¿quieres un café?

Capitulo 15

Mientras revisa unos documentos Gregorio escucha unos gritos fuera de su oficina, se levanta y sale para ver lo que está pasando. Lo primero que se encuentra es a Silvia gritando y maldiciendo a Armando.

— Eres un hijo de puta Armando Maldonado. — Todas las personas del piso están observando lo que sucede, nadie es capaz de decir una sola palabra, Silvia pasa y mira a Gregorio hecha una fiera, camina por el pasillo y pide el ascensor el cual los pocos segundos se abre y lo aborda. Todo el piso cuchichea y susurran por lo que acaba de pasar.

— Se acabó el espectáculo todo el mundo ya mismo vuelva a su trabajo— Grita Gregorio mirando que todas las personas hagan exactamente lo que acaba de decir. Camina hasta el escritorio de la secretaria de Armando.

— ¿Alicia que paso? — Pregunta Gregorio apoyándose sobre la mesa.

— No lo sé señor Quintana ellos dos llegaron algo enojados y de un momento a otro comenzaron a gritarse. — Gregorio Asiente.

— Gracias Alicia voy a entrar. — La mujer lo mira sin decirle una palabra. Camina hasta la puerta y toco con sigilo. — ¡¿Qué?! — se escuchó al fondo de la oficina un grito, Gregorio con precaución abre la puerta al verlo entrar Armando suspira.

— Eres tu Greg. — El hombre se siente extraño al ver a su amigo. — ¿Mando estas bien? — Asiente el hombre. — Creo que una parte de mí está mejor que nunca me siento libre. — Gregorio se acerca para sentarse.

— ¿Qué fue lo que paso? — Pregunta preocupado. — Lo que tuvo que haber pasado desde hace mucho tiempo Greg. — Contesta contento.

— ¿Qué cosa? no entiendo. — Armando suelta una risa y le dice a Gregorio todo lo que paso sin olvidar ningún detalle, Gregorio lo escucha sin interrumpir.

— Cuando le dije que era una cualquiera me pego una cachetada, me comenzó a gritar y maldecir saliendo de mi oficina. — Armando se soba la mejilla que está adquiriendo un tono rojizo por el golpe. — ¿Qué vas hacer con tu departamento? Tiene llaves de él ¿no? — pregunta Gregorio preocupado. — Si las tiene y se las puede quedar. — Gregorio parpadea confundido. — Cuando salió de mi oficina lo primero que hice fue llamar al portero de mi edificio y le dije que por favor no la vaya a dejar entrar por ningún motivo que si tenía que llamar a la policía lo hiciera, igual debo cambiar las cerradura. — Gregorio se ríe. — Cuando quieres ser malvado lo eres. — Sonríe Armando a su amigo.

— ¿Y ahora qué vas hacer? — Pregunta Gregorio apoyando sus brazos sobre el escritorio. — Creo que tú mejor que nadie lo sabe. — Armando dice con una sonrisa. — ¿Arreglaras las cosas con Antonia? — Asiente.

— Espero que aún me perdone. — Gregorio movió la cabeza de un lado a otro.

— ¿Qué pasa? — pregunta preocupado Armando. — Te pierdes de su vida casi por dos semanas y ahora vas a buscarla, si fuera ella yo te mato. — Suelta una carcajada. — Gracias por tu apoyo. — Dice Armando desanimado. — Ve a buscarla ahora, me encargare de cualquier cosa que pase aquí. — Armando se levanta abraza a su amigo.

— No hay de qué. — Gregorio ríe. — Cualquier cosa me llamas. — El hombre asiente. Armando sale corriendo para poder ir hablar con Antonia; el descenso del ascensor se le parecía eterno, al encontrase fuera del edificio corre las tres calles para llegar a ¿Quieres un café? Entro apresurado y busco a Antonia con desesperación.

— Buenas tardes. — una chica pelinegra que nunca había visto trata de llamar la atención de Armando. —Disculpe estoy buscando a Antonia Navarro.— La respiración del hombre esta agitada. — Lo siento ella ya se marchó. — Armando Asiente. — Gracias. — La chica asiente; sale del establecimiento y toma un taxi para ir al departamento de Antonia.

Al llegar al edificio siente un gran vuelco en el corazón está por alguna razón emocionado por volverla a ver e intentar arreglar las cosas, timbra varias veces esperando que alguien abriera o hablara por interfono.

— ¿Si? — pregunta la voz de un chico.

— ¿Daniel? — Pregunta Armando.

— Si ¿Quién habla? — Pregunta el joven.

— Soy Armando — Dice. — Hola Armando ¿Qué necesitas? — Pregunta el chico preocupado.

— ¿Esta Antonia? — Suelta el hombre esperando respuesta.

— No, Ella no ha llegado aún, debe estar trabajando. — Contesta Daniel.

— No, he venido desde allí me han dicho que se ha marchado. —Se escuchó un silencio.

— Cuando llegue le digo que viniste. — Contesta el joven.

— Gracias Daniel. — Armando trata de llamarla a su celular, pero lo tiene apagado. — ¿Dónde estás Anto? — pregunta en voz alta, mientras piensa a donde podía dirigirse, su celular suena interrumpiendo su pensamiento.

— ¿Si? — atendió sin mirar la pantalla esperando que fuera Antonia.

— Hola Greg. — Todo el ánimo se había desvanecido de su cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.