que desde un principio había propiciado aquel distanciamiento. Si no la amara…….

No, esa posibilidad desapareció.



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En el texto hay: mentiras, amor, envidia

Editado: 08.05.2021

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