Silbó al ver el interior de la cabaña, el espacio era amplio y cálido, la sala era del tamaño de su casa completa, con cojines negros esparcidos por todos lados, una mesa de vidrio negro en el centro y rodeada por sillones rojos. El ambiente olía a gato, dominante, alfa, el lobo de Logan se revolvió en su mente. Pero sólo se calmó cuando notó ese sutil aroma dulce ingresar.
Emerald estaba en el umbral de la puerta, con un hombro reclinado en uno de los lados, expresión de fastidio e impaciencia en su rostro. Le gustaba lo que veía, su cabello castaño oscuro casi rizado, cayendo alrededor de su rostro de piel bronceada sutilmente, ojos verdes, intensos, un color pacífico envuelto en una furia animal.
— ¿No vas a pasar? —Le preguntó, cuando se trataba de ella el lobo podía ser muy amable y atento.
—Liam dijo que dejaras tus cosas y que yo debía ser tu guía. —Miró al exterior, y maldijo por lo bajo—. Tendré que ser tu guardiana por un mes, por desgracia.
— ¿A qué viene tanta hostilidad? Yo no he hecho nada malo —Sonrió, pero su gesto no dio los resultados que quería, dejó el bolso encima de un sillón.
—Eres un lobo, enemigo y no me agradas.
Las palabras salieron cortantes, pero la obstinada mujer ingresó y se acomodó en uno de los cojines, cerca de la chimenea de piedra. Dobló su cuerpo y quedó mirando hacia afuera. Era un felino en todo el sentido de la palabra, Logan quiso reír pero se detuvo, quizá ella le saltaría encima, aunque eso no sonaba tan mal...
Terminó por explorar la cabaña, solo, tenía una cocina estrecha con muebles de madera barnizada, un comedor igual de amplio que la sala de estar, la habitación tenía una cama grande y un armario, el resto estaba vacío. El baño dividía el cuarto del comedor y sólo se podía ingresar por la puerta del dormitorio.
Dejó su bolso al pie de la cama, mirando alrededor, compadeciendo al leopardo que tendría que vivir en su pequeña casa. Se sentó por un momento, el colchón era mullido, el cobertor suave, sonrió, primer aprendizaje del día: a los gatos les encantan las comodidades.
—Tengo hambre —dijo, regresando a la sala de estar, Emerald estaba en la misma posición, mirando hacia afuera.
—Hay comida en el refrigerador. —Ella se levantó de un salto—. Vendré por ti mañana temprano.
Lo miró a los ojos por un breve segundo, Logan resistió el impulso de acercarse tan solo para oler más de ese aroma irresistible.
—Hay ojos y oídos por todos lados —dijo en la puerta—. La privacidad aquí casi no existe.
Logan sonrió, con lentitud, arrastrando sus labios y ella tembló, pudo sentirlo.
—Descuida, no voy a hacer cosas indebidas en guarida ajena.
Ella asintió y se alejó.
—Porque no tengo con quién —terminó, pero no estaba seguro si lo escuchó o simplemente le ignoró.
El atardecer estaba en su punto máximo, mientras comía un sándwich afuera, notó a varios leopardos de las nieves merodear alrededor, algunos le amenazaron con gruñidos graves y él tuvo que repetir que era “El enviado” otros eran más sencillos y se le quedaban viendo con los colmillos mortales expuestos, haciéndole ver cuán peligrosos eran.
Estos gatos llevaban la territorialidad al límite.
Cuando la luz se fue y la oscuridad de la noche envolvió todo en sombras, Logan entró. Era incómodo estar en un lugar ajeno, con ese olor a gato alfa impregnado en todo, se sintió arrinconado, el lobo bajo su piel inquieto y molesto, presentía el ataque desde cualquier parte. Recorrió la cabaña por completo, para distraerse y para saber qué cosas habrían sucedido en ese lugar. Fotografías enmarcadas, esculturas pequeñas de madera, algunas plantas en la cocina, eran detalles sin importancia. Al final, Logan decidió comer otro sándwich e irse a dormir.
El sueño tardó en llegar, se sentía demasiado incómodo dormir en una cama que no era la suya, y si se ponía a pensar que el día anterior un leopardo durmió en su lugar... Era peor.
—Es mejor ignorarlo —se dijo en voz baja, dándose vuelta—. Recuerda por qué estamos acá.
“Por sugar” el lobo gruñó, Logan pensó en ella por última vez antes de dormirse.
Un brillo tenue le dio en sus párpados, abrió los ojos, e intentó hacer un enfoque luego de haber dormido plácidamente. Las comodidades eran buenas después de todo, no podía negarlo, dormir en ese colchón se sintió bien para sus músculos acostumbrados a un colchón de veinte años. Bostezó y se estiró en la cama, miró el reloj de pared, apenas eran las nueve de la mañana. Sonrió. Era usual para él levantarse antes de las seis, sus turnos de guardia empezaban a las siete, era estricto con el horario porque si se permitía dormir de más, terminaba despertando a las tres de la tarde.
No entendía cómo, si no había turno que cumplir, despertó a ese horario. Una bocanada de aire le dijo la respuesta, el lobo estaba activo, buscando algo en el ambiente que lo mantenía alerta. Al principio creyó que era por la esencia a leopardo por todos lados, pero mientras se lavaba los dientes, notó ruidos del otro lado.
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Editado: 24.01.2019