Quiéreme

Capítulo 11

 

Al quinto día, Logan comenzó a adaptarse al hecho de que cada felino Ice Dagger lo quisiera de almuerzo, algunos bromeaban con eso y le ofrecían unas sonrisas escalofriantes, otros lo decían en serio.

Ya había cruzado palabras con casi la mitad del clan, y había personalidades de todo tipo, arrogantes, dulces, independientes, serias, divertidas, alegres y malhumoradas, una mezcla de todo... Eso sí, aquellos que tenían menos desconfianza lo compensaban con preguntas para nada discretas.

Emmy lo llevó temprano por la mañana hacia un arroyo que dividía una sección del bosque en dos, ahí conoció a Aiden, un hombre que según ella era sumiso y dominante a la vez, una clase de ambiguo que no entendía del todo. El punto importante y por lo que se encontraba de buen humor, era el entrenamiento de novatos al que había sido invitado.

Creyó que sería una excelente oportunidad para observar y aprender cómo se instruía a aquellos que se pretendía ingresar como nuevos miembros... Hasta que Aiden lo invitó a participar con los tres adolescentes mayores.

—Vamos Logan, no te harán daño, no entrenamos con las garras afuera.

—Créeme eso es lo menos que me preocupa, no quiero herir a estos cachorros y ganarme una pelea a muerte con todo el clan.

— ¿Por qué habrías de herirlos? Es una lucha ficticia ¿acaso los jóvenes de tu clan no entrenan combate?

Logan miró fijo a los ojos celestes de Aiden, no estaba dispuesto a responder esa pregunta. Claro que los lobos entrenaban a los suyos, y muy bien, para cuando terminaban, los jóvenes eran letales y eficientes, casi igual que los adultos. Pero el entrenamiento era diferente.

—No gracias —respondió llevándose las manos a la cintura—. Busca otro poste para que los cachorros se afilen las uñas.

Los tres novatos gruñeron en amenaza, pero Aiden los detuvo.

— ¿Asustado, lobito?

Emmy se acercó desde su asiento a la orilla del arroyo, moviendo sus caderas con la soltura y ligereza del felino que era. Había aprendido que la forma en que los gatos se movían era diferente, mucho más fluida con el entorno.

—Por supuesto que no —se defendió—. No quiero cometer un error para que, como dices tú, me vuelen de una patada a mi territorio.

Emmy se cruzó de brazos y lo miró fijo, sus labios curvados suavemente hacia arriba en una sonrisa que no tenía nada de alegre, era peligrosa.

—Y luego dices que nosotros somos los paranoicos.

Los jóvenes se rieron, incluso al instructor se le escapó una sonrisa. Oh, genial, ahora era víctima de más bromas.

—Te traje aquí para que vieras como se entrenan los leopardos, y me pareció una buena idea que los novatos aprendan los puntos débiles de un enemigo lobo y como no hay ninguno a excepción de ti en kilómetros a la redonda, tú eres el perfecto voluntario.

—Tú quieres que me echen —le apuntó enfrentándole— ¿Verdad?

Ella rió, de una forma suave y baja, demasiado breve, eso fue tan... Delicioso para sus oídos...

—Bien, de acuerdo —Emmy miró al suelo, sus manos en sus caderas—. Probemos otro enfoque para lograr el objetivo. —Alzó la mirada y sus ojos brillaron con un color verde tan intenso que Logan se quedó congelado—. Tú y yo en una pelea transformados mano a mano ¿qué dices?

Los demás apoyaron la idea con entusiasmo, a él no le desagradaba tanto, pero no estaba seguro de acercarse para hacerle daño, aún con una pelea de juego.

— ¿Y bien, aceptas o vas a meter la cola entre las patas?

Era parte de su naturaleza aceptar los desafíos, tenía un alma competitiva y un refinado sentido del deber. Le sonrió a la gata que le miraba con altivez, poder, femenina arrogancia que despertaba sus impulsos.

—Bien, acepto —dijo frotándose las manos—. Pero si yo gano...

—Créeme, no lo harás.

—Déjame terminar, si yo gano, me dejarás llamarte Sugar.

Emmy vaciló un instante, buscó a Aiden con su mirada, sorprendida, era adorable, completamente irresistible. El brillo de esos ojos retornó a él, encendiendo el calor en su corazón.

—Bien, pero si yo te pateo el trasero, cosa que voy a hacer, tendrás que regresar desnudo y solo a tu cabaña.

Una apuesta muy fuerte, Logan no tenía dificultades con la desnudez, era un cambiante acostumbrado, pero no sabía por qué la idea de verse sin ropa ante los curiosos ojos felinos le inhibía.

«No seas cobarde. Hay que demostrar lo que un lobo Moon Fighter es capaz de hacer”

—Adelante.

—Esperen —Aiden los detuvo y luego se dirigió al mayor de los novatos—. Nils, ve a buscar un cambio de ropa para Emmy.

— ¿Ahora? —se quejó.

—Sí, ve.

Quince largos minutos después, el joven rubio apareció con varias prendas en sus manos.

—Bien, ya saben cómo es esto, el que se rinda debe mostrar el cuello al oponente —dijo Aiden, luego apuntó con un dedo a Emmy—. No le saques mucha sangre.




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