Al llegar a su departamento Armando se siente muy bien, una parte de él regreso a la vida, pensaba en llamar a Gregorio, pero no era una buena idea, su amigo podía estar dormido, viendo una película o haciendo algo con Isabel que no le gustaría interrumpir. Se quita la ropa para poder dormí con una sonrisa en su rostro.
El lunes en la madrugada, Armando llega contento a la oficina, todos los empleados, compañeros o personas que pasan por su lado no logran quitarle la mirada de encima; a todos los que se le atraviesa lo saluda con una sonrisa de oreja a oreja y deseando un feliz día, nadie puede creer lo que está viendo.
— Buenos días Alicia. — Dice contento al acercarse al puesto de su secretaria.
— Si Greg llega o pregunta por mí hazlo pasar. — La mujer asiente sin poder creer lo que sus ojos están viendo su jefe el hombre más serio, más frio y él cual nunca permitía que nadie lo molestara; está más feliz que nunca. Alicia se giró para ver de dónde venían tantos bullicios, todos los empleados del piso susurraban y se sorprendían de la reacción de su jefe. Alicia no puede creer lo que está pasando.
Armando entra a su oficina, enciende la computadora y se prepara para hacer llamadas, con los primeros que se comunica son los ingenieros que le dan buenas noticias; continua con la llamada a algunos abogados ya que tenían problemas con algunos obreros; Aunque la obra se retrasa una semana; Armando se molesta solo un par de segundos.
— ¡Adelante! — Grito cuando alguien detrás de su puerta toca.
— ¿Mando? — Gregorio mira preocupado a su amigo.
— ¡Greg! ¿Cómo estás? — Dice Armando contento acercándose a su amigo.
— ¿Qué te sucede a ti? — inquiere Gregorio. — ¿De qué hablas? — Pregunta Armando confundido.
— Todo el mundo está hablando que llegaste más feliz que una tortuga con rueditas. — Armando no puede evitar reírse.
— ¿Estas drogado? — Pregunta su amigo preocupado.
— ¡¿Qué?! — Grito Armando sin borrar la sonrisa de su rostro.
—Por favor Greg sabes que nunca probaría esas cosas.
— ¿Entonces qué te pasa? — Gregorio toma asiento con cuidado.
— Tuve un buen fin de semana eso es todo. — La boca de Gregorio queda hecha una o.
— Eso explica algunas cosas, pero me parece que fue excelente por tu animo el día de hoy. — Armando asiente contento.
— ¿Qué hiciste? — Pregunta Gregorio antes de que pueda contestar Alicia los interrumpe.
— Señor Maldonado disculpe su madre está al teléfono. — Los ojos de Armando miraron a Alicia. — Por favor dígale que la llamare luego me encuentro ocupado en este momento — Contesta con una sonrisa causando que su secretaria lo mirara muy extrañada.
— ¿Me dices ahora mismo que paso? — Gregorio llama su atención. — Bueno — se aclarado la garganta. — No. — Armando se comenzó a reír, Gregorio lo fulmina con la mirada. — Idiota. — los dos hombres se ríen, durante media hora Gregorio trato de sacar información a su amigo, pero resultaba imposible.
— Me rindo —Gregorio niega con la cabeza. — ¿Hablaste con Maximiliano, Elena y Sofía? — pregunta el hombre cambiando de tema.
— Si, no y si ¿Por qué tenía que hablar con Elena? — Pregunta Armando frunciendo un poco el ceño. — Ella tenía unas notas que quizás te hubiera interesado.
— ¿Sobre qué? — Armando mira intrigado a Gregorio. — Lo que dice ella es que terreno es bueno, pero en la parte oeste se llega a construir una casa y al año o por mucho a los dos años se viene abajo, entonces Elena había planeado que en esa zona no se construya. — Armando levanta sus manos interrumpiendo a Gregorio.
— ¿Vamos a quitar una casa? Eso no me lo habías dicho. — El hombre Niega.
— Claro que no ¿Revisaste la nueva ubicación? — Armando asiente. — Están las 93 casas ni una más ni una menos, lo que se haría es dejar la zona afecta sin construcción pesada, lo que se puede hacer es la entrada a la playa. — Armando parpadea un par de veces.
— Los dueños no tendrían que hacer el primer recorrido que teníamos pensado que es el que rodeada toda la urbanización sino tendrían una entrada privada. — Dice Armando mirando a su amigo
— ¡Exacto! — Afirma Gregorio.
— Greg pero eso nos costaría más dinero, y todo sube sus costos. — Dice preocupado.
— ¡No! — Gregorio aclara su garganta. — Con Elena revisamos todo antes de plantear esa idea. — Armando parpadea un par de veces nuevamente.
— ¿Entonces? — Inquiere algo molesto. — Quedaría el mismo precio no cambiaría nada. — Armando frunce el ceño y niega con la cabeza.
— Gregorio Quintana ¿Qué pasa por tu cabeza? Hay que comprar más materiales — Armando se lanza sobre su silla frustrado.
— Ni creas que cambiaremos un material, siempre usamos los mejores y no pienso cambiarlos por unos más económicos. — Armando volvió a ser el jefe mandón.