Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 18

Erika y yo nos preparábamos para otra improvisada fiesta en la habitación de su residencia. Después del primer año me insistió durante mucho tiempo en cambiarme, ya que su padre era el dueño y podía hacerme un hueco, pero me negué una y otra vez ya que aquí no podría ver a Colin Green cada mañana, así que decliné su oferta hasta que dejó de insistir.

Cuando terminó de prepararme después de una hora, vi su obra de arte reflejada en un pequeño espejo sobre el escritorio y comprendí porqué le había llevado tanto tiempo. Mis ojos lucían un nuevo delineado gráfico en tonos amarillo y blanco que bailaban en torno a mis párpados creando ondas fluidas hasta el final de mi ceja. Me fascinaba cómo podía conseguir que fuera equilibrado, simétrico y precioso al mismo tiempo. Los labios estaban pintados en el mismo tono amarillo que mis ojos, todo pensado para que brillara bajo la luz ultravioleta.

-Te has superado- alegué.

-Me ofende que creyeras que no lo haría bien.

-Jamás pongo en duda tus habilidades.

Mi amiga sonrió por encima de mi hombro.

-¿Qué te parece el pelo?- preguntó.

Otro milagro. Hizo dos trenzas de raíz y sujetó en un moño alto y despeinado el pelo sobrante. El resto lo onduló a la perfección y, como toque final, había añadido una fila de purpurina plateada entre ambas trenzas. No podía creer que ese fuera mi aburrido, insulso y pobre pelo.

-Solo tú podías lograr algo así- la miré a través del espejo.

-Ahora solo queda la ropa.

Bien, lo más difícil.

En un arrebato de valentía había optado por elegir un sujetador de encaje amarillo fosforito que compré por perder una apuesta con Erika y unos pantalones negros tipo wide leg decorados con diferentes parches que estaba segura que harían efecto bajo esa luz. Además, llevaba una chaqueta bomber vintage oscura con franjas de color moradas, verdes y blancas que combinaba estupendamente. Sin embargo, ahora no me parecía tan buena idea, y quizás con una camiseta que ocultase mi cuerpo estaría más cómoda, pero ninguna de mis prendas que Erika guardaba en su armario sería apta para esta noche. Miré ese sujetador de reojo mientras mi amiga se cambiaba.

-Vas a estar deslumbrante- me animaba ya por quinta vez.

Me giré para verla, dejándome atónita.

-Tú sí que estás deslumbrante, madre mía Erika.

Me dejó boquiabierta con ese mono ajustado en negro, de costuras verde chillón, escote de escándalo y dos aberturas en la cintura. Las medias de rejilla y las Dr Marteens eran meros complementos. Su maquillaje se asemejaba bastante al mío y lucía dos pequeñas coletas por debajo de las orejas.

-¿Te gusta?

-Si quiero destacar, tengo que dejar de ir contigo por la calle.

-Eres idiota- rió.

Erika fue a por su teléfono para hacerse una fotografía, yo seguí mirando mi ropa sobre la cama, sabiendo que era esa opción o nada. Me sentía triste por no ser capaz de ponerme ese atuendo, frustrada porque los complejos me frenaban, enfadada por haber llegado a este punto.

Quise gritar, pero no lo hice.

-Lucas me pregunta si vamos a ir directamente o nos queremos pasar a cenar por su piso.

-Directamente- respondí al instante.

Mi amiga se quedó en silencio tanto tiempo que se me hizo extraño. Cuando la miré, tenía los brazos en jarra, una ceja levantada.

-No será que no quieres ir porque te da vergüenza que te vean con ese conjunto y prefieres llegar a la discoteca cuando todo esté más oscuro, ¿no?- puntualizó.

-No digas bobadas- contesté, incluso solté una risa.

Volví a darle la espalda, porque sostenerle la mirada se me hacía difícil. La escuché suspirar.

-Una pena, Ryu estará en el piso.

Para mi sorpresa, di un respingo.

-¿Qué quieres decir con eso?- pregunté girándome para mirarla. -Ryu y yo no tenemos nada, solo somos amigos.

-Me refería a que a lo mejor te apetecía verle porque os lleváis bien-. Tensé todos los músculos. Erika pasó por mi lado, se detuvo para susurrarme al oído. -Esta vez quien ha pensado cosas que no son has sido tú, no yo- añadió con retintín.

Supe que estaba sonriendo aunque no la viera.

-Eso no significa nada- repuse.

-Sigue negándolo, a ver hasta cuándo puedes mantenerlo.

-Eres un verdadero incordio.

-Siempre es un placer hablar contigo.

Mi amiga rebuscaba en su joyero y se probaba diversos complementos, todo sin dedicarme una mirada. Entrecerré los ojos, volví hacia mi ropa. Me molestaba que creyese que entre Ryu y yo pasaba algo, o que insinuara que pudiera ocurrir, porque no pasaría, porque yo ya tenía sentimientos por alguien.

Pero estaba sonriendo ante la posibilidad de poder verle, porque su compañía era agradable, porque me gustaba estar cerca de él y, joder, porque le echaba de menos. Como amigo, por supuesto.

-Entonces, ¿qué le digo a Lucas?- insistió Erika.

Miré mi ropa, tan atrevida que me asustaba, tan asustada que me enfadaba. Apreté los puños.

-Dile que vamos- respondí cogiendo las prendas y dirigiéndome al baño para cambiarme.

Cerré la cremallera de mi chaqueta y metí las manos en los bolsillos. Erika llevaba la chupa de cuero de la mano, el bolso minúsculo en la otra. Fuimos hasta allí en autobús, y aunque ella intentaba mantener una charla animada, yo todavía seguía molesta por sus palabras. El único motivo por el que me emocionaba ir al piso de Lucas era para ver a Ryu, charlar con él, porque disfrutaba de la misma forma como lo hacía con Erika, porque era mi amigo.

Me repetí eso una y otra vez hasta que cruzamos el césped bajo la mirada del enorme árbol y llegamos hasta el portal del edificio.

Una vez arriba Lucas nos esperaba en la puerta con una amplia sonrisa, su pelo blanco despeinado y mojado. Toda su ropa sería oscura de no ser por los brochetazos blancos que decoraban la camiseta sin mangas y los pantalones desgastados. No tuve dudas de que esos trazos se iluminarían bajo la luz ultravioleta. Los tatuajes danzaban por su piel en completa armonía.




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