-¿¡Por qué no me habías dicho nada!?-. Cerré los ojos mientras mi amiga ponía el grito en el cielo. -En serio Alaia, ¿por qué me lo has ocultado?-. Tomé una amplia respiración, dejando que ella se desahogara antes de hablar. -Somos mejores amigas, ¡deberías habérmelo contado!- continuó gritando.
Miré a mi alrededor, a los pocos clientes de esa recóndita cafetería a la que Erika me había arrastrado después de terminar las clases.
Desde que entró en el aula supe que algo le ocurría, pero no me imaginé esto. No hasta que salimos del edificio de la Facultad y el nombre de Colin fue todo lo que pronunció. Tragué saliva, sabiendo que había cometido otro error. Estábamos alejadas del campus y de las residencias, en un barrio por el que alguna vez habíamos caminado pero nunca nos detuvimos en ningún establecimientos. Las personas que nos rodeaban estaban cada una dentro de su propio mundo, por lo que no podían escucharnos.
-Habla, di algo- me pidió.
Por fin me detuve en ella, en sus ojos sorprendidos, en sus labios fruncidos en una sola línea tratando de gestionar la ira y la frustración.
-Siento no haberte dicho nada.
-¿Y eso es todo?
-¿Qué más quieres que te diga?
-¿Por qué me lo ocultaste?
Me mordí la lengua, pensando bien mis palabras.
-Porque ibas a enfadarte, y no quería tener una discusión contigo- confesé.
-Así que era mejor dejarme de lado. ¡Si hasta Lucas lo sabe!
-Yo no se lo dije.
-Da igual, el hecho es que no me has hecho partícipe, y me duele.
-¡Quería ahorrarnos esto mismo!
Me masajeé el puente de la nariz mientras Erika se llevaba las manos a la cabeza. Nos tomamos unos segundos para tranquilizarnos.
-Tú me pediste que no te hablara de él- le recordé.
-Y tal vez ese fue mi error-. Entorné la mirada. -¿Por qué has vuelto con Colin?
-Porque estoy enamorada.
-Ni tú misma te crees ya ese discurso.
Apreté la mandíbula, los puños.
-Que no haga lo que tú quieres no significa que esté mal hecho- hablé.
-Lo quiero por tu bien, porque ese chico no te conviene.
-¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso te has preocupado en conocerle?
-Solo con ver cómo reaccionas a sus desplantes y faltas de respeto me sirve.
-Lo que pasa es que está agobiado y...
-¡Alaia por favor!- gritó, provocando que un par de personas nos miraran.
Dimos un sorbo al refresco que teníamos delante, volviendo a respirar.
-No me gusta decirte esto, pero necesitas escucharlo-. Erika tomó aire. Cuando alzó la vista su semblante era serio como nunca antes lo había visto, captando toda mi atención y llenándome con un ligero miedo latente. -Entiendo porqué sigues empeñada en Colin. Ha sido tu primer amor y cuando pensabas que no le ibas a gustar a nadie por tu físico él apareció de pronto y te besó y te llenó la cabeza de pájaros. O tal vez fueras tú haciéndote ilusiones, no lo sé. Pero tienes que parar.
Su mirada se suavizó.
-Este Colin no es el mismo que cuando tenía dieciséis años- continuó. -Deja de intentar excusar su comportamiento cuando en el fondo estoy segura que te has dado cuenta que no está bien, que no actúa adecuadamente. Eres demasiado inteligente como para no haberte percatado.
Se acercó un poco más a mí.
-No te voy a decir lo que pienso de él, eso ya lo sabes, pero como tu mejor amiga me duele verte sufrir porque estás obcecada en esa puñetera piedra, y me siento en la obligación de dejar de andar con rodeos y ser directa. Si sigues detrás de él, perdonándole y ensalzándole, el día de mañana te darás cuenta de que has perdido un tiempo muy valioso y te vas a querer tirar de los pelos.
Erika tomó mi mano, sus ojos vidriosos.
-Por favor, recapacita y deja de lado el miedo. Si Colin no te quiere, alguien más lo hará. No necesitas un físico despampanante para sentirte segura o para gustarle a alguien, depende de tu actitud, de tu personalidad; y de eso vas más que sobrada.
Lloré. Por su franqueza, por su verdad, por su angustia. Y me di cuenta de que estaba harta de seguir llorando, porque últimamente era lo único que hacía. Estaba cansada de pedir y no recibir, de intentar hacer las cosas bien y que no sirviera. Sabía que estaba estancada respecto a Colin, aunque no lo admitiera. No avanzábamos y mis fuerzas comenzaban a flaquear.
Pero Erika tenía razón, tenía miedo. Por eso me aferraba a él con tanta fuerza que notaba que me estaba perdiendo en el camino, pero tampoco sabía cómo remediarlo. Por primera vez pensé que dejarle ir sería la solución, pero ese mínimo pensamiento me llenó de inseguridades.
Mi amiga se movió de silla, sentándose a mi lado, abrazándome.
-Piénsalo, por favor- me pidió, su voz rota.
Me limpié las lágrimas silenciosas que no paraban de caer.
-Lo haré, te lo prometo.
Porque me debía ser sincera conmigo misma, me debía ser feliz.
***
Regresé a la residencia cabizbaja. Me sentía como si me hubieran quitado todas las fuerzas, como si simplemente fuera un ente que estaba presente en cuerpo, pero no en todo lo demás. Veía el mundo desde un tercer plano, sin formar parte de él. Y fui consciente de que estaba más perdida de lo que creía, que tenía que remediarlo, pero la forma de hacerlo aún no estaba clara.
Subí los peldaños para entrar en la residencia, topándome de frente con Colin Green.
Me quedé petrificada por la sorpresa de verle, y a él pareció pasarle lo mismo. Fue a dar un paso al frente, entrando en la residencia, le detuve cogiéndole por el brazo. Miró mis dedos rodeándole, después a mí y, por último, a nuestro alrededor.
-Quiero hablar contigo- dije con calma.
-¿Tiene que ser ahora?
-¿Tienes algo que hacer?
Se deshizo de mi agarre e incluso dio un paso atrás.
-¿Puedo mandarte una nota esta semana citándote?- sugirió.
Parpadeé confusa, porque no entendí qué le impedía hablar conmigo en este momento. Se volvió hacia la puerta entrando en el vestíbulo, pero no dejé que se escapara, no esta vez. Le detuve una vez más.
Editado: 05.08.2025