Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 14

08:45. Colin Green atravesó las puertas de la residencia en compañía de su amigo. Un trueno resonó en el mismo momento en que nuestras miradas se cruzaron. Ahí estaba, ese guiño que me indicaba que todo iba bien, que ambos avanzábamos en la misma dirección. Respondí con una sonrisa. Le vi marchar, y decidí hacer lo mismo antes que la lluvia comenzara a caer.

No tuve suerte.

Por primera vez desde hacía días, había conseguido dormir algo más que un puñado de horas. Aún necesitaba descansar, pero al menos sentía mi mente más despejada después del beso de anoche. Aunque una voz me gritó que fue insuficiente, la callé rápido con el recuerdo de los labios de Colin Green sobre los míos. Y cuando esa voz quiso arremeter diciendo que no había obtenido respuesta a todas mis preguntas, yo volví a pensar en las caricias que dejó sobre mi mejilla.

Llegué al edificio al tiempo que cerraba el paraguas y sacudía las gotas con cuidado de no salpicar la bolsa de papel que colgaba de mi brazo. Fui hasta las puertas del ascensor y esperé paciente. Una chica rubia se detuvo a mi lado, clavé la vista en las puertas metálicas, en nuestro reflejo. La descubrí mirándome un par de veces de reojo, noté la ansiedad por mis venas. Cuando las puertas se abrieron, corrí al fondo del aparato, abracé mis pertenencias y miré al suelo. Me resultaba tremendamente incómodo estar en este espacio tan pequeño con otra persona que no fuera mi familia o Erika.

Esperé hacerme invisible, pero la chica no dejó de observarme de vez en cuando. Aunque no decía ni una sola palabra, supe con certeza lo que estaba pensando. Quise llorar.

Nos bajamos en la misma planta, eché a andar directa al aula tan deprisa como pude. Erika me esperaba sentada sobre la mesa, ojeando el teléfono.

-¡Buenos días!- me saludó, tirándose a mis brazos.

-Hola.

Dejé que su calor me reconfortase. Me moví hasta dejarme caer sobre la incómoda silla, comencé a sacar el ordenador del bolso.

-¿Qué te pasa?- preguntó mi amiga sentándose también. -¿Ha sido Colin?

Negué, la tensión del cuerpo de mi amiga se rebajó un poco. Me mordí el labio, avergonzada.

-¿Es tan malo ser como soy?- susurré, sin creerme que estuviera diciendo eso.

-No te sigo.

Miré a Erika, que me observaba ceñuda.

-La gente me ve y piensa que voy a hacer que el ascensor se caiga solo porque soy gorda- expliqué. -Me lanzan miradas creyendo que no sé lo que piensan, pero puedo leerlo en sus caras.

-Esos ignorantes no tienen ni idea, no dejes que te influyan sus prejuicios.

-Lo intento, pero es un día tras otro, allá donde vaya. Se hace agotador.

-Entonces diles algo, respóndeles.

-Sabes bien que no puedo hacer eso.

El profesor entró en el aula, las conversaciones fueron convirtiéndose en murmullos hasta que solo quedó un silencio roto únicamente por la voz atronadora del maestro. Abrí los documentos pertinentes en el ordenador.

-Alaia, estás gorda, ¿y qué? Tu peso no debe definir tu personalidad- murmuró mi amiga.

Me quedé clavada en esas palabras.

La mañana llegó a su fin, no teníamos más clases por hoy. Llegamos a la planta principal del edificio y acompañé a mi amiga hasta la puerta.

-¿Quieres que Lucas te acerque a tu residencia?- ofreció Erika.

-Lo cierto es que he quedado para tomar un café.

Mi amiga alzó una ceja, mirándome divertida.

-Vaya, vaya, así que tienes una cita- canturreó.

-Ni de broma.

Nos reímos, aunque la sola mención me puso un poco nerviosa.

-¿Y se puede saber con quién has quedado?

-Con Ryu-. Primero, Erika pareció sorprendida. Después desplegó una amplia sonrisa. -No quiero que pienses cosas raras- le advertí, señalándola.

-Mírate, pero si hasta te has puesto roja- añadió apartando mi dedo.

-¡No es verdad!-. Su carcajada llenó el espacio. -Eres insoportable- le dije, alejándome.

-¡Diviértete!- gritó.

La vi salir corriendo de la Facultad y llegar hasta el coche de Lucas, quien zarandeaba su brazo en forma de saludo. Respondí su gesto.

La cafetería estaba más abarrotada de lo que había imaginado. Al parecer muchos de nosotros no teníamos más clases, o fingíamos no tenerlas. Busqué la única mesa libre, siendo también la más alejada. Dejé las cosas que llevaba sobre una de las sillas y fui hasta la barra con los vasos y platos que había sobre la mesa. También le pedí al camarero la valleta y limpié la superficie, algo que me agradeció.

Una vez sentada, esperé a Ryu. Solo entonces los nervios aparecieron tan sigilosos que no me percaté de ellos hasta que movía la pierna de tal forma que incluso la mesa temblaba. Era ridículo, solo habíamos quedado porque me debía un café y yo tenía que devolverle la chaqueta. Esto no era una cita, me negaba a que lo fuera. Solo éramos dos desconocidos que empezaban a llevarse bien. Me repetí esto último una y otra vez hasta que caló en mi cabeza. Pero la frase que recitaba como un mantra se vio interrumpida cuando Ryu entró en la cafetería.

Me vio nada más poner un pie dentro del lugar. Caminaba con una elegancia que debía ser natural, pillé a más de una persona volteándose para mirarle cuando pasó por su lado. Un día más, los mechones oscuros y ligeramente ondulados caían sobre sus ojos. No pude pensar en otra cosa que no fuera en lo atractivo que se veía.

-Siento haberte hecho esperar- se disculpó mientras dejaba su bandolera sobre la otra silla libre y sacaba la cartera. -¿Qué quieres?

-Iced Americano, por favor.

-¿Algo de comer?

-No- respondí por puro instinto.

La pregunta era inocente, pero lo que él no sabía era que detrás de ella se escondían años y años de complejos. Esperé paciente la orda de pensamientos nocivos, una que no llegó. Cuando alcé la vista, Ryu estaba apoyado en la barra, hablando con el camarero.

¿Por qué no habían comenzado a torturarme mis voces internas? Siempre que comía fuera de casa ocurría, cuando me exponía a que otros me vieran consumir alimentos, especialmente desconocidos. Me ocurrió cuando conocí a Erika, y esperaba que pasara lo mismo con Ryu, pero cuando llegó a la mesa con los cafés y las napolitanas sobre una bandeja, mi mente seguía extrañamente tranquila y en silencio.




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