Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 10.

Sentía que estaba volando en una nube.

En los días siguientes, Colin Green y yo habíamos mantenido fugaces miradas cómplices cada mañana a las 08:45 antes de que se marchara con su amigo. También había recibido un par de notas más diciéndome lo guapa que estaba ese día o las ganas que tenía de volver a encontrarnos en la azotea, pero aunque subí todas las noches a las doce y le esperaba treinta minutos, él no aparecía. Supuse que tenía que estar muy ocupado con las clases, Medicina no era una carrera fácil, así que no pensé demasiado en ello. Ya encontraríamos nuestro momento.

Sin embargo, Erika no estaba tan feliz con lo que ocurrió.

-No puedes estar hablando en serio- dijo una vez terminé de contarle las novedades. Me miraba con los ojos muy abiertos, como si hubiera cometido un crimen.

-¿Qué tiene de malo?

-¿De verdad esas disculpas te parecen suficientes?

-Sí-. Erika puso una mueca. -¿Podrías darle un voto de confianza, por favor?

-Me cuesta.

Sabía que ella no iba a ver con buenos ojos lo que pasó entre nosotros, pero no quería discutir por ello, aunque tampoco daría mi brazo a torcer.

-¿Ni aunque sea importante para mí?

-No me hagas chantaje.

-Solo digo que no estés a la defensiva cuando hablo de él- le pedí.

Ambas nos detuvimos a la entrada de la Facultad. Erika me miraba pensativa, sopesando lo que acababa de pedir. Colin Green y yo no éramos pareja oficial, pero me gustaría poder hablarle a mi mejor amiga de él sin temor a que quisiera salir corriendo y arrancarle la cabeza.

-Nunca me va a caer bien, pero por ti puedo controlarme- cedió finalmente, esbocé una amplia sonrisa. -Pero no te hagas ilusiones, si veo que vuelve a hacer algo similar, voy a ir a por él.

-Hecho.

Aunque dudaba que volviese a ocurrir algo parecido. Erika me abrazó.

-Eres una tonta ingenua, pero te quiero, y estaré a tu lado pase lo que pase- añadió.

-No va a ocurrir nada.

-Rezo por ello.

Nos despedimos y mi amiga echó a correr hacia el coche que la esperaba en el aparcamiento. Lucas me saludó levantando la mano, yo hice lo mismo. Cuando se marcharon di media vuelta y me encaminé hacia mi tienda favorita.

Veinte minutos después atravesé las puertas del pequeño local lleno de productos asiáticos. Lo descubrí el primer año de Universidad, y desde entonces venía aquí a menudo para llenar mi pequeña despensa personal con diferentes tipos de ramen, bebidas y aperitivos. Frecuentaba tanto este lugar que el señor Wang, el dueño del establecimiento, era ya un conocido para mí.

-¡Buenas tardes!- le saludé en cuanto entré, me dedicó una amplia sonrisa.

-¡Buenas tardes! ¿Qué tal te va todo?

-No puedo quejarme.

-Te he guardado dos cajas de esos pocky que tanto te gustan.

-¿Los de arándanos?

-Y de pistacho también- me guiñó un ojo.

-¡Muchas gracias! En seguida vengo a por ellos.

Me alejé con una sonrisa, y es que el señor Wang pocas veces recibía esos sabores en su tienda. Y cuando venía a por ellos, ya se habían agotado. Cogí una pequeña cesta y ojeé las estanterías, pasillo tras pasillo iba llenándola casa vez más. Muchos de esos productos eran habituales en mi compra, otros fue la primera vez que los veía. El señor Wang se encargaba de traer de vez en cuando nuevos artículos. Me agaché para mirar un tipo de ramen instantáneo, había un amplio surtido que ocupaba el largo de un solo pasillo.

-Ese no te lo aconsejaría.

Elevé la cabeza con un movimiento brusco para encontrarme al chico moreno y de ojos rasgados con el que no paraba de cruzarme. Estaba en medio del pasillo, sosteniendo su cesta frente a él. Entre sus manos parecía más pequeña. Estaba a punto de desviar la vista y caminar en dirección contraria cuando recordé la última vez que mantuvimos una pequeña y escueta charla bajo el olmo centenario. Mi actitud fue fría, seca, y a decir verdad me arrepentía de ello, de haberme comportado de una manera tan arisca ante sus buenas intenciones.

Así que decidí hablarle, redimirme.

-¿Por qué no?- pregunté.

-Un poco insulso a mi parecer-. Nos observamos unos minutos, el peso de sus ojos fue tal que aparté la mirada y comencé a mirar los productos frente a mí, sin verlos realmente. -¿Puedo recomendarte otra opción?- sugirió.

-Claro.

Se acercó, cogiendo un recipiente de un estante alto y tendiéndomelo.

-Contiene lo mismo, pero es más sabroso- me explicó.

-¿Es picante? Porque no me gusta.

-Tranquila, tiene un sabor muy suave pero delicioso.

Asentí a modo de agradecimiento y lo metí dentro de la cesta, lo probaría. El chico continuó mirándome, y esperé la incomodidad que siempre me rondaba frente a un extraño, pero esa sensación nunca llegó.

-No esperaba encontrarte aquí- hablé presa de los nervios que correteaban por mi estómago.

-¿Un asiático en una tienda de productos orientales? ¿De verdad te extraña?

Sonrió, viéndose más juvenil. Me descubrí haciendo lo mismo.

-Quiero decir que me sorprende que conozcas esta tienda- rectifiqué.

-La descubrí hace una semana de casualidad, tiene muchos de mis productos favoritos.

Su acento me resultó gracioso, no como para mofarme de él, si no más bien me era agradable, como si pudiera pasarme horas escuchando el sonido de su voz. La culpabilidad se volvió más y más grande, una bola insoportable.

-Lo siento- declaré, él frunció el ceño. -La última vez que coincidimos yo no estaba bien y te hablé fatal. Tú quisiste ayudar y yo fui una completa borde.

-No te preocupes, todos tenemos un mal día.

-Pero aún así no debería haber sido tan fría.

-¿Con un desconocido? Actuaste como cualquiera lo haría, no tienes porqué disculparte.

Puede que tuviera razón.

Su teléfono sonó, colándose entre ambos. Mientras el chico miraba sus mensajes me fijé en las chanclas negras de sus pies, en el pantalón chino color crema y el jersey verde oliva. Una combinación de colores que habría jurado que nadie le quedaría bien, pero a él le favorecía, mucho.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.