¿quieres un café?

Capitulo 5

Armando quedo muy confundió por la reacción de Antonia, no pudo dejar de observar como la chica afirmaba al chico de la cocina no muy contenta, deja la bandeja con los platos sucio en un compartimiento y agarra otra orden.

«Creo que piensa que era una broma» Armando se siente algo desilusionado y su mente comienza hacer estragos con él. Se siente molesto y frustrado, se arriesgo a pedirle una cita y luego su número para quedar desconcertado con la situación.

Saca su billetera y toma el recibo que estaba doblado.

— Esto es genial. — Dice sin quitar los ojos de la parte superior del papel al ver el un número anotado, con esos simples dígitos una sonrisa se formo en su rostro, deja el dinero sobre la pequeña bandeja de madera y con cuidado dobla el recibo para guardarlo en el bolsillo interior de su saco.

Se levanta para marcharse y regresar a su oficina. En el interior del bolsillo de su pantalón su celular vibra, mientras camina, lo saca y nota que es un mensaje de Gregorio.

Una vez fuera del establecimiento lo abre y lo lee lo cual causa que Armando se enoje y la sonrisa que había aparecido hace tan solo unos segundos desaparezca por lo que acaba de leer.

— No se dio cuenta. — Dice algo triste la joven.

— Anto es un tonto pero no te preocupes el mar está lleno de peces. — La chica de cabello azul muestra sus pulgares en alto para intentar que Antonia se anime.

— Tienes razón Vico — se baja de la silla donde está sentada.

— Iré a recoger el dinero. — se acomoda el delantal. — Y yo atenderé a esos chicos que acaban de llegar. — Cada una de las chicas hace lo que acaba de decir, Antonia no se está muy feliz. Camina despacio hasta la mesa.

— Señorita — un hombre la llama ella levanta la cabeza y mira al hombre

— Ya voy un momento por favor. — dice Antonia mirando al hombre con una sonrisa. Al tomar la bandeja solo ve el dinero más no el recibo, Armando siempre deja el papel. — Si se dio cuenta. — Antonia se siente muy contenta al ver que Armando no era un despistado, una sonrisa se marco en el rostro de la joven durante todo el día lo que hizo que su trabajo fuera increíble.

Armando llega a su oficina y todo está hecho un caos, ve a muchas personas corriendo de un lado a otro, sin comprender el motivo. Se acerca al escritorio de Alicia para preguntarle sobre esa extraña situación y la mujer le da unos post-it.

— ¿Qué es todo esto? — Dice tomando los papeles con sus manos.

— Los mensajes de quince minutos — Armando mira sorprendido los papeles.

— Gracias Alicia, por cierto ¿Por qué hay tantas personas corriendo por todo el piso?

— Son los pasantes señor Maldonado parece que hoy tienen que entrar unas cosas y parece que ninguno está informado. —Armando asiente. Entra a su oficina para colocarse a trabajar.

En menos de una hora Armando parece una fiera en su jaula, camina de un lado a otro en su oficina, muy enojado.

— ¡Te dije que no Maximiliano! — grita lo más fuerte que su pulmones se lo permiten. — La obra debería empezar en dos semanas, semanas no en dos meses. ¿Cómo es posible eso? — Para intentar calmarse masajea sus sienes

— ¿Pero qué dices? Ya tenemos las autorizaciones para iniciarla, estuve hablando con los ingenieros con los obreros, todos los problemas lo estábamos solucionando para empezar lo antes posible. — Armando está muy agitado por todo lo que está sucediendo.

— ¡No podemos cambiar el contrato así como así! — El puño derecho se le está colocando blanco por estrujarlo tan fuerte.

— Esta bien, estaré pendiente Max arregla esto no quiero un problema legal ahora. — Ambos hombres cuelgan, Armando siente que su cabeza está por estallar por el fuerte dolor; toma asiento en el sofá

— Cálmate Maldonado— dice tomando aire. Esta muy enojado por todo lo que está pasando.

La semana para Armando fue estresante. Todos los días estuvo hecho un manojo de nervios y enojado con todo lo que está ocurriendo en su oficina, los pasantes lo molestan cada media hora con preguntas estúpidas que con una investigación, de solo buscar unos minutos en internet se sabía la respuesta, el proyecto de la urbanización tenía más problemas de lo que se imaginaba, el terreno tenía fallas que no se podían solucionar con facilidad y el jefe de los obreros lo llamaba a quejarse porque no les habían indicado cuando deben comenzar.

— ¡Suelta ese aparato! — Grita un chico enojado. — Danny pero... — Antonia mira a su compañero de piso con esperanza.

— Anto cada vez que llegas a casa miras el celular como esperando que este te hable, que camine o que haga algo ya me tienes desesperado. — la chica suspira.

— Si ese hombre quisiera salir contigo ya te hubiera llamado. — Antonia infla sus cachetes, está molesta Daniel tenía razón; con cuidado dejo el celular sobre la barra de la cocina.

— Odio cuando tienes razón pero creo que no vale la pena esperar por algo que nunca va a pasar. — cabizbaja y desanimada camina hasta su habitación dejando al chico solo en la mitad de la cocina.




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