Quiérete y luego quiéreme, si quieres.

CAPÍTULO 26

-Ven mañana por la noche- me pidió Colin Green por quinta vez.

Sentí un escalofrío, no supe si por el mordisco que noté en el labio inferior gracias al chico frente a mí o por la fría brisa de finales de mes.

-Ya te he dicho que no me apetece- reiteré.

-Pero esta fiesta será especial.

-¿Por qué?

-Es Halloween.

Ronroneó en mi oreja, me escondí en su cuello riendo.

-¿Vas a disfrazarte?- pregunté.

-Por supuesto, iré de Freddy Krueger.

-Qué poco original.

-Más que tú, que ni siquiera quieres venir.

-¡Oye!

Me pellizco la mejilla.

-Tienes unos mofletes enormes- apuntó.

-No digas eso.

-Son como dos bollos rellenos.

-Basta- pedí, incómoda por el comentario.

-Entonces, ¿vas a venir?- insistió, pero esta vez acompañó sus palabras con un puchero.

Estaba realmente arrebatador.

-Lo pensaré- cedí antes de que me besara como si el mundo se fuera a acabar.

Había llegado la famosa fiesta de Halloween que daría la residencia, esta noche.

Como todos los años, alquilan un local que estaba a cinco minutos de aquí con el dinero recaudado yendo puerta por puerta en el edificio. Sin embargo, no pasaron por mi habitación. Al principio me molestó, luego decidí que no iba a aparecer por allí. Mi experiencia en las fiestas no es la mejor que digamos, más bien siempre acabo triste, sola y con la sensación de haber sido humillada, directa o indirectamente. Así que me cerré en banda a la posibilidad de asistir.

Erika también me había preguntado repetidamente si quería disfrazarme con ella, pero me negué todas las veces que insistió. Aunque me ofreció cientos de ideas, de las cuales algunas me gustaron mucho, me mantuve firme en mi decisión. De vez en cuando Lucas también me preguntaba si quería aparecer por allí, pasarlo bien tomando unas copas y bailando, pero su oferta no fue suficiente para que cambiara de opinión.

Aunque cuando Colin Green puso empeño en que apareciera, no negaré que pensé en la posibilidad de asistir. Estuve a punto de escribir a Erika y decirle que aceptaba el disfraz de zombies al estilo The Walking Dead, utilizando su talento para la pintura y las toneladas de piel y sangre falsa que había comprado, pero el recuerdo de las últimas fiestas, lo mal que terminé en todas ellas, me hacía dar un paso atrás.

La misma tarde Halloween, Erika y yo estábamos sentadas en una cafetería en compañía de Ryu, hablando de la fiesta y comiendo unas galletas con forma de fantasma.

-Pero, ¿dónde va a celebrarse?- preguntó Ryu.

-En un local cerca de mi residencia- contesté.

-¿Irá mucha gente?

-Demasiada, va a ser una de las mejores fiestas de los últimos años- apuntó Erika, sonriente.

-¿Por qué os esforzáis tanto por Halloween?

-Porque te puedes disfrazar y decorarlo todo e ir fea y preciosa a la vez, y porque la celebración en enorme y divertida.

Mientras ellos hablaban, me dediqué a observar los recortes de fantasmas y esqueletos que decoraban las cristaleras de la cafetería, las pequeñas calabazas sobre cada una de las mesas del establecimiento, las arañas enredadas en la tela que colgaban del mostrador. He de reconocer que la fiebre por esta festividad había llegado a todos los rincones del mundo, no me parecía algo desagradable.

-¿Tú irás Alaia?-. La pregunta de Ryu me sacó de mis pensamientos.

-No lo sé, no me apetece mucho pero lo estoy pensando.

-¿Qué ha cambiado?- quiso saber Erika, me miraba con una ceja levantada.

Me mantuve callada y con la vista en el fantasma al que acababa de arrancarle la cabeza.

-Tengo una idea- sugirió Ryu. Ambas le miramos. -Erika, tú eres un caso perdido, irás sí o sí.

-Efectivamente- afirmó mi amiga.

-¿Y si encuentro un plan para que te quedes?-. El chico me miró fijamente, la ilusión desbordando en sus ojos.

-Explícate- le pedí.

-Has dicho que no sabes si asistir, y a mí sinceramente no me apetece. Si consigo encontrar un plan divertido, ¿pasarías Halloween conmigo?

Lo medité un momento, y es que la idea de una noche tranquila haciendo algo que no fuera beber alcohol, tener los oídos embotados por la música y recibir cientos de empujones de gente desconocida no sonaba nada mal. Además, hacía mucho que no pasaba tiempo a solas con Ryu, y me apetecía, mucho. Me asombró darme cuenta de cuánto.

-Hecho- contesté. Su sonrisa hizo que se marcaran esos hoyuelos tan adorables.

-Pues buena suerte, odia las películas de miedo- apuntó Erika.

-Gracias por la pista, ahora sé lo que no debo ofrecerle- alegó Ryu. -Bueno chicas, tengo que irme. Erika, disfruta de la fiesta.

-No lo dudes- mi amiga le guiñó un ojo, él le devolvió la sonrisa. Sentí dolor en el estómago.

-Alaia, te veo esta noche.

-¿Tendré que ponerme guapa?- bromeé.

-¿No lo estás siempre?

Quise decir algo, pero no pude. Una vez más sentí una ráfaga de calor que se repartió por todo mi cuerpo. Ryu se incorporó, echándose la mochila por encima de la cabeza y sosteniendo la correa con una mano. Se envolvió la bufanda color crema al cuello y se colocó la gorra gavroche gris oscura. Estaba arrebatador. Agitó la mano y salió del establecimiento con el Latte entre los dedos. Seguí su figura hasta que desapareció entre la gente.

-Es un encanto- apuntó Erika.

-¿De qué hablas?

-De las focas bebés-. Fruncí el ceño. -De quién voy a hablar, ¡de Ryu!

-Ah, sí-. Me descubrí nerviosa. -Es... Simpático.

-¿Simpático? Simpático es el chico que nos fotocopia los apuntes con una sonrisa, Ryu es más que eso-. Miré mi Iced Americano, los hielos bailando sobre el líquido oscuro. -Y tú tienes una cita con él- canturreó mi amiga. La miré rápida.

-No es verdad, retíralo- le pedí, brusca. Erika alzó las manos.

-Oye, relájate, era una broma.

-No me ha gustado.

-¿Por qué estás a la defensiva?




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