Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 17

No había recibido ninguna nota, y aunque por la mañana Colin Green me dedicaba una sonrisa tan fugaz que a veces me costaba verla, su silencio comenzaba a ser pesado.

Erika tampoco había vuelto a incidir sobre el tema, de hecho parecía que lo hubiéramos vetado de todas nuestras charlas. Nos preocupábamos por las clases, los trabajos que comenzaban a agolparse y los exámenes de Enero con los que a los profesores les gustaba asustarnos, aunque faltaran cuatro meses hasta que llegasen.

Por otro lado, me descubrí echando de menos la compañía de Ryu. Solo había tenido la ocasión de verle de lejos por los pasillos y nuestras conversaciones eran cortas ya que siempre tenía algo que hacer. Me pregunté si el problema con su madre seguía atormentándole, pero no tenía forma de saberlo, pues cuando quería preguntarle sobre ello él ya se estaba despidiendo.

Abrumada por todo ello, decidí escaparme a la azotea, encontrándola vacía una vez más. Descubrí que me gustaba mucho estar allí arriba, lejos de todo y de todos.

La puerta chirrió tras de mí cinco minutos después de que yo hubiese llegado. Me giré, sorprendida tanto porque alguien hubiese subido como de ver a Colin Green aún en el umbral, mirándome sorprendido.

-¿Qué haces aquí?- preguntó, cerrando la puerta rápidamente y mirando en todas direcciones.

-Necesitaba un poco de aire-. No pasó desapercibida la manera en que ojeó todos los rincones del lugar. -¿Buscas a alguien?

-Claro que no.

Se acercó unos pasos a mí, pero se mantuvo a una distancia prudente, una que me dolió que existiera. La imagen de Erika y Lucas llegó a mí, y pensé que el destino podía haber jugado una baza en todo este asunto al hacer que nos encontrásemos allí arriba. Sacó el teléfono del bolsillo y tecleó por la pantalla a toda velocidad.

Tomé aire, me armé de valor.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-¿Otra?- elevó una ceja. -Venga, hazla- dijo sin dejar de mirar la pantalla.

La luz de su teléfono me permitía ver el cuello de una camisa algo desabotonada. Fruncía el ceño mientras movía con rapidez los dedos sobre el aparato.

-¿Tú y yo...? Quiero decir... ¿Nosotros...?- no esperé trabarme tanto, que me resultase complicado formular una frase.

Cerré los ojos, sintiéndome estúpida por no saber hablar. Respiré profundamente un par de veces hasta que volví a mirarle, aún absorto en su teléfono. Me picó la curiosidad por saber qué era tan importante como para tener que resolverlo justo ahora, pero no me entrometería en sus asuntos, no a riesgo de que volviese a enfadarse y pensase que trataba de controlarle. Así que traté de hablar de nuevo.

-No sé si tu has pensado en todo esto, en lo que ha pasado entre nosotros últimamente. Los momentos que hemos compartido, los besos... Para mí han significado mucho, y supongo que para ti también-. Sentí mi rostro arder por la vergüenza, pero tenía que continuar. -A lo que quiero llegar es a preguntarte si esto que ha ocurrido nos convierte en... Ya sabes... Pareja o algo así- susurré, los ojos cerrados.

Esperé su respuesta. Le dejé todo el tiempo que necesitase, pero solo llegaba a percibir los ruidos de la noche a nuestro alrededor. Tragué saliva, el corazón a punto de desbocarse. Respiré hondo un par de veces, aguardando hasta que llegó un punto que su respuesta tardó más de lo que esperaba en llegar. Abrí los ojos despacio, y le encontré aún tecleando en su teléfono.

-¿Qué piensas entonces?- insistí un poco, por fin reaccionó y me miró.

-¿A qué te refieres?

-¿No vas a responder?

-¿A qué?

Parpadeé confusa, sus manos aún sosteniendo el teléfono. Apreté la mandíbula, enfadada.

-¿Acaso no has escuchado nada de lo que te he dicho?-. Él se limitó a encogerse de hombros, lo cual me crispó aún más. -¿Qué es eso tan importante que hay en tu móvil como para no prestarme atención?

-¿Ya me estás controlando otra vez?

Quise hablar, pero no me salieron las palabras. Me descubrí furiosa, pero traté de tranquilizarme.

-¿Puedes guardar un segundo el teléfono, por favor?- le pedí. Soltó un bufido pero lo hizo, aunque de mala gana. Cruzó los brazos por delante del pecho. -Te preguntaba qué somos en base a todo lo que ha pasado entre nosotros.

El chico me miró frunciendo el ceño.

-¿A qué te refieres?

-Ya sabes, a que si después de todo somos... Pareja- dije la palabra con la boca pequeña. Colin Green elevó las cejas, sorprendido. Desplegó los labios, pero volvió a cerrarlos. Así dos veces, sin saber qué decir, cómo reaccionar. -¿Y bien? ¿Lo somos?

-¿Por qué quieres ponerle etiquetas a las cosas? Estamos bien así.

-Ya, pero...

-No hay necesidad Alaia, olvídalo.

Se giró camino a la puerta. Le seguí.

-Cuando han pasado cosas como las que nos han ocurrido a nosotros, la gente suele empezar a llamarse novios.

-Ese es el problema- habló dándome la espalda.

Alargó una mano hacia el picaporte, pero se lo impedí. Tomé su brazo, le hice girar para vernos frente a frente. Su perfume me golpeó, agresivo. Arrugué la nariz.

-No entiendo porqué no podemos ser pareja.

-Es demasiado pronto, además, tienes que ganártelo- me recordó.

Yo quise más, y él nos envolvió en un juego que ahora no me gustaba para nada.

-Sabes que tengo sentimientos por ti, ¿acaso eso no es suficiente?

-Le das demasiadas vueltas a las cosas.

-Y parece que tú me estás dando largas.

-Estás un poco pesadita- repuso, su voz algo más grave.

Su rostro cambió, parecía enfadado. Solté su brazo, él se frotó los ojos.

-Mira, ahora no tengo tiempo para hablar de esto- dijo, y me sostuvo por las mejillas. -Deja que lo piense y te mandaré una nota, sé que te encantan- me guiñó un ojo, y odié que me gustara porque ahora quería estar enfadada con él, pero no podía. -¿De acuerdo?

-De acuerdo- cedí, porque agobiarle no serviría de nada.

-Esa es mi chica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.