La ducha no ayudo a Armando, se mira al espejo y no le gusta lo que ven sus ojos están algo hinchados y rojos, se seca bien el cuerpo; sale del baño para cambiarse y acostarse a Dormir, los ojos le molestan, se mete en la cama y se queda profundo a los pocos minutos.
Un sonido despierta a Armando, intenta abrir los ojos, pero le cuesta trabajo, le duelen, se gira para tomar su celular que sigue sonando, trata de ver la pantalla, con un pequeño esfuerzo lograr leer el nombre.
— Hola Greg. — Contesta con voz soñolienta.
— ¡¿Se puede saber dónde carajos estas metido?! — Grito Gregorio.
— Estoy en mi cama ¿Ahora es malo que duerma?
— No, perdona bello durmiente.
— ¿Qué pasa?
— ¡Son los doces del día! ¿Qué crees que pasa?
— ¿Qué? — pregunta Armando tratando de ver el reloj de su muñeca.
— Greg me quede dormido.
— ¿Qué en serio? No me digas.
— Muy gracioso, pero anoche no fue mi mejor noche.
— ¿Mando estas bien? — Pregunta Gregorio preocupado y suavizando su voz.
— No. — Contesta afligido.
— Tomate el día Mando.
— ¡No! — Grita. — Necesito hablar contigo.
— Esta bien te espero aquí a la una date prisa. — Los dos hombres cuelgan, Armando entra al baño, se arregla lo más rápido que puede para verse con Gregorio sus ojos le siguen molestando al verlos al espejo se da cuenta que siguen hinchados.
Armando sale de su departamento con unas gafas oscuras, la luz le molesta, hubiera seguido el consejo de su amigo de quedarse en casa, pero más que nunca necesitaba hablar con Gregorio. Llega al edificio y todos los empleados lo observan extrañados al verlo con las gafas oscuras dentro. Sube hasta su piso y camina apresuradamente hasta su oficina se encierra en ella mientras espera que Gregorio aparezca. Cierra las cortinas, todas las luces le molestaban. No tiene cabeza para concentrarse y mucho menos para trabajar, se quitar las gafas y la dejas sobre su escritorio se recuesta y se queda dormido.
Tocan a su puerta, se despierta un poco desorientado.
— ¡¿Quién es?! — pregunta masajeando sus ojos que le siguen doliendo.
— Soy tu mamá. — Dice Gregorio riendo.
— ¿A ti que te paso anoche? — Dice Gregorio al verle la cara a Armando.
— ¿Qué tengo? — Pregunta Armando.
— Tus ojos están hinchados como si hubieras estado ¿Llorando? — Gregorio mira a Armando desconcertado.
— Eres bueno jugando a las adivinanzas. — Armando apoya su cabeza contra la mesa.
— ¿Qué paso Mando? — Pregunta su amigo muy preocupado.
— Llore mucho Greg, creo no había llorado así en años, me duele mucho los ojos y la cabeza. — Gregorio no entendía que pasaba.
— ¿Pero qué paso? — Gregorio pregunta de nuevo.
— Ayer por fin pude ver y hablar con Antonia. — Dice Armando mirando a su amigo triste. — Por lo que noto las cosas no salieron bien. — Armando asiente.
— Exacto, salieron peor de lo que esperaba. — Los dos hombres se quedan en silencio unos momentos.
— ¿Qué te dijo acaso? — Suelta Gregorio para que su amigo se desahogue.
— ¿Por dónde empiezo? — Armando pasa las manos por su cabello.
— Antonia está enojada conmigo. — Se encoge de hombros.
— Era de esperar no creo que te quisiera recibir con platillos y bombos. — Dice Gregorio tratando de animar a Armando. — Muy gracioso. — suspira para poder continuar.
— Le dije deje a Silvia, todo lo que siente por ella y... — Se queda unos momentos callado. — ¿Y? ¿Mando que sucedió? — Pregunta Gregorio.
— La vi llorar Greg; sus lágrimas eran por mi culpa, fui el causante de que este tan mal de que llorara, de todo, aparte no solo me destrozo verla llorar, está más delgada, se ve cansada, esta ojerosa y el único culpable soy yo ¿Por qué no tuve los pantalones de enfrentar a mi madre? Soy un idiota. — Armando se agarra la cabeza desesperado.
— Solo quiero recuperarla. — se esconde en sus brazos.
— Hay tienes la respuesta. — Armando mira estupefacta.
— ¿Cuál es? — Pregunta Armando sin entender lo que quiere decir Gregorio, está desesperado y hará cualquier cosa por recuperar Antonia.
— Si serás idiota, si de verdad la quieres debes recuperarla. — Contesta con sinceridad Gregorio.
— Fácil decirlo, pero no hacerlo, no tengo ni idea de cómo hacerlo. — Los dos hombres se miran.
— ¿Tengo cara de terapeuta de pareja? — Dice Gregorio con sarcasmo.
— Cuidado me ayudas. — Armando contesta ofendido. — Bueno deja de ser tan sensible. — niega con su cabeza.
— Veamos primero ten una fecha límite. — Armando lo mira perspicaz.
— ¿Para qué?
— ¿No vas a rogarle toda la vida o sí? — niega Armando con su cabeza.
— Por eso mismo, creo que una semana será suficiente. — parpadea un par de veces sin entender que dice su amigo.