Lileam
Aquel cuarto era húmedo y aunque estuviera alumbrado por un bombillo seguía luciendo tenebroso y oscuro me senté aburrida en la silla más cercana a mi, haciéndome preguntas inteligentes como ¿Qué rayos será de nosotras ahora? ¿Qué tipo de personas son las que no te juzgan cuando entras a una mansión con trapos en vez de ropa? ¿Qué personas te traen a un sótano oscuro? Y todas mis respuestas se reducía a asesinos en serie.
Gabriel iba de un lado a otro pareciendo que ya no recordar su herida en el tobillo mientras que la preocupación y el bombillo amarillo me estaban haciendo sudar, me quite la maldita capucha para después quitarme la capa completa, pues me estaba ahogando el calor, no mucho después sentí el rápido agarre de alguien y luego moverme tan rápido como un pestañar de ojos.
En un momento estaba tranquila en una habitación con Gabrielle y al otro momento estaba atravesando todo el palacio como si fuera un paseo y subiendo escaleras lentamente, pero sin pausa, con el miedo de que esta persona que iba tambaleándose todo el camino hedionda a alcohol pudiera caerse y que me echen la culpa a mí.
Sus manos eran grandes y con un sinnúmero de joyería en ellas que me lastimaban, pero él no escuchaba mis quejidos o mis suspiros por aire, ya habíamos subido como tres pisos sin descansar y me estaba muriendo aun dentro de aquella capa roja, por las escaleras en caracol solo podía ver su ancha espalda y una colita pequeña que sujetaba su cabello en el cuello.él también estaba brillando del sudor, su piel era ligeramente dorada y parecía subir mucho aquí pues no tomo ni un solo descanso.
Llegamos a la cima de la torre, un domo cubría toda la punta de la torre y el suelo estaba alfombrado de cojines y más alfombras de vistosos tejidos de colores intensos y cálidos con una clara intensión al erotismo, al fondo había otra escalera más y para nada tenía curiosidad de saber que había por allí, las cortinas estaban a medio bajar y podía verse el inmenso bosque que rodeaba el edificio (seguro no recibían muchas visitas) por fin podía respirar.
Él se abalanzó sobre mí y empezó a darme vueltas como un loco al paso lento de un borracho, lo miraba extrañada desesperada por darle una patada y dejar a ese maniaco ahí, olía mucho alcohol y entonces vi las botellas en el suelo de diferentes etiquetas, tamaños y colores. Intentaba tener la mirada fija en mi lo que me hizo darme cuenta que detrás de toda esa fachada desaliñada y hedionda tenía unos preciosos ojos verdes, parecía más bien un teatro de pirata, con su forma de andar excéntrica y ebria, la joyería y su intento fallido de galantería, entonces el otro tipo entró y tuvo una escalofriante conversación donde el rubio intentaba responder, pero la boca se le derretía haciendo que arrastrara las palabras o tan solo gruñera, pero él del cabello largo parecía entenderlo lo que dejaba dicho que este pasaba más tiempo ebrio que sobrio sus días, nos indicó que volviéramos a bajar mientras que se quedó con el rubio posiblemente a reponerlo.
William
¿No podía quedarse en su cueva? No, tenía que bajar y hacer el ridículo, este tema de reparar su reputación se volvería más complejo de lo que había imaginado, pero era un asquerosa ironía del universo contra mí, enserio una caperucita roja corriendo justo cuando tenía que llevarle una presa a este ebrio lobo, no sabia qué pensaba cuando decidí traerlas aquí, no tuvieron que explicarme nada cuando las vi corriendo con el farfullo detrás, estaban metidas en problemas y eso me hacía más sencillo traerlas, pero ahora tendría que manejar todo ese asunto con mucho más cuidado.
Entré a Elliot en una tina de agua fría y le pedí a un empleado traer un cubo de hielo, para esto lo necesitaba con todo sus sentidos y no andar por ahí más muerto que vivo, baje después al sótano allí ellas me esperaron sentadas, debía por lo menos saber sus nombres y cosas básicas de ellas.
La bajita morena estaba nerviosa evidentemente escondiendo algo, sin darse cuenta de que había leído perfectamente su situación. La rubia bonita, en cambio, me retaba con la mirada, dejándome dicho con esos ojos azules que no tenía nada que temer ya que no tenía nada que ocultar.
Las dos eran bastante singulares, una ocultaba sus debilidades mientras que las otra las ocultaba a plena vista, este tiempo con ellas sería sumamente interesante. Elliot se incorporó interrumpiendo mi análisis, estaba envuelto una bata de baño y tenía una toalla encima de la cabeza que apenas dejaba ver su bien su rostro, se cruzó de brazos y se quedó sentado a mi lado en silencio, después de todo estar sobrio lo mantenía aburrido— ¿Por qué huían? —les pregunté directamente antes que todo, si quería que se quedaran tenía que saber que tan mentirosas podían ser o si todo esto me llevaría a más problemas que soluciones.