Lileam
Respiré profundamente su olor y abrí los ojos muy lentamente gracias a la pizca de sol que se filtraba de entre las hojas, pero no quise seguir haciéndolo y solo me acomodé nuevamente en su pecho, me había quedado dormida después de todo y la hierba era increíblemente cómoda cuando estaba abrasada de él—Hey ¿Cómo estas caperucita? —caperucita.
—no por favor, tu no—dije refunfuñando en su pecho mientras estrujaba mis ojos.
—Bueno... en mi defensa yo te vi primero en la capa—sentí sus manos acariciarme el cabello, le sonreí respondiendo su primera pregunta.
—dudo que Gabrielle y Will lo estén.
— ¿Por qué? —me preguntó aun acariciando mi cabello, él estaba calmado y yo extrañamente también lo estaba, entonces le señalé a lo lejos donde podía se podía vislumbrar las figuras de aquellos lo más seguro molestos por esta escena. Elliot se puso de pie y me ofreció la mano para ayudarme a hacerlo también, me envolvió en la manta y se quedó al descubierto, él era distinto, se veía distinto, tan diferente al tipo ebrio y excéntrico que había visto antes, lo encontraba incluso mucho más hermoso que nunca.
Gabrielle se acercó sola, William solo regresó y se metió en la casa, caminó furioso y no dijo nada, vio como Elliot me tomaba de la mano y yo se lo permitía, me envió una mirada de decepción y regreso ¿tenía que ser tan dramática? ¿De verdad había caminado casi corrido hasta aquí para darme una mirada de desprecio? Me sorprendía lo inmadura que podía ser. Vamos, que podía tener de malo un poco de diversión una vez en la puta vida. Sabía que lo hacía por protegerme y todo esas cosas pero ¡no! Ya eso me tenía harta.
Me tiré en mi cama con una almohada en la cabeza para no escuchar la reprimenda que estaba a punto de darme ¿es que nunca veré nunca la luz de la libertad de expresión? Pero me quedé esperando en mi cama ya que ella nunca llegó. Entonces espere otros diez minutos y fui a buscarla. Estaba en su cama con unos audífonos mirando por la ventana, me recosté a su lado y desde donde estaba se escuchaba su música sonando, trate de llamar su atención hasta que un gélido ¿Qué quieres? Salió de sus labios descansando los audífonos en su cuello —no me molestare en decirte nada, después de todo mi esfuerzo es un mierda para ti.
— siento un vacío cuando no me reprochas, cada vez que lo haces te mando a la mierda en mi mente y eso me hace sentir mejor.
— ¿Te sientes mal? —Me dijo fingiendo condolencia—no lo parece, estamos aquí para sobrevivir, no para estar abriéndole las piernas a la gente que te tiende la mano ¿o qué sigue? ¿Serás la puta de ese imbécil?
—No seas hipócrita Gabrielle—me senté en la cama con todas las ganas de abofetearla—tu eres la menos indicada para decirme cualquier cosa ¿o crees que soy idiota y no veo cómo te la pasas detrás de William? —ella apretó la mandíbula y se paró, ya no estábamos hablando ya solo empezábamos a gritarnos cualquier cosa en la cara mientras pudiera herirnos.
—sí, eres una idiota que aunque tenga todas las pruebas de que el tipo es una basura, te niegas a verlas, ¡maldición! Tiene una torre para tirarse a toda la mujer u hombre que se le ponga en frente y desde que logre lo que quiere contigo no serás más que otra puta para él que se le regaló.
—Por lo menos Elliot es quien me busca mí y no tengo que ser como tú, William nunca te hará caso ni te tomara enserio porque solo eres una cualquiera desesperada por algo de atención...—ella me abofeteo, toque mi cara, me lo merecía. Ella salió de su propio cuarto sin decir nada, me deje caer en la cama, aun con la mano en la cara, ardía, pero la confusión y la culpa era un poco más grande, ella se había marchado sin decir nada ¿Por qué? Y lo entendí allí, repitiendo una y otra vez la imagen de su rostro al escucharme decir eso, a ella le gustaba enserio.
William
No era como Gabrielle, no perdería tiempo importante separándolos como un padre decepcionado, y algo dentro de mí sabía que esto pasaría aunque la hubiera metido en una jaula, mi prioridad ahora era definitivamente que esto no saliera de control. Le dije a Gabrielle no fuera, pero era una niñita impulsiva e imprudente, así que solo di media vuelta y atendí a lo que era importante.
Abrí las puertas de la habitación de Elliot , y ahí estaba tirado en su cama con una almohada tapándole la cara como si no hubiese hecho nada malo— ¿Cómo lo has logrado? —le pregunté quitándole la almohada.