—Eres despreciable.
Emmy volvió a mirar a los ojos grises de su hermano Robin, tan siniestros y parecidos a los de Dorian. Tenían una diferencia notable, su hermano conservaba un poco de humanidad en su expresión, no estaba segura del todo si la veía con arrepentimiento o con engaño.
Robin retrocedió, dándole el espacio necesario para volver a respirar, aunque en ese momento, atada de manos y pies a una silla y encerrada en un lugar oscuro, el aire parecía escaso, la ansiedad trepaba por su cuerpo y ella sentía que en cualquier momento podría caer en la desesperación al volver al confinamiento.
—Quiero ayudarte.
Rabia profunda y cruda. Un odio reprimido por más de veinte años salió a flote en su sangre, y Robin lo sintió, pues quizá al verla mirándolo como un depredador al enemigo, se daba cuenta de todo el daño que provocó.
— ¡¿Ahora quieres ayudarme?! —Gritó—. ¡Tú me cazabas como un animal cada vez que huía de casa! Podrías haber acortado mi sufrimiento...
Pero se prolongó durante veinte años, insultos, golpes, humillaciones, una vida de servidumbre creyendo que eso era todo lo que merecía. Y Robin nunca le permitió liberarse de todo eso, Emmy aprovechó cada oportunidad para escapar, sin embargo, su hermano siempre la capturaba y traía de regreso.
—Se suponía que debías de protegerme de todo, ¡Eras mi hermano! Nunca estabas ahí para ayudarme, cuando te necesité ¡¿Dónde rayos estabas?!
Una lágrima solitaria bordeó su mejilla, Robin la limpió con un dedo, respiró fuerte.
—Sé que no merezco ni siquiera respirar el mismo aire, y que no te importa nada de lo que me suceda. Pero no es el momento para ser quisquillosa, hay vidas en juego si no detienes esto.
— ¿Qué es exactamente lo que planean? —Evan preguntó.
Robin movió los hombros.
—Ellos solo nos daban nombres y ubicaciones, junto con un listado de órdenes y el equipo para cumplir los ataques, nada más. Ellos toman por sorpresa y se valen de ese factor para su éxito, atacarán al clan de leopardos cuando no se lo esperen, pero tienen prisa es por eso que tienen un lapso de tiempo de cuarenta y ocho horas para tomar el control del clan.
Emmy tragó el nudo de angustia, su bastardo hermano tenía razón, tenía que desplazar el odio a un segundo plano por el bien del clan.
— ¿Y cómo dices que puedes ayudarme? —preguntó.
Del bolsillo de sus bermudas negras sacó unas llaves, luego rodeó la silla sobre la que estaba y desarmó el candado que mantenía las cadenas unidas.
—Sabes que si te libero, él no se detendrá, volverá a buscarte, una y otra vez, hasta que te vea de regreso en casa.
—No me asustes —ordenó—. Se supone que estás ayudando.
—Y lo hago, pero quiero que todo termine de una vez por todas.
Robin le quitó las cadenas de encima, con un fuerte sonido metálico las dejó en el suelo, luego repitió la acción con Evan. Después de aflojar los nudos de sus extremidades, le entregó un celular negro.
— ¿Tienes un número? Llama.
Emmy miró con desconfianza al objeto, pero lo tomó, haciendo un esfuerzo por recordar algo. En vano. Su mente estaba en blanco. Emmy maldijo en voz baja.
—No me acuerdo ninguno.
Evan se giró hacia ella, el corte en su pómulo había dejado de sangrar.
—Lee el papel que te di.
Con prisa, se removió para liberar sus manos y buscó en su bolsillo el trozo de papel, lo desarmó y leyó, era un número de teléfono con nota al pie:
“En estos momentos tan tensos, extraño la tranquilidad que me ofrecen tus ojos, tu dulce aroma que me hace olvidar mis problemas. Volveremos a vernos, Sugar, pero por ahora tendré que conformarme con tu voz. Por favor, llama”
Sus ojos se empañaron, Emmy reprimió la angustia que amenazaba con desbordarle. Se imaginó en su mente la amable sonrisa del lobo y sus ojos dorados como arena del desierto. Un lobo que no negaba sus sentimientos y la aceptaba, con todo y las corazas que usaba para protegerse.
Inspirando profundo, marcó el número en el celular, pero a punto de apretar el icono de llamada se detuvo, ¿qué iba a decirle? Logan no era bien recibido en el clan, y Derek ahora mismo podría estar desconfiando de Liam.
Entonces tendría que dar una alerta.
Reconstruyendo su fortaleza, llamó.
— ¿Hola?
Su voz se oyó tensa.
—Logan.
—Oh Sugar, me alegra oírte, no sabes cuánto.
—También me alegra que estés bien —dijo con prisa, su corazón latió con fuerza cuando se imaginó la sonrisa que probablemente estaría cruzando su rostro.
— ¿Dónde estás? Ahora mismo estoy yendo hacia la frontera sur.
«Y yo estoy encerrada a merced de la repentina buena voluntad de mi hermano»
—Estoy en Lake Saint Jerome —respondió—. Necesito que me escuches, es algo muy importante.
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Editado: 24.01.2019