Armando y Gregorio después de un excelente almuerzo, estaban regresando a su trabajo, Gregorio no podía evitar mirar a Armando por la sonrisa que tenía desde que hablo con Antonia, había pasado alrededor de una hora el hombre seguía contento.
─ ¿Greg tienes tiempo? ─ Armando mira a su amigo antes de que este entre a su oficina.
─ Si, solo debo revisar una cosa de los nuevos practicantes ¿Por qué? ¿Qué paso? ─ Enmarca una ceja.
— Me gustaría que me ayudaras con algunas cosas que me faltan que de verdad siento que no puedo hacer solo. — Gregorio se queda unos segundos en silencio. — Si no hay problema Mando, revisare los proyectos que harán más tarde y eso no me lleva mucho tiempo. — los dos hombres caminaron juntos hasta la oficina de Armando. El trabajo les tomo más de las horas que pensaron; eran pasadas las diez de la noche. Los últimos detalles para darle comienzo a la urbanización están casi listos. Pero uno de los dos hombres no estaba resistiendo.
— Mando ya no puedo más estoy agotado.
— Igual yo Greg, mañana continuare, de verdad muchas gracias. — Armando sonrío al ver su amigo.
— No hay de qué.
— Creo que es mejor irnos a casa la energía de ambos está totalmente agotada.
— Tienes razón necesitamos un merecido descanso.
Cada uno se dirige a su departamento agotados; Armando entra sin encender las luces. Deja todas las cosas tiradas en el piso, se quita los zapatos y camina hasta su habitación, se tira a su cama y en pocos minutos termina profundamente dormido.
A la mañana siguiente se despierta a las cinco de la madrugada agitado y empapado de sudor, mira sus manos y esta temblando, se levanta de su cama y entra al baño para lavarse la cara, mueve su cabeza para sacar el sueño que había tenido con Silvia. Armando se molesta cuando sucede en esas cosas. Regresa a su habitación, se quita la ropa que había olvidado la noche anterior y queda solo en bóxer se mete en la cama e intenta volver a conciliar el sueño, pasan dos horas y no logra volver a dormir, decide levantarse y arreglarse para ir a trabajar.
— Por favor Arturo recoge los planos, que espero que estén ya impresos los mande a primera hora esta mañana y llévalos al departamento de ingeniería los necesitan lo más pronto posible. — Dice Armando mirando a uno de sus empleados. — Si señor. — responde el muchacho quien sale de su oficina como una bala. Armando toma asiento y revisa nuevamente las autorizaciones no quiere que falte ni haya ningún problema, durante la mañana llama a todos y cada uno de los encargados de la obra, solo quedaba revisar el terreno; para comenzar con la obra lo antes posible.
— Alicia por favor si viene Gregorio dile que estoy muy ocupado que no me moleste. — dice colgando el teléfono, se levanto de su silla negra y se acostó en el sofá largo que tenía en su oficina quería descansar un poco los ojos, estaba agotado.
Gregorio esta por entrar a la oficina de cuando se da cuenta que Alicia no está en su sitio, cuando gira la perilla para abrir la secretaria aparece corriendo y algo agitada.
— Señor Quintana — Dice la mujer tomando aire. — El Señor Maldonado no quiere ser molestado ya que se encuentra muy ocupado y me pidió gentilmente que no lo fuera a molestar. — Gregorio pone los ojos en blanco al pequeño regaño de la mujer.
— Está bien. — Dice Gregorio soltando la perilla— Pero igual es la hora del almuerzo. — contesta contento. Alicia observa como Gregorio entra a la oficina sin poder hacer nada. — Este hombre me va sacar canas de colores. — Niega con la cabeza volviendo a su puesto de trabajo.
— ¡Mando! —Grita el hombre causando que el otro se despierte sobre saltado.
— ¡¿Qué carajos está pasando?! ─ Grita Armando alterado.
— No sabía que estas dormido, tu secretaria dijo que estas muy ocupado ya lo note.
—Ya no importa llame a tantas partes que termine agotado ¿Qué necesitas? — Dice Armando frotándose los ojos. ─Necesito comida. — Dice Gregorio tocando su estomago. — ¿Y tengo cara de cafetería? — Armando mira enojado a su amigo. — Deja de ser idiota quiero que vayamos almorzar. — Armando mueve su cuello de un lado no era muy cómodo dormir en un sofá tan dura.
— ¿Gregorio que voy hacer contigo?
— Traeré un perro para que no te deje entrar. — Gregorio ríe con ironía.
— ¿A dónde vamos? — Pregunta Gregorio mirando a su amigo moviendo las cejas de arriba abajo.
— No sé donde quieras tú.
— ¿Qué te parece donde tu amiga? — Pregunta Gregorio con una sonrisa.
— ¿Donde Antonia? — Dice Armando colocándose de pie.
— ¿No quieres ir a otro lado?
— No la comida de allá es buena y me gusta. — Armando oprime el botón del ascensor. —Bueno no me parece tan mal lugar.
— ¿No te parece ta mal lugar? Te encanta. —
— Es normal Greg.
— A ti te encanta porque puedes ver a... ¿Cómo es que se llama? — Pregunta intrigado.