Al día siguiente no fui a clase, no me atreví. En su lugar llamé a Erika y se presentó en mi residencia quince minutos después, aún con el pijama y con todo el chocolate que tenía por su cuarto. Eran las ocho de la mañana, no había dormido nada en toda la noche y me sentía incapaz de estar sola.
Mi amiga no hizo preguntas cuando la llamé, rogándole con lágrimas de nuevo que viniera lo antes posible. Solo me levanté para abrirle la puerta, me abrazó al instante. Estuvimos así unos minutos hasta que nos metimos en la cama. Me dejó llorar todo el tiempo que necesitara, recogida por sus brazos, hasta que me sequé por dentro. Me limpió las lágrimas y me acariciaba con dulzura.
-¿Qué ha pasado?- preguntó. No le veía la cara, estaba apoyada en su pecho.
-Me ha dejado- respondí, el dolor en cada una de las palabras.
-¿Por qué?
-Dijo que le agobiaba, que necesitaba tiempo.
Cada vez que rememoraba ese momento era como hurgar la herida aún sangrante.
Erika emitió un largo suspiro.
-No sé si preguntarte qué estás pensando- hablé.
-Mejor no, no necesitas más leña al fuego.
Me quedé pensando sobre ello, en si realmente quería que mi amiga fuese sincera. Conocía su punto respecto a Colin Green, y era nefasto. Y también sabía que se estaba mordiendo muy fuerte la lengua para no decirme todas las cosas que le rondaban la cabeza. Me pregunté si sería mejor que hablara o dejar su opinión a un lado. Quizá me destrozase más, quizá me aliviase. Pero me di cuenta de que nada podría dolerme tanto como lo estaba haciendo ahora.
Me incorporé, mirando a mi amiga en la oscuridad.
El teléfono vibró en mi mesilla, lo ignoré.
-Dilo- le pedí.
-¿Por qué quieres mi opinión?
-Una parte de mí necesita escucharla- confesé.
Porque sí, odiaba que Erika hablase mal de él pero me surgió la necesidad de saber qué pensaba, de escucharla. Como si ella pusiese voz a todo lo que yo no me atrevía.
Mi amiga cogió aire.
-Creo que es solo una excusa más para hacer lo que quiera con quien quiera y no sentirse culpable.
Así, directo y sin filtro, tal y como ella era.
-¿De verdad lo piensas?
-Le vimos en la biblioteca.
-Eso pudo haber sido algo puntual.
-¿Estás segura de ello?
No, no lo estaba, porque no solo había sido en la biblioteca, porque desde hacía días le veía con diversas chicas por la residencia. Me había obligado a buscar una explicación racional para todos esos encuentros, pero en lo más profundo de mí yo sabía que era muy poco probable que mis teorías fueran ciertas.
Sin embargo...
-Me dijo que esperase- añadí. -Me dijo que algún día volvería.
Erika meditó sobre ello.
-¿Y vas a hacerlo? ¿Estás dispuesta a pausar tu vida y esperarle sentada mientras él hace quién sabe qué?
-Si es cierto que necesita tiempo, puedo hacerlo.
-Cariño, – Erika sostuvo mi rostro entre sus manos – incluso tú sabes que eso es muy difícil de creer, más cuando no le has pedido nada, cuando os habéis visto únicamente cuando él ha querido. Colin ha llevado la batuta y tú le has seguido, ha marcado los tiempos y tú los has acatado. ¿Por qué iba a sentirse agobiado si ha sido él quién ha decido cuándo y dónde en todo momento?
Tiene razón.
Lancé ese pensamiento a lo más profundo de mi cabeza.
Volví a recostarme sobre su pecho y dejar que me abrazara. Colin Green no me había usado, no había jugado conmigo. Lo que vivimos fue real, lo que sentimos. Solo que los tiempo no fueron los adecuados, la forma de hacer las cosas. Cuando vuelva, eso tiene que cambiar. Se lo diré y aceptará, porque me quiere de la misma forma que yo a él, seguro.
Pasamos todo el día tumbadas en la cama, viendo series y pidiendo comida a domicilio. Había llorado un par de veces más, y en todas Erika estuvo sosteniéndome. Después me había pegado una ducha de la que había salido un poco más despejada, pero con ese algo apretando más fuerte mi pecho. Aunque mi amiga trató de distraerme, pensé más de lo que me hubiera gustado en él. Me planteé qué habría hecho hoy, si estaría igual de triste que yo, si asistió a clase, si se preguntó porqué no estaba esta mañana en la puerta de la residencia. A lo mejor él también se había quedado en la cama, cuestionándose si había actuado bien o no.
Acababa de salir del baño aún con el pelo húmedo y la noche comenzaba a caer cuando llamaron a mi puerta. Miré a Erika antes de lanzarme hacia el picaporte con una ilusión desmedida. Solo podía ser él, que venía a disculparse. Me abrazaría, diría que se equivocó y nos besaríamos. Todo volvería a la normalidad. Dios, como echaba de menos sus labios.
Pero no era Colin Green quien estaba tras esa puerta.
-Siento no ser él- se disculpó Lucas.
Me aparté para que pudiera pasar, me imaginaba que mi amiga se lo había contado. No me molestaba, tarde o temprano tenía que ponerle al corriente. Lucas me abrazó en cuanto cerró a su espalda.
-¿Te encuentras mejor?- me preguntó cerrando la puerta.
-A ratos, Erika me ha ayudado mucho.
La pareja se dedicó una fugaz mirada.
-Siento no haber podido venir antes, hemos tenido problemas con el piso- se disculpó.
-¿Qué ha pasado?
-Una tubería rota, nada por lo que tengas que preocuparte.
Dejé que me acunara, porque Lucas era enorme y me sentía segura con él. Su pelo blanco me hacía cosquillas en la cara.
-Sabes que le haré pedazos en cuanto me lo pidas- dijo.
-Siempre tan sobreprotector.
-Nadie puede hacerte daño, nadie.
Le abracé más fuerte. No me gustaba ese tipo de actitud, pero ahora mismo, en mi momento más vulnerable, la agradecí.
-¿Queréis que salgamos a cenar?- propuso. -Han abierto un italiano que tiene buena pinta.
-Sinceramente, no es lo que más me apetece en este momento.
-Podemos pedir que nos traigan la comida- sugirió Erika, se había acercado.
Editado: 05.08.2025