¿quieres ser mi ex?

Fuerza del destino

Mientras esperaba a su amiga escuchaba a varios jóvenes estudiantes hablar acerca de que próximamente una pareja nacería gracias a la confesión de un muchacho de cabellera rubia.

Por alguna razón ese tema hacía que su estómago se retorciera pues, si bien podría no tratarse de él con Marly, la duda estaba atormentándolo porque sentimientos extraños emergían al estar con ella.

A su edad muchos astrales se conectaban más con los estudios que con el amor.

Sin embargo, él sí deseaba ingresar ese sentimiento puro en su vida.

¿Cómo todo cambió de un momento para otro?

Al principio de la secundaria, simplemente quería regresar a casa lo más rápido posible.

Ahora solo le importaba estar con su compañera.

Las cosas evolucionaron de un modo diferente al esperado y a ello podría sacarle provecho, pero ¿cómo?

En la escuela esos tópicos se evitaban y en casa, no era tiempo de la charla.

La confusión estaba carcomiéndole las entrañas ya que no estaba seguro de si era real-

De hecho, la forma en que lo educaban lo hacía estar confundido.

Si él se hallaba enamorado de la joven de cabello oscuro cuyas ventanas eran igual que las aceitunas, debería ser más que evidente..

«No estoy enamorado», Jorge se convencía de lo que realmente sentía.

«Lo que sucede es cariño amistoso… Eso no evade que me agrade ver cómo sus pecas se alzan al sonreír».

 De repente, observó a la niña que esperaba y se dio cuenta de que la amaba.

Tenía síntomas de estar enamorado de ella, aunque no lo percibiera por completo.

Apenas compartieron miradas, la astral adolescente lo saludó: —Hola, Céli. ¿Cómo estás? Parece que has estado pensando en la chica que te gusta.

—¿Ah? No, no —él sacudió sus manos—. Solo estaba concentrado en otra cosa que no tiene relación con lo que me estás diciendo.

Sus mejillas se sonrojaron.

Ella rio.

—Qué tierno te ves con un poco de color en tus cachetes. Me alegra saber que eres bueno conmigo.

—Pues debería reclamarte —dijo él molesto—. Me estás generando fiebre y eso no me gusta. Existe la posibilidad de que en poco tiempo termine enfermo.

Marly dio media vuelta para retirarse porque entendió que su amigo necesitaba lejos.

Al mismo tiempo, Célefes avecinó arrepentimiento así que corrió por la dama a la cual había entristecido.

Había obrado mal con ella sin tener idea de qué decirle para reducirle la tristeza.

Pese a eso, se estaba olvidando de la gran importancia de las acciones.

Entonces, vagó por toda la secundaria hasta encontrarla llorando junto a un montículo de hojas secas.

Al analizar lo que Santi estaba haciendo, comprendió que no se trataba de él sino de algo más complejo: un proceso natural en las astrales.

Él se sentó a su lado.

—¿Hace cuánto que estás lidiando con esto? No quiero verte llorar de nuevo. Déjame ayudarte, Marly.

—Comenzó ayer en la noche —confesó ella—, y cuando sucedió, grité para llamar a mi madre. Una vez que se reunió conmigo hablamos sobre ello.

Él no entendía todo pero la apoyaba.

Con un abrazo fue relajando a la niña en transición.

Ella continuó llorando porque estaba feliz de que un niño no se burlara de su cambio.

Quien que se hubiera burlado de ella por su madurez físico-hormonal no merecía ser cercano ni debía disculparse.

Pasados unos minutos, Marlene secó sus lágrimas.

—Gracias, Céli. Me pone muy contenta contar contigo para estos momentos.

—En la medida que me sea posible, haré lo que pueda —afirmó él, mirándola—. Por eso te pido perdón si con mis palabras te ofendí, no era mi intención.

Ella sabía que se refería a los rumores de que él estaba enamorado de una chica, pero no estaba considerando ser ella.

Debido a esa inocencia, ella le pidió bailar para que así se pudiera concentrar en eso en vez de lo que decían los demás acerca de sus sentimientos.

Jorge sonrió notoriamente.

Con torpeza, comenzó a seguirle el paso hasta el punto en que dominó lo que estaba haciendo.

Se encontraban tan enfocados en el baile que no notaron que sus maestros los estaban llamando porque sus clases iniciaron hacía media hora.

Ellos sintieron la presión del tiempo porque la directora estaba detrás, con una mirada bastante grisácea y las brazos cruzados.




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