Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 12

Erika apareció al día siguiente en mi puerta con las ojeras muy marcadas.

-Recuérdame que no vuelva a beber nunca- fue lo primero que dijo al entrar en mi cuarto y dejarse caer en la cama.

-Siempre dices lo mismo, y en la siguiente fiesta vuelves a hacerlo- sonreí, acercándome a ella.

Ambas estábamos tiradas sobre la cama, las piernas colgando. Mi amiga comenzó a masajearse las sienes, seguramente tenía un fuerte dolor de cabeza por la resaca.

-No tolero bien el alcohol.

-Si no te bebieras hasta el agua de los floreros...

Me lanzó una mirada asesina antes de volver a cerrar los ojos, me mordí los labios para evitar reírme.

-Yo venía aquí para echarte la bronca- dijo.

-¿Qué he hecho yo ahora?

-Largarte sin decirme nada.

Tenía razón, huí de la fiesta a hurtadillas como una cobarde.

-Lo siento- me disculpé.

-Menos mal que Ryu me lo contó cuando volvió.

Su nombre me produjo un respingo.

-¿Qué te dijo?

-Que te encontrabas mal y decidiste irte-. Respiré, y agradecí que me cubriera. -Fingí creerle, pero ambas sabemos que lo que te puso así fue Colin.

Suspiré, miré el techo. Estaba muy confundida respecto a él, me sentía como en un callejón sin salida.

-No quiero hablar de ello...- susurré.

-Esperaba esa respuesta, pero solo te diré una cosa: sal de ahí, Alaia, antes de que sea demasiado tarde.

-¿Tarde para qué?

-Para ti.

Sopesé sus palabras. Sabía que esta situación me estaba arrastrando a un lugar oscuro, pero tampoco podía soltarle porque cuando le miraba, joder, lo sentía todo.

-Al menos me alegro de que Ryu te ayudara- añadió, giré la cabeza para mirarla.

-¿Le conoces?

-Vamos juntos a clases de pintura-. Eso no me lo esperaba. -Parece un buen chico.

-¿Confías en él?

-No le conozco mucho, pero de momento me resulta una persona agradable.

Alcé ambas cejas, sorprendida. Erika no solía aceptar a mucha gente, siempre encontraba alguna pega en las personas que conocía. Su círculo íntimo era muy estrecho, pero leal. Era algo que envidiaba de ella, su capacidad para leer entre líneas, para dilucidar si alguien era claro y honesto con solo una mirada. Su intuición nunca fallaba.

-Me gusta que seáis amigos- alegó.

-Es demasiado pronto para llamarle así.

-¿Conocidos? ¿Colegas? Qué más da la etiqueta.

Pero yo sentía que tenía que ponerle una, aunque aún no sabía cuál.

-La verdad es que Ryu hizo las cosas más fáciles- confesé, recordando el tiempo que pasé con él. Se me escapó una sonrisa.

-Así es como deberían ser- apuntó Erika.

La miré frunciendo el ceño, y sabía que ella me estaba gritando algo con los ojos que no conseguía comprender, o no quería hacerlo en este momento. No volvimos a decir nada en un buen rato. Pensé sobre ello, la forma en que Ryu me hizo sentir, como si hubiera metido mis preocupaciones y miedos dentro de una caja y los hubiera tirado al fondo del mar.

Fue placentero no cavilar sobre los mismos pensamientos durante un tiempo.




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