Armando y Antonia fueron al zoológico, Armando le gustó muchísimo todo lo que vio los animales durmiendo o escondidos, aunque una parte de él no le gustaba ver a los animales encerrados, eso fue lo único feo de toda la cita con Antonia.
— Greg tenía razón. — Dijo Armando riendo. — ¿Respecto a qué? — Pregunta Atonía amarrándose una agujeta de su zapato.
— Aquí huele mal aquí.
— Lo siento. — Dice la chica avergonzada.
— No te tienes que disculpar eso no es culpa de nadie. — Antonia se ríe.
— Si es cierto, sabes, aunque me gusta ver a los animales, me molestan este tipo de lugares. — Armando se siente confundido.
— ¿Por qué vinimos si no te gusta? — Inquiere el hombre algo extrañado.
— La verdad es que el zoológico es muy grande y un bonito lugar para caminar pero debí pensar en otro sitio.
— No Anto, este sitio fue muy bonito me gusto y tienes razón con lo de los animales, pero realmente me divertí. — Los dos se quedaron en silencio unos pocos segundos.
— Anto el viernes ¿Estas libre? — Armando se puso muy rojo al hacerle esa pregunta a Antonia, no entendía porque, pero se sentía avergonzado.
— Si, ¿Por qué?
— Mi amigo Gregorio e Isabel su novia nos invitaron a cenar ¿Qué dices? — Antonia se sentía un poco presionada al responder inmediatamente, pero al ver la reacción de Armando, no pudo negarse.
La noche del viernes Armando y Antonia llegaron a la casa de Gregorio e Isabel al entrar Antonia se sentía muy nerviosa, aunque conoce a Gregorio como el amigo tragón de Armando; por su cabeza pasan ideas de que no se van a llevar bien con la pareja. No pasa mucho tiempo cuando Isabel empieza a hablar con Antonia de moda, música y comida; Antonia se siente muy a gusto con la situación.
— Las mujeres son muy raras. — Dice Gregorio mirando a su novia y mientras bebe algo de vino. Armando ríe por los comentarios de su amigo durante toda la velada Armando no puede apartar ni un segundo la vista de Antonia cuando sonríe o se ríe; fue una noche realmente agradable, los cuatro compartieron un gran momento juntos y Antonia había cautivado a la pareja por su cordialidad.
— Gracias por todo adiós. — Antonia se despide de Gregorio e Isabel. Ella y Armando salen del departamento de la pareja.
— ¿Qué te parecieron? — Pregunta algo incómodo Armando.
— Son muy agradable Isa y yo quedamos la próxima semana para ir de compras ya que quiere comprar un vestido y no está muy segura de cómo le quede y bueno acepte ir con ella. — Armando marco una ceja.
— Y Gregorio sigue siendo un glotón. — Armando suelta una fuerte carcajada.
— Como te lo dije una vez él come demasiado. — Antonia frunce el ceño. — Sería bueno que me dijera su secreto. — Armando mira extrañado a Antonia.
— ¿Su secreto? ¿Cuál secreto? — pregunta el hombre confundido. — Come tanto y no engorda. — Armando se ríe.
— Es de genética, toda su familia es muy glotona, comen demasiado, cuando voy a visitarlos termino subiendo dos o tres kilos, pero si los ves y si no sabes lo mucho que comen pensaras que comen como pollitos de lo delgado que todos son. — Antonia se rio por el comentario.
— Aparte tú estás bien como estas. — las mejillas de ambos se tornan rojas.
— ¿Mañana en la noche que harás? — Pregunta Armando cambiando bruscamente de tema.
— No lo sé ¿Por qué? — Los ojos de Antonia miran a Armando que se rasca la nuca nerviosa.
— ¿Quieres ir a cenar a mi casa? — Fue incapaz de ver la cara de Antonia.
— ¿Vas a cocinar para mí? — pregunta la chica emocionada. — Sí, claro si te parece, si no podemos ir algún lugar no hay... — Antonia lo interrumpió.
— La verdad me encantaría. — Armando ya se siente más tranquilo al escuchar la respuesta de la joven. — Mañana te pasare a recoger como a las seis ¿te parece? — Inquiere. — ¡No! — expresa la chica algo molesta.
— Me das tu dirección y llegare a tu siete para cenar. — contesta con una sonrisa. — de acuerdo. — se rinde Armando.
A la mañana siguiente Armando está muy nervioso, era la primera vez en mucho tiempo que una mujer aparte de su mamá, hermana o Isabel lo visitan. Había recogido y limpiado hasta el último rincón de su departamento sin dejar una sola muestra de polvo o mugre; llega el medio día todo esta impecable; ahora necesitaba pensar en que preparar para la cena.
— ¿Para qué soy bueno? — Se dice así mismo mientras está en la cocina, la cual se encuentra tan limpia que parece de exhibición. Armando se sorprende al ver su departamento tan aseado y limpio.
Revisa el refrigerador y la despensa; no tenía nada para cocinar; revisa su reloj aún quedaban algunas horas para que llegara Antonia; se dirige a su estudio para revisar por Internet que puede cocinar y que no fuera tan complicado ya que no es ningún experto en el arte de la cocina.