Había pasado más de media hora cuando Gregorio bostezo un momento, aunque ver a Armando hablando de los planes y de las cosas que haría para invitar a Antonia le parecía divertido; se sintió como si nuevamente tuviera quince años
— Es muy raro verte así. — Gregorio dijo mirando algo cansado a su amigo.
— ¿Así como? —pregunta Armando confundido dejando de caminar de un lado a otro de la oficina.
— Tan emocionado por salir con una chica. — Gregorio se escurre en el sofá.
— ¿Sabes hace cuanto no te veía así? — Niega Armando.
— Desde hace como seis u ocho años. — Armando sonríe. — Si ha pasado mucho tiempo desde que salgo con alguien en serio. — La sonrisa de Armando desaparece de su rostro.
— ¿Qué ocurre? — pregunta preocupado Gregorio; Armando apoya sus codos sobre sus rodillas, causando un silencio entre los dos amigos.
— Greg necesito que me prometas una cosa. — Armando está muy serio, mira a su amigo que asiente.
— Cualquier cosa Mando, solo dime.
— Si Antonia se ríe de mí o niega mi invitación no volveremos a comer en ese restaurante. ─ Gregorio no puede evitar reírse.
— De acuerdo Mando te lo prometo, por un momento me asustaste. — Armando mira atónito a Gregorio.
— ¿Por qué?
— Primero estas como feliz que ratón en fábrica de queso y pasas a estás muy serio, me preocupo
— Tú y tus frases raras. — Ambos hombres ríen.
— Pero te hacen reír.
— ¿Quieres quedarte a comer? — Pregunta levantones del sofá.
— ¿Qué vas hacer? — Los sigue Gregorio hasta la cocina. — Nada, decía pedir comida o algo. — Gregorio asiente.
— Deja que llame a Isa y le dijo que me quedare contigo un rato. — Armando asiente mientras busca el número de un restaurante.
La comida llega al cabo de veinte minutos, los dos amigos se quedan hablando un rato más. Armando está volviendo hacer el hombre que era antes, al ver a su amigo tan cambiado, Gregorio se siente alegre por él cambio que ha tenido, hace mucho que no lo veía sonreír o reír a carcajadas era muy extraño verlo de esa manera, los dos hombres recogen todo el desorden; Gregorio se marcha pasad las diez de la noche, al estar solo Armando se siente más seguro y lleno de confianza, él sabía que había pasado bastante tiempo desde que se interesaba por una mujer, aunque no sabía que iría a pasar, estaba ansioso de que las horas pasaran y llegara el lunes.
A la mañana siguiente, Armando hizo lo de costumbre, al llegar a la oficina todo el mundo volteaba a verlo y no podían creer que llegara tan risueño saludando a todas las personas que se le atravesaban, eso no era muy usual. Saludo a su secretaria y le entro una llamada a su celular.
— Maldonado. — Dice muy serio.
— Deja los encantos para otras personas. — Dice Gregorio.
— Greg ¿Dónde estás?
— En el aeropuerto.
— ¿Greg estas bien?
— Si Mando no te preocupes estoy bien pero si te tengo malas noticias.
— ¿Qué ocurre? — Pregunta preocupado el hombre agarrando su el nudo de su corbata.
— Parece que el terreno tiene complicaciones.
— ¿Qué tipo de complicaciones?
— ¿Cómo voy a saberlo si no lo he visto? — Pregunta Gregorio con ironía.
— Lo siento. ─ Armando frunce el ceño preocupado.
— Pero eso puede retrasar la obra.
— ¿La pueden? No, la va a retrasar. ─ Armando está preocupado por lo que le esta diciendo su amigo.
— Por eso estoy en aeropuerto, voy a viajar a Málaga; en media hora mi avión sale, para revisar todo y saber qué es lo que está pasando.
— De acuerdo Greg este inconveniente no lo contaba. — Dice molesto.
— Lo sé Mando por eso te mantendré al corriente con cualquier cambio.
— Te buen viaje.
— Gracias. — Ambos cuelgan y Armando se siente frustrado. Trato de dejar todo en manos de Gregorio mientras el revisaba lo que faltaba, pasaron dos horas y Armando no se encontraba muy contento por todo lo que está sucediendo; muchos documentos que debían estar autorizados aun no se encontraban firmados, los ingenieros no habían aprobado los planos, los trabajadores debían empezar aparentemente en una semana pero como iban las cosas no iban a poder comenzar en el tiempo estimado. Un golpe en la puerta saco a Armando de su trance mientras seguía mirando los documentos importantes, revisando los planos y llamando a los ingenieros.
— ¡Adelante! — grito el hombre sin apartar la mirada de todos los papeles que están regados sobre su sobre su escritorio.
— Disculpe señor Maldonado. — Alicia dice esperando que su jefe la mire.
— ¿Qué pasa Alicia? — Pregunta Armando mirando a la mujer por encima de sus anteojos. — Que pena por interrumpirlo pero es mi hora de almuerzo. — Armando Asiente, mira a su secretaria con el uniforme azul. Parpadeo un par de veces sin asimilar lo que le había dicho la mujer.