El resto de las festividades fueron tranquilas.
Después del día de Navidad, Erika y Lucas vinieron a visitarnos. Se quedaron esa noche con nosotros y al día siguiente partieron hacia la casa de ella para celebrar Fin de Año. Fue un día maravilloso en el que Erika y yo pudimos hablar de lo sucedido con Colin mientras Lucas distraía a mi padre y a María con sus peculiares anécdotas. Fue una conversación difícil.
-Pensaba que le habías superado- dijo Erika, ambas en mi cuarto.
-Sigo enamorada de él.
-¿De verdad crees eso?-. Puse los ojos en blanco y me levanté de la cama, caminé hasta la ventana. -En mi opinión, pienso que te aferras a él por lo que sentiste en su día, algo totalmente diferente a lo que sientes hoy.
-Eso no es cierto- negué.
-Vives en una mentira.
-Colin dijo que era importante para él.
-¿Y le sigues creyendo?
-Por supuesto.
-Al menos ya solo le llamas por su nombre- puntualizó.
Noté un escalofrío, no había sido consciente.
-Si tengo que chocarme contra una pared, deja que lo haga yo sola- añadí, casi como una súplica.
-Intento que no te hagas el menor daño posible.
-Deja que las cosas fluyan.
-¿Cuánto tiempo más vas a perder?
Esas palabras fueron las que esa noche no me dejaron dormir. Parecía que últimamente todo se resumía a eso, al tiempo. Lo rápido que pasa, el poco respeto que le tenemos y cómo lo perdemos constantemente.
Sentía que el reloj avanzaba mientras yo estaba estancada en algún minuto perdido.
Pero no fue lo único que me mantuvo despierta hasta la madrugada. Desde esa noche en adelante pasé largas horas hablando con Ryu. Pronto me di cuenta de que era la mejor distracción a todos los problemas que tenía, como una vitamina para el alma. Era como si al hablar con él, todo lo que me rondaba la mente, todo lo que me hacía entristecer, se esfumara. Y me gustaba esa sensación, me gustaba como él me hacía sentir. Me daba ganas de enfrentar a todos mis demonios. Así que seguí hablando con él hasta que regresó de las vacaciones de Navidad, el mismo día en el que yo volvía a la residencia.
Nada más cruzar las puertas del edificio sentí el estrés rebosando por todas partes. Los exámenes finales comenzaban la semana que viene, unos para los que había tratado de estudiar todo lo posible y creía que podría pasar, aunque con unas calificaciones un poco bajas.
Durante el fin de semana no salí del cuarto, me centré en perfeccionar lo que ya sabía e intentar retener algunos conceptos más. Viví 48h entre apuntes y cafeína, con la única compañía de Erika y nuestras habituales preguntas y vaivenes emocionales.
El lunes a las nueve de la mañana estaba en el aula indicada, los nervios a flor de piel. Y fue así durante las siguientes dos semanas, hasta que por fin ese periodo ansioso terminó y éramos libres. El último día, Lucas nos propuso celebrarlo pasando la noche en su piso ya que sus compañeros salían de fiesta y regresarían a altas horas de la madrugada si no lo hacían cuando ya había amanecido. Todos menos Ryu, claro.
Mientras preparaba la bolsa con todo lo necesario aproveché para llamar a casa y cerciorarme de que mi padre seguía la dieta correctamente. La semana pasada tuvieron que ir a revisión y había logrado bajar casi seis kilos, la mitad gracias a los días que pasó ingresado. Ahora debía seguir para poder someterse a una colocación de balón gástrico.
Estaba tan concentrada en seguir guardado mis cosas en una bolsa y hablar con mi familia que no me percaté del trozo de papel que se deslizó por debajo de mi puerta.
QUIERO HABLAR CONTIGO.
NOS VEMOS ESTA NOCHE EN LA AZOTEA A LAS 0:00H.
La leí por lo menos cinco veces. Apreté el papel en mi puño hasta que se arrugó por completo. Podía quedarme aquí, poner alguna excusa y reunirme con Colin Green, algo que necesitaba debido a los últimos acontecimientos; o continuar con mis planes, con mi vida, y posponer el encuentro a otro momento en el que me viniera mejor.
Mi teléfono vibró sobre la cama, Lucas me esperaba abajo.
Tenía que tomar una decisión.
Sentí el peso de mi elección y el miedo a las consecuencias.
Miré las masas esponjosas de color oscuro que poblaban el cielo nocturno preguntándome cómo sería si estuviera en otro sitio. Tal vez me hubiera arrepentido, o tal vez no. Medité si esto era lo correcto, si mi elección fue la acertada. La tomé tan rápidamente que ni siquiera lo pensé con detenimiento. Podría decir que fue mi instinto quien decidió, que seguí un impulso.
Aún estaba por ver si había cometido un error o no.
-¿No hace demasiado frío para estar aquí fuera solo con una sudadera?
Me giré inmediatamente. Era cierto que desde hacía un rato solo sentía escalofríos y mis dedos de los pies congelándose ligeramente, pero era donde debía estar, justo a las 0:00H.
-¿Ahora es cuando me dices que vas a abrazarme para calentarme?- comenté con una sonrisa.
-Depende, ¿quieres que te caliente?
Le fulminé con la mirada.
-Eres tú la que empieza, yo solo te sigo-. Puse los ojos en blanco cuando él rió y metió las manos en los bolsillos del pantalón. -Vamos dentro, la cena ha llegado.
Seguí a Ryu hasta el salón de su piso, el olor de las hamburguesas hizo rugir mi estómago. Lucas y Erika repartían el interior de las bolsas, disponiendo la comida sobre la baja mesa central. Nos sentamos en el suelo alrededor de esta.
-¿La que tiene la vaca viva entre dos panes de quién es?- preguntó Lucas mirando la comida con cara de repulsión.
-Perdona por preferir saborear la carne en lugar de comerme los restos quemados de la plancha- respondió Ryu, quitándosela de la mano.
-Claro, porque escuchar al animal hablarte mientras te lo comes es un gustazo- añadí abriendo las patatas fritas.
-Las personas que le echan salsa de arándanos a la hamburguesa no son aptas para hablar.
-Quien no conoce a Dios, a cualquier Santo le reza.
Editado: 05.08.2025