Quiéreme

Escena 4

Gabrielle 

Me sentía patética y estúpida, normalmente no era rechaza y si era rechazada en muy extraños casos entonces las cosas salían ser más sutiles, pero ojalá él que alguien como yo intente acercársele, ni sabía por qué le ponía tanta importancia si tan solo quería engatusarlo, él era un necio, un robot y un aburrido, hice un berrinche en el asiento de la ventana, tire mi frondoso cabello hacia atrás, y hundí mi cabeza entre mis rodillas.

— ¿interrumpo? —dijo no queriendo mirar.

—No – le respondí con desprecio mirando a través de la ventana la fuente del frente.

—si no interrumpo pasaré—escuché como se acercaba manteniendo un margen prudente de mi—alguien vendrá a las cuatro a prepararlas para esta noche, tendré sus vestidos listos para las seis y así a las siete harán su entrada—dijo todo aquello mirando su tonta libreta, miró hacia arriba y antes de que se diera cuanta que lo miraba volvi a mirar al balcón, todavía estaba secretamente molesta con él por ignorar mis encantos, desgraciado.

— ¿estas incomoda por aquello? —con ese tipo de preguntas debió por lo menos hacer una mueca de incomodidad pero no hizo nada, ni siquiera sabía porque estaba así.

—no me siento incomoda—dije mirándolo fijamente—tarde o temprano iba a pasar—le revelé sin querer, lo miré y esta vez fue él quien desvió la mirada, yo sentí arder mis mejillas—permiso—dije yéndome lo más rápido posible, me vi en un espejo del pasillo ¿Por qué estaba sonrojada? Ese podía ser un quiebre de hielo para él y para mí, pero en vez de eso solo me sentía avergonzada como si fuera una chiquilla de doce años que acaba de confesar su amor.

Di vueltas en todo la mansión para cuando regresara no pudiera verlo y por lo menos tener una buena excusa para cuando Lileam me viera roja. Entré a su cuarto luego de vigilar que William no estuviera por ahí, ella estaba en la alfombra del piso leyendo algún libro muy aburrido

— ¿Por qué estas sola? No me gusta—dije metiendo uno de sus mechones detrás de la oreja mientras me tiraba a su lado.

— ¿Pero si no estás con quien me quedo? —me respondió sin mirar con los ojos metidos en su lectura.

—Lily, linda, yo nunca te dejare sola. Aunque no me veas por unos minutos; además no quiero que Elliot aproveche que no estoy contigo para robarte.

— ¿cuál es el problema? —me preguntó cerrando el libro de golpe aun si mirarme ¿y esa actitud desde cuándo?

—Es algo delicado.

— ¿Y? —me miró indignada.

—solo no es un buen chico, no quiero que te lastime ¿sí? —no esperaba tener que explicar lo de la torre y lo que pasaba allí, yo de por si dormía con ojo abierto por si alguna de las dos despertábamos allí a merced de su majestad, y para mi suerte entendió con eso que le dije, sonrió y la abracé.

— ¿solo viniste a eso? —dijo mientras la apretujaba en mis pechos.

— ¡oh no! —Exclamé
recordando—tenemos que empezar a cambiarnos a las cuatro.

—Ok—dijo ella tranquilamente, se paró del suelo y caminó y se tiró en su cama—falta un millón para las cuatro...dormiré.

—no, estarás toda hinchada y boba cuando sea hora, te conozco—también me levanté y me tiré a su lado—nos cortaran el cabello.

— ¡no! ¿Por qué? —ella gritó agarrando se cabeza.

—porque parecen sogas en vez de cabello real—a pesar de los días aquí habían cosas que no cambiaban, nuestras pieles seguían manchadas por el sol, nuestro cabello describía clara mente nuestro nivel social, el mío por lo menos ya se veía rubio, el de Lileam estaba tan largo que podía enredarse con el—será rápido, solo unos tres minutos—ella se calmó—y luego las dos horas de tratarlo y peinarlo, pero descuida será poco—finalicé riendo, ella odiaba que le tocasen el cabello, pero tenía que entender que hay que hacer lo que lo que hay que hacer.

Lily aún estaba durmiendo cuando, tocaron la puerta que ya eran las cuatro, no quería pararme la verdad, pero la idea de las luces, el brillo, yo con ropa decente sobre mi cuerpo me emocionaba demasiado, tiré literalmente a Lileam de la cama, pues era la única manera efectiva de despertar a ese oso, la dejé allí en el suelo y crucé a mi cuarto... oh mi cuarto, cada vez que entraba quería gritar de lo hermoso que era ¿Por qué tenía que ser tan bello? Tan perfecto, tan claro, tan solamente para mí, tan amplio y limpio, sin insectos y sobretodo cálido.

Amaba este lugar, realmente lo hacía, al entrar se veía el papel tapiz del fondo de flores azules, mi adorada ventana y mi amada cama gigante, que en esta ocasión estaba cubierta de todo tipo de herramientas de belleza, maquillaje, productos del cabello, secadoras, planchas, rulos... todo.




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