Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 19

Pocos días habían sido tan tristes y solitarios como aquel domingo lo estaba siendo.

Después de que Colin Green se fuese me quedé tanto tiempo llorando, sentada en un portal y abrazando mis piernas que perfectamente podían haber transcurrido una o dos horas. Cuando no tuve más lágrimas que soltar, me acerqué a un taxi y regresé a la residencia. Escribí un mensaje a Erika y apagué el teléfono. Al llegar a mi cuarto revisé por todas partes buscando una nota aferrándome a una pequeña y tonta esperanza, pero no encontré nada.

Me desplomé sobre la cama y me dormí llorando.

Por la mañana cuando encendí el teléfono tenía tantos mensajes y llamadas perdidas de Erika que me dio miedo enfrentar, así que arrojé el aparato lo más lejos que pude.

Me sentía rota, vacía. No pude dejar de darle vueltas al hecho de que Colin Green acababa de dejarme, si es que alguna vez habíamos empezado algo, punto que todavía no estaba claro ya que él no quería ponerle etiquetas. A pesar de lo mucho que yo lo necesitase.

La ansiedad por hablar con él, por aclarar las cosas aumentaba con el paso de los minutos, pero no tenía forma de hacerlo, no cuando no tenía su número de teléfono, cuando no conocía cuál era su habitación. Me avergonzaba la cantidad de veces que había subido a la terraza en lo que llevaba de día, y seguramente las otras muchas que lo haría durante el resto de la noche. Incluso maldije el momento en que me vio hablando con Ryu, aunque no significase nada, porque si no hubiera recurrido a él esto no habría pasado. Pero buscar culpables no era lo que debía hacer, así que durante buena parte del tiempo me dediqué a pensar en cómo podía demostrarle que le quería, aunque dijese que ya era tarde. Me negaba a dejarle ir, no si todavía podía luchar por él, por nosotros.

El teléfono sonó por sexta vez. Cuando miré la pantalla no era el nombre de Erika el que aparecía en ella. Descolgué.

-Hola papá- saludé.

-Hola Alaia, ¿cómo estás?

Empezaba a odiar esa pregunta.

-Bien- mentí. Mi padre guardó silencio unos segundos, sopesando si estaba siendo sincera. No podía dejar que indagara en ello. -¿Me llamas por algún motivo?- añadí, rápida.

-Solo quería hablar contigo.

-¿Va todo bien?

-Sí, no te preocupes-. No terminé de creerlo, pero antes de que pudiese hablar, él lo hizo. -¿Vas a venir a casa antes de Navidad?-. Me mordí el labio, porque volvía a enfrentarme a la disyuntiva de si debía ser sincera o no. -No quiero presionarte- alegó.

-Aún no lo sé papá, depende de cuánto trabajo tenga en la Universidad.

Habría un corto periodo vacacional en un mes.

La idea de alejarme de aquí, aunque fuera por unos días, me aterraba, porque quizá podía utilizar ese momento para poner las cosas en orden con Colin Green. La residencia se vaciaría casi en su totalidad, y no sería difícil poder vernos ya que las clases estarían suspendidas. Él nunca volvía a casa durante esos días, y yo tampoco lo hacía, pero mi padre siempre me preguntaba.

-Sabes que estamos deseando verte, María y yo- habló.

-Lo sé, yo también.

Escuché un susurro a través de la línea que no pude descifrar.

-Nos gustaría mucho que vinieras- insistió.

-Tengo que pensarlo.

-Por supuesto, te llamo la semana que viene, ¿de acuerdo?

-Muy bien papá, cuídate.

Cortamos la llamada, me dejé caer sobre la cama.

¿Podía la tierra tragarme durante uno o dos días? Todo sería más fácil.

Al día siguiente, Colin Green no me miró a las 08:45 cuando le esperé fuera de la residencia, acompañada únicamente por el frío viento que indicaba el final de Septiembre. Ya en clase, Erika me dedicó una expresión dura y recelosa que le acompañó durante varias horas, incluso cuando nos encaminamos hacia la cafetería de la Universidad donde el ruido volvía a engullir cualquier intento de conversación. Pero lo preferí así, porque estaba segura de que aquí nadie me escucharía, de que todos estarían metidos en sus propios asuntos. Elegí el bullicio antes que el silencio, a sabiendas de lo mucho que iba a costarme hablar.

Mi amiga depositó sobre la mesa un Iced Americano y se acomodó en la silla más cercana a mí, sosteniendo entre sus manos una taza con una infusión. Miré los hielos bailar sobre la superficie oscura del café, girando lentamente mientras el plástico se humedecía.

-Suéltalo antes de que te ahogue- dijo, la voz más calmada de lo que esperaba.

-Fue horrible...- susurré.

La miré por debajo de las pestañas. Aunque estaba su rostro era serio y mantenía los labios fruncidos, en sus ojos no vi la dureza y la rabia que me esperaba, solo una profunda y dolorosa preocupación que me arañó el corazón.

-¿Qué ocurrió en al fiesta?

No podía alargar más mi silencio, retrasar y ocultar la información. Erika merecía saberlo. Me llevé el café a los labios, agradecí el frescor, la pausa para coger impulso.

-Han pasado cosas con...- no pude decirlo, su nombre quemaba garganta.

-Colin- le nombró ella por mí. -¿Le preguntaste dónde os estaban llevando todos estos momentos?

Asentí, los ojos fijos en el café.

-Dijo que no quería ponerle etiquetas a esto.

-Típico- Erika soltó un bufido. Quise responder, pero me encontré sin nada que decir. -¿Qué hizo la noche de la fiesta?

Aún me dolía recordar lo que ocurrió, anegaba lágrimas en mis ojos. Tragué el dolor, la frustración, y me armé de valor para decirlo, para enfrentarlo.

-Él...

-Hola chicas-. La voz de Ryu me distrajo.

Estaba de pie al lado de nuestra mesa, sostenía una pila de libros entre sus brazos. Lucía impecable todo vestido de negro. Con mucho esfuerzo, aparté los ojos de él.

-Hola bombón- saludó Erika. -¿Qué hacías?

-Estaba cogiendo prestados estos libros de la biblioteca, decidí pasar a por un café.

-¿Sobre qué tratan?

-Historia del Arte.

Sentí todas las alarmas de mi cuerpo ponerse alerta.




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