Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 6.

A la mañana siguiente me desperté con una sonrisa pintada en la cara. A medida que me preparaba para ir a clase no había dejado de pensar ni un solo segundo en ese beso. Me miré al espejo, mis mejillas llenas de color y mis ojos cargados de un brillo especial, todo gracias a él. Era extraño, pero me sentía más guapa aquella mañana. Me puse mis pantalones cargo favoritos en tono verde militar, una camiseta negra de manga corta menos ancha en comparación con las que llevaba otros días y una chaqueta de cuero. Hoy me daba igual lo que pensaran de mí, estaba tan feliz que nadie podría chafarme el día.

Miré el reloj, eran las 08:30. Iba tan bien de tiempo que después de meter en mi bolso un par de libros que tenía que devolver a la biblioteca de la Universidad, me dispuse a ir hasta la cafetería y tomarme un café y coger algo de comer. Salí del cuarto en dirección al ascensor y no permití que ninguna de esas miradas sorprendidas empañaran este día. Me dije que no importaba lo que pensaran de mi físico, porque la persona más importante para mí era capaz de dejarlo a un lado.

Esperé en la cola hasta conseguir mi Iced Americano. Me acerqué a la vitrina y miré lo que había en ella, y aunque la bollería siempre era buena opción, la piña recién cortada tenía muy buena pinta, así que decidí que ese iba a ser mi desayuno. Me encaminé hacia la salida de la residencia sabiendo que tenía tiempo de sobra para ver a Colin Green esta mañana.

-Está intentando hacer dieta seguro.

-Obvio, si no habría cogido algún cruasan de chocolate.

Escuché esos comentarios bien altos y bien claros, provenían de dos chicas que estaban a escasos metros detrás de mí. Me quedé quieta, con el café en una mano y la piña cortada en la otra, y aunque no quise, me sentí tremendamente abrumada.

Solo hay una cosa que la sociedad odia más que una gorda comiendo calorías, y es una gorda comiendo alimentos saludables. No porque no tengamos derecho a ingerirlos, si no porque para esas personas hacerlo significa que automáticamente estamos dentro de alguna dieta para cambiar nuestro aspecto físico, como si no pudiéramos alimentarnos de fruta o verduras solo por placer. Era irritante, hiriente y denotaba una clara falta de educación y respeto.

Podría, debería, haber respondido, pero era una cobarde, por lo que aparté el dolor a un lado y salí rápidamente de la cafetería, convenciéndome de no permitir que esos comentarios frustraran el día tan maravilloso que tenía por delante.

Me senté sobre los escalones de acceso a la residencia. Dejé el café a un lado y comí la piña sin levantar la mirada del suelo, aún luchando por opacar los comentarios de esas chicas con la imagen de Colin Green. Miré mi reloj un par de veces, aún eran las 08:40. Se me pasaron algunas preguntas por la mente. ¿Querría que le acompañara hasta su edifico hoy? ¿Me presentaría a su amigo con el que había caminado los últimos años hasta la Universidad? ¿Me saludaría con un beso? Sonreí como una boba enamorada pensando en las posibilidades.

Eran exactamente las 08:45 cuando apareció por la puerta de la residencia.

Me levanté aún con el Iced Americano de la mano al tiempo que bajaba los escalones.

-¡Buenos días!- saludé enérgica, feliz cuando pasó junto a mí.

Él me miró con el ceño fruncido, después suavizó sus facciones y me dedicó un brusco movimiento de cabeza a modo de saludo.

-¿Qué tal has pasado la noche?- insistí, pero pronto supe que no fue buena idea.

Colin Green me miró entornando los ojos durante unos segundos. No entendía su frialdad, su falta de palabras cuando anoche me besó con tanto cariño que me había tenido viviendo en una nube desde entonces.

-Bien- susurró, pero no parecía tímido, más bien distante.

Pude ver el abismo entre nosotros mucho antes de que se hubiera abierto. Me sentí ridícula en el mismo instante en que sus ojos recorrían mi cuerpo, evaluando cada centímetro. Metí una mano en el bolsillo de la chaqueta, tapándome, y odié tener ese vaso en la mano porque me impedía cerrar la cazadora.

-¿Qué pasa Colin? ¿La conoces?- quiso saber el amigo que le acompañaba cada día.

-Solo de vista.

Me quedé sin aire, noté como se trazaba una grieta en mi corazón.

Solo de vista.

No acababa de decir eso, no acababa de negar que sabía quién era.

Me sentí patética, dolida, y aunque nadie estuviera viéndonos, y ojalá fuera así, pude notar cientos de ojos sobre mí, ojos que habían presenciado lo grotesco que había sido este momento.

Empecé a caminar lo más rápido que pude hasta mi edificio, mirando mis zapatos, lanzando el Iced Americano a la papelera más cercana y cubriéndome con la cazadora. Contuve las lágrimas todo el trayecto, también cuando entré en clase y me senté. No me di cuenta de cuando Erika llegó, sus palabras sonaban muy lejanas, y durante la hora que duró la clase solo pude pensar en la forma en que Colin Green me había mirado como si realmente se avergonzara de que alguien como yo le hubiese hablado.

Solo de vista.

En la siguiente clase tampoco estuve atenta, y cuando la hora llegó a su fin, reconozco que no me había enterado de absolutamente nada. Mis esfuerzos estaban puestos en dos cosas, la primera, no romper a llorar delante de cien personas, y la segunda, encontrar una respuesta a porqué se había comportado de esa manera tan hiriente.

Solo de vista.

Los alumnos empezaron a recoger y poco a poco vaciaron el aula. Esta mañana no teníamos más clases. El silencio fue ocupando el lugar hasta que me di cuenta que Erika y yo nos habíamos quedado solas en el aula.

-A ver, ¿qué te pasa?- preguntó. Aún estaba sentada a mi lado, se había girado para mirarme. -Has estado las dos horas distraída, y he dejado de hablarte porque no me estabas escuchando. ¿Qué ha pasado?

Cogí aire, escuchando una y otra vez esas palabras reverberar en mi cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.